lunes, 30 de abril de 2012

Los Vengadores de Joss Whedon

A pesar de que vi la película el sábado 28 de abril, no he podido realizar la reseña hasta dos días después. El motivo no es otro que evitar escribir llevado por el entusiasmo y la falta absoluta de objetividad, por ello decidí darme un tiempo para leer críticas de todo tipo, tanto positivas como negativas, para comprender todos los puntos de vista y hacerme una idea global bastante más sólida de lo que habría sido si me hubiese puesto a teclear como un marvel-zombie momentos después de haber disfrutado del filme. Y debo confesar, sinceramente, que pese a todo, mi impresión inicial no solo no ha variado ni un ápice, sino que además se ha asentado del todo. 

Marvel Studios ha conseguido realizar algo nuevo en el género de los superhéroes en el cine, precisamente llevando a la gran pantalla el concepto de crossover y universo compartido que tantas alegrías como penas nos ha dado al lector de cómics. Las películas que han servido para presentar a los personajes individualmente han resultado bastante dignas pese a ciertos detalles que han molestado un poco a los cinéfilos poco interesados en propuestas tan comerciales. Resumiendo, los argumentos que quedaron abiertos en aquellas para preparar esta supieron a poco a todos los que no parecían muy seguros de que iban a estar a la altura de las circunstancias. Digamos que fue una preparación que, de no haber quedado culminada adecuadamente con el colofón que supone la película que reúne a todo el grupo, podría haber sido muy decepcionante y un auténtico fracaso. No puedo imaginar la presión que sentiría Joss Whedon, director y guionista de este largometraje, siendo consciente de la responsabilidad que tenía entre manos. 

Pero lo ha conseguido. Empleando una fórmula tan típica como clásica que solo podía funcionar con una gran dosis de cariño y conocimiento del género. Cualquier fan, viendo la película, sabe de primera mano, tan solo escuchando los diálogos y viendo el desarrollo de los personajes, que este producto está muy lejos de ser un sacacuartos cualquiera. Es muy satisfactorio comprobar cómo un lector de cómics, aficionado al medio, como Whedon ha decidido agradarnos con una superproducción que ha mimado hasta las últimas consecuencias. Pueden haber fallos, puede haber algún detalle que cojee un poco, pero son nimiedades al lado de las virtudes de un guión convenientemente engrasado, que funciona a la perfección y se preocupa por ofrecer todo aquello que deseábamos ver en un proyecto de estas características. En otras palabras, consigue transmitirnos una gran espectacularidad y épica de una forma tan natural que hace que parezca hasta fácil. 

Y eso que, lo dicho, la trama en principio no parece tan gran cosa. Ofrece lo más común en una clásica historia protagonizada por varios superhéroes, sin complicarse demasiado la vida: villano que amenaza la existencia de una humanidad que se ve indefensa ante él y unos héroes que pelean primero entre ellos para finalmente unirse en una gran batalla colosal. Ese es el argumento, a grandes rasgos, visto así no parece tan gran cosa. Pero cuando vemos cómo se desarrolla entonces notamos lo muy bien escrito que está. El simple hecho de que cada uno de los personajes tenga sus momentos de gloria y su importancia en la trama ya tiene un gran mérito, sobre todo cuando todos están tan bien adaptados, tanto que son una mezcla perfecta entre la actualización de Millar en Ultimates y las versiones originales. Todos son reconocibles, excepto quizá Ojo de Halcón, que es quien menos posibilidades tiene de destacar por su condición inicial, aunque luego se desquite con escenas muy chulescas. Destaca sobre todo la forma en que la película va in crescendo a medida que avanza, alternando a la perfección la comedia con la acción. Muchos se quejan de que tarda de arrancar, pero lo cierto es que nuestra impaciencia viene dada por lo que sabemos que ocurrirá cuando los héroes se junten al fin en plena batalla campal. Irónicamente, si no existiera esa preparación previa, más medida de lo que parece, el filme sí sería esa película simple de hostias que muchos aseguran que es, cuando resulta evidente que es mucho más que eso. 

Y para explicarlo mejor, entro en el pantanoso terreno de los spoilers (este párrafo NO es recomendable para quien no haya visto la película), diré que me ha parecido realmente curiosa la falta absoluta de patriotismo en esta historia que en manos de otro (¿alguien ha dicho Michael Bay?) habría parecido una burda propaganda pro-militar. Cualquiera diría que una invasión extraterrestre, para-dimensional o como quiera llamarse, serviría perfectamente de excusa para mostrar todo tipo de tópicos sobre la maravillosa defensa estadounidense, pero por el contrario vemos que el enemigo no proviene solo de fuera, sino que SHIELD misma se ve torpedeada por el ineficaz sistema político actual. O al menos eso es lo que nos muestran, porque no puede ser casualidad que los consejeros del Presidente se dirijan a Nick Furia en grandes pantallas donde solo vemos sus figuras recortadas entre sombras. Ese modo de mostrarlos, tan villanesco, no puede ser casualidad y además sirve para potenciar la supuestamente caduca (o eso recalcan una y otra vez) imagen del superhéroe que no trabaja para nadie, sino que simplemente pretende luchar por lo que cree correcto de forma altruista, desafiando si es posible al status quo y provocando a aquellos que se sienten amenazados por perder el control y la autoridad.

En definitiva, una gran película de superhéroes, destinada a convertirse en un clásico del género.

