sábado, 29 de enero de 2011

Marvel Héroes - Nick Furia Agente de S.H.I.E.L.D.

Existe la extraña necesidad de disculpar las faltas de cualquier obra que, de alguna manera, haya trascendido con el paso del tiempo y esté muy bien considerada debido a unas virtudes realmente innegables. Es el caso del Nick Furia de Steranko, al menos en los números que vemos recopilados en este tomo de Marvel Héroes, donde vemos una gran saga de unas nueve entregas, aunque sean de menos páginas al ser complementos de la célebre colección Strange Tales, dedicada al regreso de cierto villano de Hydra contra una S.H.I.E.L.D. primeriza y desprevenida.

Los primeros números tratan la entrada de Nick Furia en la organización que incluso hoy en día permanece ligada a él. Son unos números de Stan Lee y Jack Kirby que sirven de perfecta presentación para todo aquello que veremos a continuación a lo largo del tomo. En pocas páginas, como es habitual en estos artistas y creadores, se revelan una gran variedad de elementos con una imaginación desbordante que queda en la memoria del lector. Todo con unos diálogos propios de la época, con mucha verborrea y presunción por parte de unos personajes que se vanaglorian en todo momento de sus propios actos, sean éstos villanos o héroes. El maniqueísmo está presente en todo momento y ni el propio Kirby se molesta en esconderlo con sus dibujos. Es la inocencia que se destilaba por aquellos años, con cierto encanto y soltura que hoy en día perduran y se aprecia con cierto agrado si uno sabe lo que se va a encontrar.

Sin embargo, con la entrada de Steranko en la colección, aunque los números ganan en cuanto a virtuosismo gráfico con este dibujante tan detallista como imaginativo, pierden demasiado en cuanto a guión, volviéndose éste cada vez más torpe, más absurdo y más infantil en según qué momentos. Los diálogos del trío de secundarios de la base de S.H.I.E.L.D.: el agente Jones, Dum Dum Dugan y el agente Sitwell son un claro ejemplo del tono que nos acompaña en gran parte del tomo, un humor que ha envejecido fatal y que lejos de hacer entrañables a los personajes nos lo hacen cada vez más y más repelentes. 

No da la impresión de que estemos en ningún momento ante una organización de espionaje competente y capaz, todo lo contrario, el desapego por todo lo que sucede es tal que la lectura pasa lenta y monótona. El enemigo se infiltra de cualquier manera, Furia siempre está en constante amenaza, y cuando no lo está es capturado para posteriormente salvarse con el utensilio de turno que se saca (algunas veces literalmente) de la manga. En otras palabras, no existe la sensación de peligro, los personajes son planos y poco interesantes, los villanos son de opereta, los planes dejan mucho que desear, las peleas están acompañadas por frases supuestamente ingeniosas que en vez de acompañar a la acción despistan, algunos finales no se muestran sino que se explican en monólogos aburridísimos... Puede que sea la obra que creó todos los tópicos actuales, pero eso no la hace más interesante de cara al lector poco acostumbrado a estos excesos.

En resumen, nadie duda de su trascendencia, sobre todo en lo que se refiere al arte de Steranko, probablemente la única razón de peso para hacerse con el tomo. Es cierto que hay mucha imaginación y creatividad en estas páginas, pero el desarrollo es caótico y poco interesante, demasiados elementos hacen que el lector se salga de la historia cada dos por tres. Es una pena que haya envejecido tan mal.

miércoles, 26 de enero de 2011

El Padrino - Mario Puzo

Es sorprendente comprobar cómo hasta la novela original puede llegar a vivir bajo la sombra de una adaptación. En el caso de El Padrino de Mario Puzo, está claro que el escritor intentó perfeccionar su propia obra, esto se nota en exceso tras leer la novela, la cual no es que esté exenta de méritos, pero al lado de la famosa película de Coppola, no cabe duda de que ha envejecido bastante mal, pese a ser un excelente retrato ficticio de las mafias italianas que residen y operan en los Estados Unidos a lo largo del siglo pasado.

Lo primero que llama la atención es la asombrosa fidelidad de la adaptación. Indudablemente, ver la película antes de leer la novela la perjudica enormemente. No sólo porque engrandece aún más las virtudes de la primera, sino porque también deja más palpables los defectos de la segunda. Así pues, lo que tenemos es una novela muy ligada a su tiempo, que desde luego deja expuestas las inquietudes y pensamientos de su escritor, ya que su impronta personal está ahí en todo momento. Puzo era un hombre de su época, y así lo demuestra en su forma de tratar, por ejemplo, a la mujer, que es escrita en todo momento como un deseo sexual constante del hombre, siempre dispuesta al sexo y con descripciones bastante notables de sus reacciones químicas a la hora de sentir placeres corporales. Por otro lado, también sorprende la forma en que se describe el honor, la traición y el respeto, que son sin duda los conceptos que más atrajeron a numerosos lectores, ya que están soberbiamente expuestos.

