viernes, 13 de enero de 2012

Marvel Héroes. Iron Man - La semilla del dragón

Cuando sacaron la saga de la Segunda Guerra de las Armaduras en el coleccionable de Marvel Héroes de Panini, muchos nos quedamos asombrados por el magnífico dibujo de un Romita Jr. por aquel entonces pletórico y superior al resto de sus contemporáneos en espectacularidad y composición. Tanto, que esas asombrosas viñetas nos hicieron dudar de si realmente el guión era para tanto, especialmente porque los mismos quedamos irremediablemente enganchados a la subtrama del Mandarín, por su componente místico y por el carisma que desprende esta enigmática figura, rediseñada de una forma tan convincente que después resulta extraño verla con los atuendos habituales. Resumiendo, teníamos ganas de más, y gran parte del mérito lo tuvo el dibujante que, en esta ocasión, demostró que a veces el dibujo, no solo bueno sino también efectivo, puede ser crucial a la hora de disfrutar un cómic de superhéroes. Tampoco hay que olvidar que John Byrne goza de una gran admiración y prestigio, al fin y al cabo ha creado etapas memorables que muchos recuerdan con agrado. Por eso, pese a que sabíamos que Romita Jr. no estaría al cargo de la saga posterior, teníamos una enorme curiosidad por ver el plan del Mandarín al completo y alguna explicación sobre su misterioso acompañante, por lo que pedimos con ganas la publicación de la saga de La semilla del dragón. Hicieron caso a nuestras súplicas y aquí la tenemos al fin. ¿Merecía realmente tantas peticiones? 

Pues visto lo visto... no. Este es uno de esos casos en los que hay que tener cuidado con lo que se desea. No cabe duda de que muchos deseábamos "tapar" ese hueco de nuestra colección, queríamos completar la historia recién empezada. Pero a decir verdad, aún yendo advertido por varios de los lectores que ya "disfrutaron" de la misma en su momento, nunca llegué a imaginar un descalabro como este. Principalmente porque independientemente de lo bien o mal escrita que esté, de cómo sea su desarrollo o de si es épica o no, lo peor que nos podemos encontrar en un producto de estas características es un cúmulo de malísimas ideas que se dedican a explicar orígenes de personajes que ganaban mucho más con el halo de misterio que antaño poseían. Siendo lo más grave el recurrir a la enésima revelación marciana (a todos los niveles), destrozando todo concepto místico que hubiere para convertirlo en algo intergaláctico, al más puro estilo Los Inmortales 2 (del mismo año que esta saga, qué casualidad). Decir que Byrne no estuvo inspirado es decir poco. 

Hoy en día, lo que hace Byrne en este tomo, estaría seguido de montones de críticas negativas por Internet, por fácil, por redundante y por cutre. El último adjetivo es el que mejor describe este tomo, el guionista se permite reescribir la historia de tres personajes relacionando tres mitologías distintas de la forma más absurda posible. Nunca he visto tal cúmulo de imposibles casualidades, y decir eso siendo lector de superhéroes significa mucho. Es, sencillamente, un muy mal trabajo, una actualización pésima de orígenes y la eliminación de un montón de posibilidades que tras las mediocres revelaciones ya no tienen cabida alguna. Para colmo, hay fallos flagrantes de guión, cosas como la supuesta enfermedad de Tony Stark, de la que dramatizan en exceso para lo mucho que puede hacer luego nuestro valeroso y arrojado protagonista. Sin pies ni cabeza, vemos a los personajes sufrir momentos de indefensión solo cuando las circunstancias lo exigen, para luego hacer como que se olvidan de ello. Resulta curioso que el anodino, que no malo, dibujo de Paul Ryan sea lo más aceptable del tomo. No es ninguna maravilla y desde luego está muy por debajo de lo que Romita Jr. nos había ofrecido anteriormente, pero en él vemos más esfuerzo que en el guión, aunque éste no sea difícil de superar, ofreciendo un trabajo correcto que no brilla pero por lo menos se digna en contarnos adecuadamente la historia. Eso sí, uno no puede evitar pensar si habría estado mucho mejor todo este tinglado en manos de alguien bastante más ingenioso, especialmente con los diseños. 