He leído muchas comparaciones que se han hecho con el Batman de Christopher Nolan, probablemente propiciadas por una discusión algo estéril como redundante sobre el enfrentamiento entre las dos editoriales de superhéroes más populares de Estados Unidos. Yo solo puedo decir una cosa, tanto Whedon como Nolan son los mejores en lo que hacen, y lo que hacen es maravillosamente distinto. Disfrutad de las obras de ambos genios, que será difícil ver una época mejor que esta para el género de los superhéroes en cine. El tiempo será quien desmienta o verifique a mis palabras.

martes, 28 de febrero de 2012

Marvel Héroes: Daredevil - María Tifoidea

Llevo deseando la etapa de Ann Nocenti y John Romita Jr. frente al vigilante de la Cocina del Infierno desde que Planeta DeAgostini sacó aquel coleccionable de Daredevil de Frank Miller. De eso hará nueve años ya, y siempre pedí que sacaran la primera etapa mencionada en cada ocasión que se me ha presentado: mandado cartas al editor, en las entrevistas con el susodicho, en las encuestas de la web... La respuesta, casi siempre era la misma: "está en estudio" o "no disponemos del material". Pero gracias a la colección de Marvel Héroes de kiosco por fin podemos disfrutar aunque sea de dieciocho números de una etapa de la cual queda mucho por editar todavía. Primero nos llegó "El diablo en el infierno", una primera toma de contacto bastante agradable pese a comenzar en medio de un crossover que la guionista aprovechó para finiquitar ciertas tramas que ya venían desarrollándose en números anteriores. Aún así, todo se entendía bastante bien y lo cierto es que el tono de la autora era perfecto para un personaje que quedó perfilado como un vigilante urbano relativamente realista, al menos para los estándares del cómic de superhéroes más clásico. Consciente de esto, Nocenti aprovechó toda la etapa para exponer gran parte de sus inquietudes, criticando la sociedad del momento, elaborando varios mensajes para tratar de concienciar al lector. En solo este tomo que nos ocupa, habla de las revueltas contra la energía nuclear, de los vertidos radiactivos en espacios naturales, del materialismo de la sociedad y de la protección del medio ambiente. No se puede decir que esta sea una lectura ligera e insustancial. 

Pero lo cierto es que este tipo de críticas se les va un poco de las manos. Una cosa es tratar de colar sutilmente alguna que otra lección moral en medio de la trama de forma que quede como algo orgánico, es decir, adecuado a la historia y otra lo que la autora hace aquí, que no es otra cosa que intercalar monólogos sobre lo que está bien y está mal como quien lanza un elefante a una cristalería. En ocasiones, funciona bien: nada mejor que un juicio para exponer los dos puntos de vista sobre los vertidos radiactivos, con una víctima que afecta personalmente al protagonista. Pero, por lo general, la sensación que dan estos números es que pasa de tratar de concienciar al adoctrinamiento más pesado e insustancial, tomando demasiado protagonismo frente a las diatribas del personaje con respecto a sus amores y peligros. 

Lo que nos lleva al personaje estrella que da nombre al tomo. María Tifoidea es una de las creaciones más célebres de Nocenti junto a Longshot. No es de extrañar, pues se trata de una femme fatale deudora de Elektra que, sin embargo, posee sus propias particularidades, al ser una versión más macabra que la asesina ninja (lo cual ya es decir) y por su doble personalidad, que la convierte en la suma de dos de los clichés más típicos de la mujer en el cómic de superhéroes. De hecho, es otra crítica de la escritora, junta ambos estereotipos femeninos para burlarse de ellos de una forma bastante acertada. Es, por lo tanto, una villana muy interesante que se ha ganado un hueco en la galería de enemigos de Daredevil por méritos propios. La forma en que juega con el vigilante es muy atrevida y da para algunas escenas bastante memorables. Además, su relación con Kingpin no puede ser más atípica y terrible, propia de dos psicópatas que buscan anteponer su orgullo y fuerza por encima de todo. Aún así, al final acaba dando lugar a momentos muy repetitivos y a unos monólogos interiores sobre el control demasiado insistentes. Por no decir que la resolución de toda la trama de adulterio deja mucho que desear, especialmente porque la revelación no tiene toda la intensidad que podría y se deja un final un tanto abierto que parece incluso cobarde. En otras palabras, el desarrollo no está a la altura de las ideas, y el que se insista en meter críticas por doquier no hace más que despistar, por lo que el resultado queda algo cojo e irregular, no siempre igual de interesante de leer. 

Esto no quiere decir que sea un mal tomo, pero sí se recomienda con reservas, pues es difícil entrar en su juego y Tifoidea, aunque genial en su pose, no termina de brillar todo lo que podría. Siempre se podrá decir que el dibujo de Romita Jr., en su máximo apogeo, es un buen incentivo para dar una oportunidad a esta peculiar etapa.

domingo, 26 de febrero de 2012

Daredevil Renacimiento

Desde la marcha de Bendis, esta colección no ha vuelto a ser la misma. Aunque seamos justos, pese al muy criticable tratamiento que Brubaker hizo de Matt Murdock, su etapa tiene buenas ideas y, en general, está bastante bien escrita en general, con el tono adecuado, pese al considerable bajón respecto a la anterior. Por eso, cuando nos enteramos de alguien como Andy Diggle (Los Perdedores) iba a hacerse cargo del vigilante de la Cocina del Infierno, muchos aplaudimos hasta con las orejas, expectantes y confiados, ansiosos de ver al fin el soplo de aire fresco que la serie necesitaba. Por desgracia, la entrada de este guionista podría considerarse una de las mayores decepciones de la última década. No es que lo haya hecho terriblemente mal, ni mucho menos, pero desde luego la calidad ha ido en detrimento. Lo curioso es que, visto lo visto, no se le puede echar del todo la culpa al escritor de estos escasos y poco trascendentales números (que tiene delito decir esto cuando en ellos hemos visto a Matt poseído por el clan ninja de la Mano), ya que podría decirse que no ha podido hacer nada realmente de su cosecha durante toda la etapa, tan solo ha tratado de cerrar lo mejor posible ideas que había dejado el escritor anterior y ha seguido las indicaciones de los editores en los eventos que le ha tocado lidiar. Dicho de otra forma, se ha comido un marrón bastante gordo con el personaje. 