Por otro lado, el desarrollo de los acontecimientos es tan fascinante como en el célebre filme, que tan bien supo adaptarlos. La historia de Vito Corleone y cómo su hijo Michael tomó su testigo está tan impecablemente bien reflejada como cabría esperar, tan fascinante, cautivadora y atrayente como cualquiera pudo haber imaginado en el medio escrito. Ahí es donde Puzo dio lo mejor de sí, su obra maestra. Sin embargo, no es un diamante tan pulido como cabría esperar. Su desarrollo es algo caótico y se pierde entre demasiadas banalidades que se multiplican muy especialmente cuando se centran tanto en personajes tan poco importantes para la trama central como Johnny Fontane o Nino Valenti, cantantes de las Vegas que protagonizan los capítulos menos interesantes de la novela. Es imposible evitar pensar que sus historias estarían bien en una obra aparte dedicada a ellos, pero para nada tienen la suficiente relevancia dentro de la trama de los Corleone como para que se les dedique tantísimo espacio. En otras palabras, Coppola hizo bien en obviarlos y se comprende muy bien por qué.

Pese a todo, es una novela muy aconsejable, que atrapa y fascina a partes iguales, pese a que se siguen con más fascinación unos capítulos que otros. Pero su lugar en el podio como la mejor novela de la mafia no hay quien se lo dispute, especialmente gracias al impecable desarrollo de un personaje tan tridimensional como es Michael Corleone.

domingo, 23 de enero de 2011

Africanus - El hijo del cónsul

Debo mencionar que no estoy nada acostumbrado a leer libros de más de 500 páginas. Nunca he tenido paciencia para aguantar tanto tiempo con un sólo libro, es un mal que estoy intentando curar ahora, primero con la trilogía de Escipión (cuyo primer libro es el que nos ocupa), la muy célebre saga de Canción de Hielo y Fuego y ya veremos si algún día logro darle una oportunidad a Los Pilares de la Tierra, que llevan en mi estantería desde hace ya casi dos años por lo menos.

Todo esto viene a cuento porque este libro, Africanus, pese a su extensión y mis prejuicios he podido acabarlo en menos de dos semanas. Esto se debe a que me ha resultado muy interesante y adictivo, aunque algo tiene que ver mi interés creciente por la historia de Roma, que tan fascinante me parece gracias a los tejemanejes de la familia de los Julios, que tan significativos fueron para el desarrollo de tan magno imperio. Pero esta primera entrega de la saga de los Escipiones es anterior a todo ello, narra las aventuras del joven Publio Cornelio Escipión, más conocido como "el africano", el azote de los cartagineses comandados por Aníbal que tan próximos estuvieron de dominar el territorio del imperio romano. Siempre es interesante ver cómo los romanos se parecen tanto en sociedad a nosotros mismos, con esa política repleta de hipocresía y puñaladas traperas, siempre con gobernadores capaces y otros más imbéciles que sólo buscan el beneficio personal por encima de todo y todos. Los debates de los cónsules y las decisiones que estos toman son, en mi opinión, uno de los mayores alicientes de este libro, que tan bien relata la vida cotidiana y política de esa ciudad y la de los países vecinos.

Sin embargo, no todo es tan magnífico, pese al rigor histórico, Posteguillo comete el error de ser quizá un tanto "hollywoodiense" a la hora de tratar a los personajes. Es decir, no cuela demasiado que los Escipiones y los Paulos, protagonistas de la novela, sean tan condenadamente buenos y ejemplares, mientras que Fabio Máximo, otro de los grandes cónsules de Roma en esa época, deja mucho que desear en cuanto a procedimientos e intenciones, muy villanesco en todo momento. Un poco más de objetividad entre ambos habría hecho de esta obra todo un ejemplo a seguir. Además, predomina demasiado el monólogo, muchos personajes relatan con pelos y señales todo lo que se les pasa por la cabeza. Por suerte, el escritor consigue mantenernos interesados gracias a que lo que cuenten nunca es tribial. Por otro lado, la obra se centra en exceso en unos pocos personajes pese a la gran cantidad que participó en los sucesos de las conquistas de Aníbal, lo que hace que se eche en falta un desarrollo un poco más coral, sobre todo para pulir la personalidad de algunos, que la mayoría son un tanto planos, siendo curiosamente Tito Macio el más redondo de todos en este aspecto, aún siendo protagonista de una subtrama poco ligada a las conquistas que, sin embargo, acaba siendo la más emocionante gracias al detalle con el que se explican los difíciles inicios del teatro romano.