En resumen, un trabajo bastante pobre repleto de muy malas ideas. Es un precedente claro del Byrne que luego trataría de reescribir a sus personajes favoritos de Marvel a su antojo a lo largo de los noventa con muy malos resultados. La verdad, no es nada recomendable.

miércoles, 4 de enero de 2012

Deadwood - Temporada Uno

Antes de entrar en materia, comencemos con lo principal: nunca me han gustado las historias ambientadas en el western clásico americano. Esto puede deberse a la saturación que sufrí en mi infancia cuando en la televisión de mis tíos y abuelos no se veía otra cosa, me resultaba todo tan repetitivo que no le veía ni aliciente ni atractivo. Esa impresión no cambiaría hasta la llegada de Sin Perdón, un western crepuscular de Clint Eastwood (como director y actor principal) que pese a su condición referencial supo calarme hondo con una propuesta en donde la fina línea entre el bien y el mal apenas se divisa entre unos personajes tan tridimensionales como entrañables dentro de sus crudas características. En otras palabras, se salía de lo establecido y supo sorprenderme, por eso me quitó la venda de los ojos y eliminó varios de mis injustificados prejuicios. Poco después, descubriría que en el género tenía mucho por descubrir, y que algunos de sus temas más comunes son compartidos por los mismísimos superhéroes, sobre todo por aquello del héroe altruista que no duda en arriesgar su vida con tal de impartir su propia justicia. Vería así la figura del anti-héroe en el genial Hombre sin Nombre del ya mencionado Eastwood en la famosa trilogía del dolar de Sergio Leone. Pero antes de seguir divagando, he de explicar que el párrafo sirve para explicar por qué decidí darle una oportunidad a Deadwood, que fue básicamente porque me sentí por fin preparado para ver una serie de esta temática, ya que no es lo mismo dar una oportunidad a una película de dos horas que a una serie que puede durar más de 200 si posee más de una temporada. Así pues, veamos por qué es tan especial esta apuesta ya finiquitada de la HBO

Después de haber visto la primera temporada, la primera conclusión que saco es que me habría gustado igual sin toda la preparación previa anteriormente mencionada. ¿Por qué? Porque sencillamente, y como era de esperar para cualquier neófito de la cadena, Deadwood no tiene ni un solo tópico del género, no repite nada que ya hayamos visto antes y más que narrar una historia clásica de cowboys lo que hace es precisamente mostrar lo que mejor saben mostrar los responsables de algunas de las mejores obras televisivas de la última década: ofrecer una historia de conspiraciones que recuerda más a la mafia que a cualquier otra cosa ambientada entre Saloons y oficinas del Sheriff, con personajes que nunca sabes por dónde te pueden salir y ofreciendo también retazos de historias reales. Es más, lo que hace realmente especial a esta serie por encima de todo es el tratamiento atípico que realiza en personajes históricos conocidos, algo similar a lo que ya vimos con Julio César en Roma o como están haciendo con Nucky Thompson en Boardwalk Empire. Por eso, resulta fascinante seguir a gente como Calamity Jane, Seth Bullock o el legendario Wild Bill Hickock (interpretado soberbiamente por Keith Carradine) entre muchos otros. Y entre todos ellos narran el nacimiento y la evolución que sufrió el lugar conocido como Deadwood, mostrando así un acercamiento bastante verosímil del verdadero rostro de la América del siglo XIX. O dicho de otra forma, el derrumbamiento de cualquier visión romántica sobre el supuesto progreso de uno de los países más poderosos del mundo moderno. 

La primera temporada sirve de introducción a ese lugar maldito que no ofrece nunca una cálida bienvenida a nadie. Se trata de un campamento que ni siquiera pertenece a la jurisdicción de la época, en el que malviven aquellos que no son capaces de mantener sus posesiones por sí solos, donde es fácil perder la vida entre las calles de barro y donde tu propio cadáver puede acabar siendo pasto para los cerdos si no sabes cuidar tus espaldas. Es, en definitiva, un lugar sin ley, repleto de gente corrupta e indudablemente peligrosa. Entre todos ellos destaca Al Swearengen, interpretado por Ian McShane con una convicción de hierro, quien no duda en ejecutar a todo aquel que no sirva para sus propósitos, siempre que no le perjudique dicha acción. Es un metódico empresario que se acerca más a Tony Soprano que a cualquier otro personaje del género que se te ocurra, por eso resulta tan interesante verlo moverse en un terreno tan adecuado para su forma de ser. Lo mejor es que no tarda en encontrar la horma a su zapato en el grupo que simpatiza con Hickock, quienes entablan lazos de amistad que a su vez se convierten en motivo de enemistad para este conspirador incansable. Los actores, por lo tanto, realizan un trabajo titánico en una trama repleta de drama, crudeza y desesperación. En ocasiones, entre asesinatos y casos aislados como el del sarampión (hoy en día una nimiedad, en aquel entonces una plaga peligrosa), es fácil encontrar el derrumbe emocional de alguno de los personajes, siendo el doctor Cochran quien más destaca, pues es quien más contacto tiene con la muerte que rodea el lugar. Aunque alguna vez, algún sorpresivo rayo de luz y esperanza, consigue romper la rutina mostrando un contraste soberbio que consigue hacer mella en el propio espectador. 

¿Qué es Deadwood entonces? Otra gran serie más de la cadena, que nos malcría con este tipo de exquisiteces. Con una notable factura técnica, geniales decorados, mejores actores y un sólido desarrollo acompañado de una intachable dirección, sin duda esta primera temporada ya supone un clásico televisivo que no se puede evitar recomendar.