Shadowland y su preludio han sido cómics más bien pobres, de escasa repercusión y bastante olvidables, especialmente el evento de marras, tan mal organizado como pésimamente aprovechado. Ahí Diggle no tenía mucho margen para realizar algo destacable, en la editorial no iban a permitir que el personaje cometiera algún acto irreparable y se notaba en exceso que iban a dar la marcha atrás más temprano que tarde, por lo que el resultado es lógico, aunque no el deseable. Por desgracia, a Diggle todavía le quedaba un clavo por clavar en el ataúd, y ese es Daredevil Reborn, otro proyecto que apesta a encargo editorial. Otra muestra más de que el guionista no ha tenido ni una triste oportunidad de hacer algo propio con el superhéroe que, sin embargo, aquí demuestra conocer muy bien. 

Me atrevería a decir que demasiado bien, ya que en esta pequeña saga de cuatro números se ocupa de hacer un pastiche de unos cuantos temas que ya hemos "vivido" con el cuernecitos una y otra vez. Clemente menciona a Born Again en el artículo de este tomo, pero lo cierto es que hay más reminiscencias de otra obra de Frank Miller: El hombre sin miedo, miniserie de la que bebe descaradamente. Al fin y al cabo, la redención del abogado ciego se asemeja muchísimo a su bautismo de fuego como justiciero. Todo está ahí: la víctima infantil, los villanos sin escrúpulos (en este caso, uno con ciertas habilidades especiales demasiado parecidas a las de Mr. Miedo), la autoridad corrupta, nuestro héroe sin el uniforme de siempre y con los ojos cubiertos como única seña de identidad... Por no decir que volvemos a ver de nuevo a Matt Murdock buscando su camino fuera de Nueva York, en un lugar hostil que desconoce, al más puro estilo Nocenti. Nada original, nada demasiado interesante o sugerente. Eso sí, escrito con solvencia y aceptable sobre todo si no conoces más historias del protagonista. No es una mala opción para aquel que pretenda iniciarse a él, no es un mal punto de partida. Lo malo es que, para quien lleva tiempo leyéndolo, encontrará que es una lectura ligera pero insustancial, de las que se olvidan a los dos días. Por tanto, lo más interesante acaba siendo el dibujo de Davide Gianfelice, que es de trazo grueso pero dinámico, las figuras que traza son bastante expresivas y poseen cierta naturalidad que se echa de menos en los dibujantes más "hot". 

Pese a todo lo dicho, este acabó siendo irónicamente el mejor trabajo de Diggle con Daredevil en su corta y atropellada etapa. Lo cual no quiere decir que sea especialmente bueno, pero por lo menos se deja leer, aunque solo sea otra prueba más de que no tuvo ni la menor oportunidad de decir lo que quiso con el personaje. Una lástima.

viernes, 24 de febrero de 2012

Veneno "El nuevo héroe de América"

Desde que era un retaco siempre he tenido una fascinación casi anormal hacia la figura de Veneno, conocido en "Yanquilandia" como Venom, el simbionte que portó durante largo tiempo Eddie Brock. Lo adoré desde el primer momento en que lo vi en la famosa serie de televisión del trepamuros de los 90, fue algo así como encontrarse de bruces con el reverso oscuro del superhéroe, de una forma casi literal: tenía sus mismos poderes, más fuerza, una actitud desafiante y vengativa, habilidades extra y un diseño parecido pero infinitamente superior. Era una de esas ocasiones en las que un crío se queda en un estado de shock al comprobar cómo el villano mola como el doble o el triple que el propio protagonista. Esa fascinación se acrecentó al descubrirlo más tarde en los cómics, aunque, irónicamente, el pérfido monstruo alienígena no lograría mantener la fama a lo largo de la primera década de este nuevo siglo. De hecho, lo más adecuado sería afirmar que cayó en el ostracismo más inimaginable. Parecía que, de alguna manera, los autores no sabían qué hacer con él. Jugaron tanto con el "juguete" que al final lo "partieron", consiguieron que el concepto original quedara anodino y repetitivo. Eddie Brock quedó sin rumbo y como villano dejó mucho que desear. Hasta que a alguien se le ocurrió cambiar al simbionte de dueño. 

Aquel avispado guionista fue Mark Millar. Es curioso ver esto en retrospectiva, ya que en su momento pareció una gran cutrez, ya que una subasta no es precisamente una situación que se te ocurriría a la hora de cambiar de dueño un ser vivo tan peligroso como ese. Sin embargo, el que McGargan, el antiguo Escorpión, llevara al susodicho durante un largo tiempo fue una idea que muchos supieron explotar muy decentemente después. No es que el villano alcanzara de nuevo el mismo status, pero por lo menos volvía a ser impredecible y muy violento. Faltaba, aún así, el pequeño toque de genio para sacarlo del eterno papel de secundario al que parecía anclado, una situación que diera más juego, un portador más interesante y conflictivo... y ese fue Eugene "Flash" Thompson, quien de repente parece el personaje más adecuado y coherente para protagonizar una serie como portador del simbionte. ¿Interesados? 