Pero no querría acabar esta crítica, que tan descompensada me está quedando, sin sacar a relucir lo más sobresaliente de esta obra: las batallas. Colosales, magníficamente relatadas, inspiradísimas y muy descriptivas, sin ser jamás aburridas. De hecho, las batallas contra las fortalezas más famosas de Hispania de esa época están contadas de una forma inmejorable. Tanto la de Sagunto como la de Cartago Nova son bestiales, no sólo por lo emocionantes que resultan en cuanto al miedo y a la valentía que muestran los personajes, sino por las estrategias de las que se hacen gala, que la mayoría, si no eres historiador, no se ven venir. Decir que es lo mejor de la novela es quedarse corto.

Así pues, el primer contacto con esta trilogía de libros aprueba con nota. Ojalá esos fallos, que tampoco es que afecten demasiado en la lectura, vayan reduciéndose en las siguientes novelas para poder decir que estamos ante unos libros imprescindibles. Por el momento, me conformo con recomendarlos a todos aquellos que gusten de la historia de Roma. No os arrepentiréis si ese es vuestro caso.

viernes, 14 de enero de 2011

Fringe - Temporada 1

"La nueva serie del creador de Perdidos". Semejante frase publicitaria puede ser un tanto peligrosa, primero porque crea unas expectativas asombrosas para aquellos fans de la serie de los accidentados de la isla que difícilmente se podrán cumplir y luego porque hay otro sector del fándom que no confía en Abrams por ofrecer tantísimos misterios que se resuelven sobre la marcha sin demasiado ritmo o sustancia en su citada serie puntera. Yo estoy entre los segundos, así que tuve la ventaja de meterme de lleno sin esperar mucho, aunque también con bastante vagancia y con muy poca paciencia en cuanto a la posibilidad de que todo empiece a ir sobre demasiadas cosas sin respuesta. No es que desee que me lo den todo bien masticadito desde el principio, pero tampoco creo que deba por ello perdonar la falta de habilidad de un guionista a la hora de enfocar un argumento intrincado lleno de tramas que no se explican nada más insinuarse por primera vez. Para conseguir enganchar a alguien con esta intencionalidad hay que saber cómo hacerlo, ofreciendo tantos misterios como respuestas y consiguiendo que cada capítulo tenga su propio interés gracias a las subtramas que giran sobre la central y el carisma de sus personajes.

Pues bien, Fringe cumple sobradamente con todo eso y más. Para un servidor es todo lo contrario al proyecto anterior de Abrams. Siempre se tiene la impresión de que hay un plan para todo, que existe un elemento que une todos los cabos sueltos y esconde una gran trama detrás. Y esto se debe a un desarrollo que sólo se puede calificar de milimétrico, está muy bien pensado y desde luego hay pocas series que puedan presumir de dosificar las sorpresas de esa manera sin llegar nunca a cansar. Y eso que el esquema de cada capítulo de esta temporada es muy básico: Sucede algo gordo sobrenatural con una o varias víctimas mortales, la agente Olivia Dunham es informada, ésta se apoya en un genio perturbado llamado Walter Bishop para intentar descifrar el caso, durante el proceso deberá investigar (interrogando, abriendo unos cuantos cráneos... lo que sea) con la ayuda del muy ambiguo hijo de Walter: Peter Bishop. Al final "resuelven" los casos, pero siempre queda algo en el aire. Lo que pasa es que, a diferencia de Expediente-X (con la que comparte algún que otro detalle), la verdad ya no está ahí fuera. Mejor todavía: es mucho más interesante y lo abarca todo de una forma tan sorprendente que, pasados unos capítulos, ya será imposible desengancharse.

