miércoles, 2 de noviembre de 2011

Joe el bárbaro

Odio las historias típicas de fantasía. Me pone nervioso la clásica historia de "el elegido" luchando en un mundo donde debe ponerse del lado de la luz para enfrentarse a la dichosa oscuridad. El maniqueísmo del bien y el mal al extremo. Una premisa argumental que está tan exprimida en nuestros días, que no puede molestarme más, esté en el género que esté. Por eso, siempre procuro evitar ese tipo de historias. Entonces, si ese es justamente el punto de partida de Joe el Bárbaro, ¿por qué esta vez puedo dejar pasar este inconveniente? La respuesta tiene nombre y apellido: Grant Morrison

Este guionista escocés me ha dado tantas alegrías como decepciones. Lo mismo es capaz de escribir una de las mejores etapas que he podido disfrutar de los X-men, que luego me horripila hurgando en el mundo pre-crisis de Batman en sus colecciones actuales. Pero por encima de todo, hay que reconocer que, gusten o no sus obras, por lo menos siempre están impregnadas de su más que comentada personalidad. No suele seguir caminos trillados, franquea los tópicos con gran ingenio y siempre le acompaña la intención de hacernos pensar en lo leído de una manera u otra, aunque no siempre le salga bien la fórmula. En este caso, ha optado por crear su propia versión de La Historia Interminable, con todos los elementos característicos de este tipo de aventuras. De hecho, nuestro protagonista es un adolescente descontento con el mundo real que acaba, poco a poco, en un mundo fantástico que parece que solo está en su mente, que sostiene unos paralelismos muy claros con el mundo real. No suena a nada nuevo, ¿verdad? 

Pues bien, este es uno de esos casos en los que importa mucho más el aprovechamiento de la premisa que la premisa en sí. Aunque los engranajes son los mismos de siempre, los movimientos no corresponden a los típicos, y la forma en que funciona el mecanismo tampoco. Hablando claro, Morrison hila muy fino desarrollando todo un mundo que podría ser perfectamente producto del subconsciente de una mente febril en pleno ataque de hipoglucemia. Mezclando una historia genuinamente fantástica con otra cotidiana que concede importancia a una casa a oscuras que pide a gritos ser... ¿rescatada? Por increíble que parezca, las semejanzas entre ambos mundos tienen su razón de ser, y van más allá de la típica lucha contra el bien y el mal, aunque los delirios del muchacho parezcan llevar por caminos conocidos. En otras palabras, el desarrollo de la historia es una delicia, no aburre en ningún momento, sin ningún tipo de relleno, con personajes muy variopintos y carismáticos y con un clímax a la altura de lo esperado. Lo que se dice, una aventura de nivel que no lo es todo, ya que encierra una trama con destellos de originalidad muy puntuales que invita a la relectura, porque encierra varios símbolos y significados que se comprenden cuando se tiene una visión del conjunto que solo se obtiene al final. 

Pero nada de todo esto sería igual sin el dibujo de Sean Murphy, inspirado y desatado, realizando unas splash page que deberían ser la envidia de los dibujantes más "hot" del momento. Los diseños son buenísimos, los enfoques muy atrevidos y la ambientación está muy conseguida, tanto en la penumbra de una vieja casa solo bañada por la luz de los relámpagos como en un mundo de fantasía que mezcla referencias de todo tipo, y no todas precisamente del género fantástico. Todo esto sin olvidar una perfecta caracterización de los personajes, todos con un gran dinamismo y expresividad, con una narración perfecta acompañada de un estilo único que dota de gran personalidad a la obra. En pocas palabras, un dibujo impecable, que mantiene el nivel en todo momento y que dejará a más de un lector deteniéndose a contemplar alguna que otra página antes de continuar con la interesante historia. 

En resumen, Morrison ha obrado el milagro, consiguiendo que me enamore de un argumento que reúne todos aquellos elementos que repudio. Pero una vez más, se demuestra que por mucho que "todo esté inventado" (fatídica frase), siempre habrá alguien con talento que consiga dar la vuelta o aprovechar todo aquello que suena a viejo. Joe el Bárbaro es esa clase de gran aventura, épica y maravillosa, con personalidad, por la que todos los estudios de Hollywood deberían estar peleándose. Pero da igual, porque ya tenemos la obra original para disfrutarla una y otra vez.