Sin duda la idea es muy golosa, solo faltaba un guionista capacitado para llevarla a buen puerto, y tuvimos la suerte de que Rick Remender estuviera interesado en semejante propuesta. Es decir, sus historias poseen un tono adulto, no es amigo de los clichés y no se anda con mojigaterías, como ya ha demostrado tanto en Punisher como en Uncanny X-Force, pero lo mejor es que tiene una imaginación desbordante, acompañada de un ingenio muy afilado, lo cual lo convierte en un escritor bastante sugerente. No diría que su labor en estos primeros números de Veneno sea la mejor que le he visto (ese honor lo posee todavía la serie de los mercenarios de Logan), pero mentiría si negara que la he disfrutado. Y es que, lo mejor que se puede decir de un trabajo como este, es que le sobran páginas a la hora de presentar al personaje y profundizar en él. No importa que no lo conozcas, leyendo este tomo te enteras de todo lo indispensable, y mejor aún, lo hace muy interesante. Esto último lo consigue gracias a que potencia al máximo las peculiaridades del actual Flash Thompson: el que haya quedado lisiado tras su paso por la guerra de Irak, el que su padre sea un borracho, su patriotismo, su fanatismo por Spider-man... todo esto ayuda a que el protagonista tenga una gran riqueza como personaje, sobre todo cuando debe luchar contra un tanto ambiguo simbionte que pretende controlarlo, pero no sin protegerlo o "cuidarlo". Todo este conjunto hace que Flash sea, en pocos números, el mejor portador del monstruo, lo que conduce a que estemos ante el mejor arranque que haya tenido una serie del personaje en solitario.

A este cóctel añadamos unos villanos realmente despiadados y manipuladores, con un buen dibujo por parte del dúo formado por Tony Moore y Tom Fowler (quienes se ajustan como un par de guantes a la sordidez y crudeza de algunas escenas) y encontraremos que este tomo, si bien no es un imprescindible, es muy fácilmente recomendable: intenso, divertido y muy completo. Lo siento, Eddie Brock, pero no te echamos de menos.

viernes, 13 de enero de 2012

Marvel Héroes. Iron Man - La semilla del dragón

Cuando sacaron la saga de la Segunda Guerra de las Armaduras en el coleccionable de Marvel Héroes de Panini, muchos nos quedamos asombrados por el magnífico dibujo de un Romita Jr. por aquel entonces pletórico y superior al resto de sus contemporáneos en espectacularidad y composición. Tanto, que esas asombrosas viñetas nos hicieron dudar de si realmente el guión era para tanto, especialmente porque los mismos quedamos irremediablemente enganchados a la subtrama del Mandarín, por su componente místico y por el carisma que desprende esta enigmática figura, rediseñada de una forma tan convincente que después resulta extraño verla con los atuendos habituales. Resumiendo, teníamos ganas de más, y gran parte del mérito lo tuvo el dibujante que, en esta ocasión, demostró que a veces el dibujo, no solo bueno sino también efectivo, puede ser crucial a la hora de disfrutar un cómic de superhéroes. Tampoco hay que olvidar que John Byrne goza de una gran admiración y prestigio, al fin y al cabo ha creado etapas memorables que muchos recuerdan con agrado. Por eso, pese a que sabíamos que Romita Jr. no estaría al cargo de la saga posterior, teníamos una enorme curiosidad por ver el plan del Mandarín al completo y alguna explicación sobre su misterioso acompañante, por lo que pedimos con ganas la publicación de la saga de La semilla del dragón. Hicieron caso a nuestras súplicas y aquí la tenemos al fin. ¿Merecía realmente tantas peticiones? 

Pues visto lo visto... no. Este es uno de esos casos en los que hay que tener cuidado con lo que se desea. No cabe duda de que muchos deseábamos "tapar" ese hueco de nuestra colección, queríamos completar la historia recién empezada. Pero a decir verdad, aún yendo advertido por varios de los lectores que ya "disfrutaron" de la misma en su momento, nunca llegué a imaginar un descalabro como este. Principalmente porque independientemente de lo bien o mal escrita que esté, de cómo sea su desarrollo o de si es épica o no, lo peor que nos podemos encontrar en un producto de estas características es un cúmulo de malísimas ideas que se dedican a explicar orígenes de personajes que ganaban mucho más con el halo de misterio que antaño poseían. Siendo lo más grave el recurrir a la enésima revelación marciana (a todos los niveles), destrozando todo concepto místico que hubiere para convertirlo en algo intergaláctico, al más puro estilo Los Inmortales 2 (del mismo año que esta saga, qué casualidad). Decir que Byrne no estuvo inspirado es decir poco. 

Hoy en día, lo que hace Byrne en este tomo, estaría seguido de montones de críticas negativas por Internet, por fácil, por redundante y por cutre. El último adjetivo es el que mejor describe este tomo, el guionista se permite reescribir la historia de tres personajes relacionando tres mitologías distintas de la forma más absurda posible. Nunca he visto tal cúmulo de imposibles casualidades, y decir eso siendo lector de superhéroes significa mucho. Es, sencillamente, un muy mal trabajo, una actualización pésima de orígenes y la eliminación de un montón de posibilidades que tras las mediocres revelaciones ya no tienen cabida alguna. Para colmo, hay fallos flagrantes de guión, cosas como la supuesta enfermedad de Tony Stark, de la que dramatizan en exceso para lo mucho que puede hacer luego nuestro valeroso y arrojado protagonista. Sin pies ni cabeza, vemos a los personajes sufrir momentos de indefensión solo cuando las circunstancias lo exigen, para luego hacer como que se olvidan de ello. Resulta curioso que el anodino, que no malo, dibujo de Paul Ryan sea lo más aceptable del tomo. No es ninguna maravilla y desde luego está muy por debajo de lo que Romita Jr. nos había ofrecido anteriormente, pero en él vemos más esfuerzo que en el guión, aunque éste no sea difícil de superar, ofreciendo un trabajo correcto que no brilla pero por lo menos se digna en contarnos adecuadamente la historia. Eso sí, uno no puede evitar pensar si habría estado mucho mejor todo este tinglado en manos de alguien bastante más ingenioso, especialmente con los diseños. 