Como diría el Joker de The Dark Knight: Todo es parte de un plan. Lo mejor es que hasta eso da igual, es decir, es obvio que la trama principal es la más interesante y trascendental, pero eso no quiere decir que el resto sea adorno o simple morralla de relleno. Todo al contrario, el nivel de trascendencia es más o menos el mismo, dependiendo del caso, de lo que no cabe duda es que siempre es interesante y se van puliendo las personalidades de los personajes de una forma inesperada. Siendo esto último quizá lo mejor de la serie y lo que más empuja a verla. Walter Bishop es asombroso, carismático a más no poder, un enigma hasta para sí mismo y una especie de niño maduro que siempre tiene algo que decir, aunque sea como recurso cómico. Sus explicaciones de ciencia son propias de los mejores sketches del fabuloso Mundo de Beakman (algo que no debe interpretarse como negativo, ni mucho menos) y la interacción que sostiene con el resto de los personajes es realmente divertida e intrigante. Pero eso no es todo, Olivia Dunham, que parece la típica agente del FBI seria de televisión, acaba cogiendo tantos matices que incluso se posiciona a la altura de Walter en algunos momentos de la serie.

A esto sumémosle unos cuantos secundarios de lujo, mucha jerga científica expuesta de forma clara, una genial trama central y todo un mundo repleto de elementos por descubrir. No cabe duda de que Fringe, pese a su inicio dubitativo, acaba cogiendo un ritmo realmente vertiginoso, con mucha personalidad y con un argumento que es todo un puzzle a resolver. El enganche es irreversible, ahora queda por ver si esta vez estará a la altura de unas expectativas que, esta vez, las tiene por méritos propios.

domingo, 2 de enero de 2011

Boardwalk Empire - Primera Temporada

Erase una vez, Atlantic City en los célebres años 40. La ley seca es acogida con cierta frialdad pero también con cierto regocijo por parte de un pequeño sector de la población de la ciudad. En medio de todo, está el inefable y carismático Nucky Thompson, hombre de recursos cuya control de los negocios cubre más terreno de lo que uno podría llegar a imaginar. Tanto, que hasta la vida de algunas personas, secundarios de la serie, está condicionada por sus actos. Es algo así como el ser imperfecto que, sin embargo, lo cambia todo sólo por estar ahí presente. Sus ambiciones son tales que hasta el espectador se siente aturdido por su forma de proceder y hablar, para posteriormente sorprender mucho más su humanidad.

A grandes rasgos, esto es Boardwalk Empire. No es que gire exclusivamente alrededor de la figura del citado Nucky, pero desde luego todos los personajes están condicionados por sus acciones. Y son muchos los secundarios de gran interés que se pasean por la serie, algunos tan notables como el mismísimo Al Capone. Esta adaptación de la novela de Nelson Johnson comienza fría, incluso impersonal, como si la dirección de Martin Scorcese (director del episodio piloto) fuera más un gozo visual que una forma notable de contar la historia. Al principio hay tal amontonamiento de sucesos que uno no sabe muy bien cuál es la trama central. Sólo se sabe que hay numerosos personajes, unos más importantes que otros, con mucha historia detrás y mucha ambición, hasta en aquel que parece a simple vista más noble y altruista. La ambigüedad es la protagonista, sin duda, ya que se entienden las intenciones y aunque no se disculpen, por lo menos reciben un mínimo de comprensión al identificarnos con la situación en la que viven.

Lo que nos lleva al rasgo más positivo de esta temporada: La impresionante ambientación y aún más sobresaliente recreación de esa ciudad costera en aquellos interesantes años. Resulta curioso ver en una serie de HBO todos esos ingredientes que jamás han echado atrás a la cadena en un contexto tan bien aprovechado, no hay tema tabú para la serie, aunque de eso ya estamos más que acostumbrados a estas alturas. Cabría recalcar también que, esa frialdad de la que se hablaba en el anterior párrafo, desaparece por completo pasados algunos capítulos. Los personajes tienen tal tridimensionalidad que al final es imposible no caer rendido ante ellos. La trama mafiosa de corrupción y extorsión acaba en un impredecible segundo plano, no es lo que más ha importado en esta ocasión, ni muchísimo menos. Ahí se nota la mano de Terence Winter, que lejos de querer ofrecer un espectáculo de balas y sangre ha preferido ofrecernos un drama fascinante con personajes a la altura de las circunstancias, dispuestos a todo y despojados de todo tópico.

Resumiendo, Boardwalk Empire no sorprende por ofrecer una buena historia de mafia y corrupción, que la tiene, sino por transmitirnos una serie de situaciones en donde nada es lo que parece y donde se comprueba que resulta muy sencillo caer en la tentación de la corrupción y el pecado. Al final, eso es lo que ha sido esta temporada: una destrucción abismal del sueño americano. Y aunque no haya sido todo lo fascinante que podría ser en su primera mitad, la otra nos convence con creces de que estamos en una gran serie que todavía tiene que despegar. Y lo mejor de todo es que nos deja convencidos de que lo mejor está por llegar y que, además, llegará.