En resumen, un trabajo bastante pobre repleto de muy malas ideas. Es un precedente claro del Byrne que luego trataría de reescribir a sus personajes favoritos de Marvel a su antojo a lo largo de los noventa con muy malos resultados. La verdad, no es nada recomendable.

miércoles, 4 de enero de 2012

Deadwood - Temporada Uno

Antes de entrar en materia, comencemos con lo principal: nunca me han gustado las historias ambientadas en el western clásico americano. Esto puede deberse a la saturación que sufrí en mi infancia cuando en la televisión de mis tíos y abuelos no se veía otra cosa, me resultaba todo tan repetitivo que no le veía ni aliciente ni atractivo. Esa impresión no cambiaría hasta la llegada de Sin Perdón, un western crepuscular de Clint Eastwood (como director y actor principal) que pese a su condición referencial supo calarme hondo con una propuesta en donde la fina línea entre el bien y el mal apenas se divisa entre unos personajes tan tridimensionales como entrañables dentro de sus crudas características. En otras palabras, se salía de lo establecido y supo sorprenderme, por eso me quitó la venda de los ojos y eliminó varios de mis injustificados prejuicios. Poco después, descubriría que en el género tenía mucho por descubrir, y que algunos de sus temas más comunes son compartidos por los mismísimos superhéroes, sobre todo por aquello del héroe altruista que no duda en arriesgar su vida con tal de impartir su propia justicia. Vería así la figura del anti-héroe en el genial Hombre sin Nombre del ya mencionado Eastwood en la famosa trilogía del dolar de Sergio Leone. Pero antes de seguir divagando, he de explicar que el párrafo sirve para explicar por qué decidí darle una oportunidad a Deadwood, que fue básicamente porque me sentí por fin preparado para ver una serie de esta temática, ya que no es lo mismo dar una oportunidad a una película de dos horas que a una serie que puede durar más de 200 si posee más de una temporada. Así pues, veamos por qué es tan especial esta apuesta ya finiquitada de la HBO

Después de haber visto la primera temporada, la primera conclusión que saco es que me habría gustado igual sin toda la preparación previa anteriormente mencionada. ¿Por qué? Porque sencillamente, y como era de esperar para cualquier neófito de la cadena, Deadwood no tiene ni un solo tópico del género, no repite nada que ya hayamos visto antes y más que narrar una historia clásica de cowboys lo que hace es precisamente mostrar lo que mejor saben mostrar los responsables de algunas de las mejores obras televisivas de la última década: ofrecer una historia de conspiraciones que recuerda más a la mafia que a cualquier otra cosa ambientada entre Saloons y oficinas del Sheriff, con personajes que nunca sabes por dónde te pueden salir y ofreciendo también retazos de historias reales. Es más, lo que hace realmente especial a esta serie por encima de todo es el tratamiento atípico que realiza en personajes históricos conocidos, algo similar a lo que ya vimos con Julio César en Roma o como están haciendo con Nucky Thompson en Boardwalk Empire. Por eso, resulta fascinante seguir a gente como Calamity Jane, Seth Bullock o el legendario Wild Bill Hickock (interpretado soberbiamente por Keith Carradine) entre muchos otros. Y entre todos ellos narran el nacimiento y la evolución que sufrió el lugar conocido como Deadwood, mostrando así un acercamiento bastante verosímil del verdadero rostro de la América del siglo XIX. O dicho de otra forma, el derrumbamiento de cualquier visión romántica sobre el supuesto progreso de uno de los países más poderosos del mundo moderno. 

La primera temporada sirve de introducción a ese lugar maldito que no ofrece nunca una cálida bienvenida a nadie. Se trata de un campamento que ni siquiera pertenece a la jurisdicción de la época, en el que malviven aquellos que no son capaces de mantener sus posesiones por sí solos, donde es fácil perder la vida entre las calles de barro y donde tu propio cadáver puede acabar siendo pasto para los cerdos si no sabes cuidar tus espaldas. Es, en definitiva, un lugar sin ley, repleto de gente corrupta e indudablemente peligrosa. Entre todos ellos destaca Al Swearengen, interpretado por Ian McShane con una convicción de hierro, quien no duda en ejecutar a todo aquel que no sirva para sus propósitos, siempre que no le perjudique dicha acción. Es un metódico empresario que se acerca más a Tony Soprano que a cualquier otro personaje del género que se te ocurra, por eso resulta tan interesante verlo moverse en un terreno tan adecuado para su forma de ser. Lo mejor es que no tarda en encontrar la horma a su zapato en el grupo que simpatiza con Hickock, quienes entablan lazos de amistad que a su vez se convierten en motivo de enemistad para este conspirador incansable. Los actores, por lo tanto, realizan un trabajo titánico en una trama repleta de drama, crudeza y desesperación. En ocasiones, entre asesinatos y casos aislados como el del sarampión (hoy en día una nimiedad, en aquel entonces una plaga peligrosa), es fácil encontrar el derrumbe emocional de alguno de los personajes, siendo el doctor Cochran quien más destaca, pues es quien más contacto tiene con la muerte que rodea el lugar. Aunque alguna vez, algún sorpresivo rayo de luz y esperanza, consigue romper la rutina mostrando un contraste soberbio que consigue hacer mella en el propio espectador. 

¿Qué es Deadwood entonces? Otra gran serie más de la cadena, que nos malcría con este tipo de exquisiteces. Con una notable factura técnica, geniales decorados, mejores actores y un sólido desarrollo acompañado de una intachable dirección, sin duda esta primera temporada ya supone un clásico televisivo que no se puede evitar recomendar.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Crematorio


Seamos honestos, si comparamos la producción audiovisual televisiva española con la que nos podemos encontrar fuera de nuestras fronteras, realizando un exhaustivo y concienzudo análisis, podemos no solo preocuparnos, sino ya derrumbarnos por el enorme abismo de calidad que nos separa. Dicho de otra manera: en España es muy difícil ver una serie de producción propia que pueda equipararse a las grandes de las series norteamericanas. Podemos poner muchas excusas: no manejamos el mismo presupuesto, no tenemos la misma cantera de actores, no trabajamos con el mismo sistema, hacemos las cosas de otra manera... Y sí, muchas serán ciertas, pero al final lo que cuenta es que los canales, simplemente, suelen apostar más por el gancho comercial que por el mimo de la serie en sí. Grandes ejemplos podemos encontrar en nuestra parrilla televisiva diaria, con alguna loable excepción que, sin embargo, no alcanza ni en broma los niveles de lo que nos llega desde otros países. 

Decir que, por fin, "nuestras plegarias han sido escuchadas" es un tópico recurrente que pocas veces hace justicia a la realidad. Pero en este caso, se ajusta como un guante a las sensaciones que nos transmite el visionado de este, llamémosle, milagro. Basada en la novela del mismo nombre, escrita por Rafael Chirbes (por si a alguien le interesa buscarla), Crematorio consta de 8 episodios de 50 minutos cada uno, con un estilo tan cercano al de las series de HBO que casi traspasa la línea de la inspiración y la "copia". Pero que nadie se espante, viendo esta serie nadie se va a encontrar con un calco mal hecho de Los Soprano o The Wire. Todo lo contrario, ya que los realizadores de la misma han tenido el buen gusto de coger todos los elementos que funcionan en las producciones de la muy célebre cadena norteamericana y se los han llevado a su terreno, consiguiendo así un producto que posee personalidad propia, pese a ser deudor de esquemas ya establecidos. 


Por eso, esta gran película de ocho horas, protagonizada por un inigualable José Sancho, sorprende y cautiva por igual. Critica con todo lujo de detalles la situación que estamos sufriendo en nuestras costas, con la especulación del ladrillo y la corrupción que ya casi podemos considerar la rutina diaria de nuestros periódicos más populares. Es inevitable pensar en los partidos políticos mayoritarios de nuestro país, en proyectos tan polémicos como el de Marina D´Or o el aeropuerto de Castellón, el caso Gürtel... todo está ahí. Encubierto con la ficción, pero fácil de relacionar. Crematorio sorprende porque es muy real pese a estar ambientada en una ciudad imaginaria como es Misent, trata de personajes muy similares a los que encontramos en las noticias de la televisión, de gente que simplemente no puede detenerse, que siempre "quiere más". Todo ello siempre desde la perspectiva de los "malos", con muchos toques de gris y "humanizando a la bestia". Como ya he comentado, los guionistas supieron coger todo lo que funciona en series norteamericanas sobre la corrupción y han sabido trasladarlo a nuestras fronteras, de una forma que se siente tan cercano que "duele". No se te quita el sentimiento de incomodidad en todo momento, pese a que empatizas con esos hijos de la gran puta (calificativo que incluso se aplican a sí mismos). 

Con un guión tan interesante, atractivo y tan bien desarrollado como el que nos encontramos, solo faltaban unos diálogos a la altura para adecentarlo. Y por suerte, eso es lo que nos encontramos, especialmente los de Rubén Bertomeu, de la boca del ya mencionado José Sancho. Lo que nos lleva a los actores, que cumplen de sobra con lo que se espera de ellos, sin encontrarnos con las aberraciones que normalmente vemos en los canales de nuestra TDT. Mucho se ha hablado ya de la interpretación del protagonista, pero poca justicia se hace a la hora de comentar al trío de actrices que son capaces de cautivarnos en más de una escena. Alicia Borrachero (Silvia, la hija de Rubén), Aura Garrido (Mirian, la nieta) y Juana Acosta (Mónica, la amante) merecen los mismos elogios. Están fantásticas, cada cual en su papel, creíbles y tridimensionales, especialmente la primera, que consigue dar una imagen de mujer fuerte que no se achanta ante nada, una auténtica Bertomeu que hace justicia a su propio padre, pese a no comulgar con sus ideas.

Le ha faltado poco para ser tan excelente como las obras a las que intenta imitar a su manera. Esa "chispa" de innovación que pueda hacerla única e incomparable. Pero "al César lo que es del César", al acercarse a ese nivel consigue superar con creces lo que normalmente nos encontramos en nuestra producción televisiva nacional. Crematorio es, sin duda, una de las mejores series que ha dado España y todo un ejemplo a seguir. Engancha y no te suelta hasta el último minuto, convirtiéndose en una atractiva película de mafias ambientada en España. Como dice el implacable Traian en la serie: "quiero más".

viernes, 9 de diciembre de 2011

Los Soprano - Temporada 6

Resulta complicado realizar reseñas de cada una de las temporadas de una serie, sobre todo si ésta ha sido siempre tan coherente consigo misma. Esto se debe a que suele presentar las mismas virtudes en todos los capítulos, ensalzando en cada momento un tema distinto, aunque todos sean constantes. Cuando me enfrenté por primera vez al primer episodio, reconozco que esperaba encontrar una especie de "El Padrino", con los temas clásicos más recurrentes: traiciones, honor, asesinatos, negocios que se cruzan con los sentimientos... Y encontré todo eso, sí, pero casi me atrevería a decir que en un segundo e incluso tercer plano la mayoría de las veces. Con todas las temporadas vistas, podemos confirmar que la serie va de mucho más que eso. Trasciende de los tópicos para ofrecer un análisis muy concienzudo de lo que supone ser un criminal y las razones por las que te conviertes en ello, al menos si eres italoamericano y descendiente de ciertas familias, con la presión que ello conlleva. 

Todo desde un enfoque muy costumbrista, la serie nunca parece contar nada concreto, es como ver la vida pasar. Una especie de "gran hermano" que enfoca a personajes muy interesantes con los que, irónicamente, te implicas emocionalmente. Y más en esta temporada, centrada en un tema muy trascendental y complicado de tratar, sobre todo en este formato: la muerte. 

Sin duda era el momento perfecto para profundizar en dicho tema, y el mejor arranque posible lo tenemos en las consecuencias que pudimos ver en la temporada anterior, con cierto personaje en el hospital, luchando por su vida. Es el momento adecuado, también, para mostrar todo tipo de momentos oníricos, y de comprobar la deliciosa ironía de cómo unos asesinos pueden valorar la vida como el que más, con las mismas preocupaciones que cualquier hijo de vecino. Gente normal, como tú y yo, hasta que comprobamos la hipocresía de sus acciones, algo que ya pudimos presenciar desde el inicio. De hecho, Tony es quizá el personaje más contradictorio de todos, pese a no ser precisamente el peor, aunque quizá tengamos esa percepción por seguir sus vivencias desde su propia perspectiva. En todo caso, lo amoral de todo este plantel de "cabrones" ha sido siempre el tema principal de la serie, solo que ahora viene acompañado de reflexiones sobre la herencia que dejamos, lo que hacemos con nuestro tiempo, lo que ocurre cuando no estamos y lo que hay detrás del inevitable final. Unas reflexiones que, dicho sea de paso, son capaces de sobrecoger a más de uno, por lo deprimentes que resultan. 

Pero si hay algo que ha resultado un tanto polémico eso es precisamente el episodio final. ¿Qué desenlace se le puede dar a una serie que jamás ha tenido un hilo argumental claro? Es decir, no es que conduzca a la resolución de un misterio o a un clímax deseado. Cierto es que casi todas las tramas quedan cerradas, pero muchas otras quedan abiertas, especialmente la extraña situación en la que dejamos a la familia Soprano. El corte en negro más brusco que hayáis podido ver jamás, con una última mirada del patriarca que no esclarece nada en absoluto. Con tantos minutos dedicados a la muerte y tantas explicaciones de cómo nunca la ves venir, da la impresión de que podría tratarse de una representación onírica del asesinato de toda la familia, pero lo cierto es que por mucho que existan algunos elementos que dejen constancia de ello, nunca lo dejan lo suficientemente claro, por lo que queda libre de interpretaciones. Esto puede ser un tanto frustrante para algunos, pero lejos de ser un defecto o un inconveniente, solo hace más interesante y atractiva a una serie que se ha caracterizado siempre por ser arriesgada y atípica. El broche de oro perfecto que nos deja con ganas de más, pese a habernos presentado una última temporada con casi el doble de episodios de lo acostumbrado. Los cuales posiblemente sean más de lo que deberían, ya que por el ecuador empieza a cansar tanta introspección en los personajes, especialmente bajo un enfoque tan funesto. 

Pero de lo que no cabe duda es de que es una serie única, diferente y muy esclarecedora en según qué temas. Resulta recomendable especialmente porque cuenta más cosas de lo que parece a simple vista, y sobre todo porque los personajes merecen ser seguidos. Paulie, Silvio, Johnny, Christopher, Carmela, Meadow, Anthony, Phil, Tony... entre funerales, fiestas, reuniones, visitas, celebraciones... se convierten en gente muy cercana, pero jamás sin esconder lo que realmente son, y aún así nunca les deseas lo peor. Por eso y por mucho más, los Soprano debería ser de visionado obligado.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Joe el bárbaro

Odio las historias típicas de fantasía. Me pone nervioso la clásica historia de "el elegido" luchando en un mundo donde debe ponerse del lado de la luz para enfrentarse a la dichosa oscuridad. El maniqueísmo del bien y el mal al extremo. Una premisa argumental que está tan exprimida en nuestros días, que no puede molestarme más, esté en el género que esté. Por eso, siempre procuro evitar ese tipo de historias. Entonces, si ese es justamente el punto de partida de Joe el Bárbaro, ¿por qué esta vez puedo dejar pasar este inconveniente? La respuesta tiene nombre y apellido: Grant Morrison

Este guionista escocés me ha dado tantas alegrías como decepciones. Lo mismo es capaz de escribir una de las mejores etapas que he podido disfrutar de los X-men, que luego me horripila hurgando en el mundo pre-crisis de Batman en sus colecciones actuales. Pero por encima de todo, hay que reconocer que, gusten o no sus obras, por lo menos siempre están impregnadas de su más que comentada personalidad. No suele seguir caminos trillados, franquea los tópicos con gran ingenio y siempre le acompaña la intención de hacernos pensar en lo leído de una manera u otra, aunque no siempre le salga bien la fórmula. En este caso, ha optado por crear su propia versión de La Historia Interminable, con todos los elementos característicos de este tipo de aventuras. De hecho, nuestro protagonista es un adolescente descontento con el mundo real que acaba, poco a poco, en un mundo fantástico que parece que solo está en su mente, que sostiene unos paralelismos muy claros con el mundo real. No suena a nada nuevo, ¿verdad? 

Pues bien, este es uno de esos casos en los que importa mucho más el aprovechamiento de la premisa que la premisa en sí. Aunque los engranajes son los mismos de siempre, los movimientos no corresponden a los típicos, y la forma en que funciona el mecanismo tampoco. Hablando claro, Morrison hila muy fino desarrollando todo un mundo que podría ser perfectamente producto del subconsciente de una mente febril en pleno ataque de hipoglucemia. Mezclando una historia genuinamente fantástica con otra cotidiana que concede importancia a una casa a oscuras que pide a gritos ser... ¿rescatada? Por increíble que parezca, las semejanzas entre ambos mundos tienen su razón de ser, y van más allá de la típica lucha contra el bien y el mal, aunque los delirios del muchacho parezcan llevar por caminos conocidos. En otras palabras, el desarrollo de la historia es una delicia, no aburre en ningún momento, sin ningún tipo de relleno, con personajes muy variopintos y carismáticos y con un clímax a la altura de lo esperado. Lo que se dice, una aventura de nivel que no lo es todo, ya que encierra una trama con destellos de originalidad muy puntuales que invita a la relectura, porque encierra varios símbolos y significados que se comprenden cuando se tiene una visión del conjunto que solo se obtiene al final. 

Pero nada de todo esto sería igual sin el dibujo de Sean Murphy, inspirado y desatado, realizando unas splash page que deberían ser la envidia de los dibujantes más "hot" del momento. Los diseños son buenísimos, los enfoques muy atrevidos y la ambientación está muy conseguida, tanto en la penumbra de una vieja casa solo bañada por la luz de los relámpagos como en un mundo de fantasía que mezcla referencias de todo tipo, y no todas precisamente del género fantástico. Todo esto sin olvidar una perfecta caracterización de los personajes, todos con un gran dinamismo y expresividad, con una narración perfecta acompañada de un estilo único que dota de gran personalidad a la obra. En pocas palabras, un dibujo impecable, que mantiene el nivel en todo momento y que dejará a más de un lector deteniéndose a contemplar alguna que otra página antes de continuar con la interesante historia. 

En resumen, Morrison ha obrado el milagro, consiguiendo que me enamore de un argumento que reúne todos aquellos elementos que repudio. Pero una vez más, se demuestra que por mucho que "todo esté inventado" (fatídica frase), siempre habrá alguien con talento que consiga dar la vuelta o aprovechar todo aquello que suena a viejo. Joe el Bárbaro es esa clase de gran aventura, épica y maravillosa, con personalidad, por la que todos los estudios de Hollywood deberían estar peleándose. Pero da igual, porque ya tenemos la obra original para disfrutarla una y otra vez.

lunes, 31 de octubre de 2011

Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio

Llevamos mucho tiempo siendo bombardeados por adaptaciones de cómic en las carteleras de nuestros cines, más para bien que para mal. Digo esto último porque por muy mal que salgan algunas películas, siempre acabamos saciando nuestra curiosidad por ver cómo quedarían nuestros personajes favoritos en la gran pantalla. Aunque también hay que reconocer que las decepciones suelen ser constantes y a veces incluso dolorosas. En el caso del cómic europeo no cabe duda de que hemos encontrado verdaderas barbaridades. A la cabeza de la mediocridad se situarían las pésimas adaptaciones de Lucky Luke, Blueberry o incluso de Astérix, que son incapaces de igualar las versiones animadas que se realizaron con mayor destreza, ingenio y calidad. Podría ser que, realmente, es difícil trasladar a la imagen real ciertas aventuras y sucesos que funcionan mucho mejor en papel. Probablemente Spielberg y Jackson pensaron lo mismo a la hora de enfrentarse al reto de trasladar a la gran pantalla a este mítico personaje franco-belga que tanto nos ha fascinado a lo largo de las últimas décadas, y por eso decidieron aplicar la técnica de captura de movimiento en CGI que tan poca fortuna le ha concedido a directores como Zemeckis

Cuando salieron las primeras imágenes y trailers, algunos escépticos nos sentimos decepcionados por el uso de tan impersonal y poco fascinante técnica. Muchos preferíamos ver a actores de carne y hueso ofreciéndonos su propia versión de los personajes. Pero Spielberg obró el milagro, consiguiendo un efecto entre realidad y caricatura que sorprende por lo efectivo que resulta. No es imagen real, pero se acerca, y el resultado es sencillamente inmejorable. Esto no se debe solo a un buen trabajo de animación y diseño, sino también a una dirección tan asombrosa que solo puede provenir del maestro del cine comercial más auténtico y espectacular. Pero ojo, no es un espectáculo vacío, es pura narrativa, un desenfreno maravilloso en donde la vista jamás pierde la acción y sabe perfectamente qué es aquello que debe observar, por mucho que desfilen multitud de detalles a cada minuto que no tienen desperdicio. En otras palabras, es dinamismo y aventura en estado puro, sin perder de vista la historia o los personajes, dejando que que el espectador quede prendado a cada momento de lo que se está contando. Es, simplemente, Spielberg haciendo lo que mejor sabe hacer e incluso perfeccionándolo: el "más difícil todavía" en su máximo esplendor. Al final se comprende por qué recurrieron a este tipo de animación, ya que así el director se puede permitir realizar virguerías con la cámara y unas transiciones de escenas que pocos (o nadie) sabrían hacer de una forma tan convincente. 

Todo esto sin olvidar la maravillosa actuación de los actores que, aunque no estén ahí, se "sienten". Especialmente el carismático e incomparable Andy Serkis, sorprendiéndonos por segunda vez en lo que va de año con una interpretación del Capitán Haddock memorable, con toda la chispa y la diversión que es capaz de ofrecernos en su versión comiquera. No es que Jamie Bell (Tintín) o el dúo formado por Simon Pegg y Nick Frost (Hernández y Fernández) se queden atrás al respecto, pero no cabe duda de que el buen capitán, incluso por su papel en la historia, es quien más se lleva todo el protagonismo, con permiso del genial Milú. Pero es que en general, los personajes son quienes deben ser, mantienen la personalidad y las motivaciones intactas, con sus frases más características. Es, en definitiva, un trabajo de adaptación soberbio, la película nos transmite las mismas sensaciones que experimentamos con el cómic original, pero con el aliciente de lo que es capaz de transmitirnos una buena película de Spielberg. La suma de todo esto consigue que los niños disfruten y que los adultos se sientan niños. Es sencillamente una película entrañable, encantadora y muy divertida, que nos retrotrae a la infancia y que nos evade por completo, hasta el punto en que deseamos que no acabe nunca el entretenimiento. Casi resulta anticlimático que acabe tan pronto. ¡Ansiamos más! 

Descubrir que aún podemos sentirnos como un crío grande en los cines es el mejor objetivo que se puede conseguir con un producto de estas características. ¿Qué más se puede pedir?