lunes, 30 de agosto de 2010

The Wire, temporada 1 - La filosofía de Baltimore

-Tío, el que haya inventado esto [refiriéndose a las croquetas de pollo] es un genio. -¡Claro que sí! -El desgraciado le sacó el hueso al maldito pollo. Antes de él, la gente masticaba patas de pollos y se engrasaban los dedos. Le dijo "adiós" al hueso. Metamos la carne en croquetas y hagamos un buen dinero. -¿Crees que le pagaron? -¿A quién? -Al que inventó las croquetas. -Ganó pasta para cagarse. [Entra otro personaje en la conversación] -¿Por qué? ¿Crees que le dieron un porcentaje? -¿Por qué no? -Por favor, hermano, el hombre que inventó estas cosas es un pobre tipo en el sótano de McDonald´s que piensa cosas para que sus jefes ganen dinero. -No, tío, eso no estaría bien... -A la mierda el bien. No importa lo que está bien, sólo importa la pasta.¿Crees que Ronald McDonald va a bajar a ese sótano para decir: "Sr. Croqueta, es usted lo más"? [...] Tonterías, el tipo que inventó esas cosas aún trabaja en el sótano por un sueldo normal pensando en algo para que las patatas fritas sepan mejor. Creedme.

-Estos son los peones [hablando sobre el ajedrez]. Son como soldados. Se mueven así, sólo un espacio hacia delante excepto cuando pelean. Entonces es así o así. Y son como el frente de batalla, están siempre peleando. -¿Y cómo te conviertes en rey? -No se trata de eso. Mira, el rey es el rey, ¿de acuerdo? Todo permanece igual excepto por los peones. Si un peón llega hasta el lado contrario del tablero se convierte en reina. Y como dije, la reina no es ninguna boba. Ella tiene todos los movimientos. -Bien, entonces... ¿si llego hasta el otro lado, yo gano? -Si atrapas al rey del otro tipo, entonces ganas. -Pero si llego hasta el otro lado soy el líder. -No, no es así, mira. En el juego, a los peones se los cargan fácilmente, salen del juego muy rápido. -A menos que sean unos peones inteligentes.

No suelo comenzar los posts con extractos de diálogos de series, películas o cómics. Pero lo cierto es que esta ocasión bien lo merece. Hace cuatro años, cuando apenas me interesaban las series o no les prestaba atención, cuando sólo me preocupaba por ver la nueva temporada de Héroes o seguía Perdidos en la televisión porque no tenía nada mejor que hacer, me recomendaron una serie muy extraña que no iba de nada muy concreto, tan sólo de personajes intentando cumplir con sus quehaceres sin maniqueos de ningún tipo. Así fue como intentaron recomendarme The Wire (Bajo escucha en España).

Y la verdad es que el mundo de la propia serie, su universo y sus propios habitantes, tiene tanta personalidad y resulta tan reconocible todo que resulta sencillo dejarse llevar por esos lugares tan lejanos en espacio y a la vez tan cercanos a nosotros en cuanto a naturaleza humana se refiere. Lo primero que llama mucho la atención es que es una serie que jamás va a lo fácil, que si no vas predispuesto a seguirla con el suficiente interés y concentración puedes perderte partes vitales de la trama con una facilidad inusitada. Todo es importante, ningún personaje sobra, todos los diálogos pueden llegar a ser cruciales para el desarrollo de la investigación principal (por la que gira toda esta primera temporada) y sobre todo proféticos. 

Esa es la mayor maravilla de la serie, que hasta la conversación más banal, ya sea sobre ajedrez o croquetas de pollo en el pútrido sofá naranja del patio de las torres de Baltimore, puede ser más importante que la acción en sí. Una acción que viene dosificada y cuando debe, jamás destacando por encima de las conversaciones o las demás pesquisas de los personajes. Unos personajes que se encuentran sumergidos en una trama coral donde todos se entrelazan con la misma importancia que cualquiera, en donde cualquier comentario ingenioso puede llegar a ser determinante para esa peligrosa partida de ajedrez  entre detectives, policías, miembros del FBI, traficantes, ladrones, drogadictos y toda esa fauna urbana que jamás se pintó con unos colores tan pálidos, crudos y realistas. Tanto que incluso parece que la historia no avanza en los primeros capítulos, para luego sorprendernos con la manera en que se ha cocido a fuego lento los diferentes ingredientes de esta compleja y enmarañada red de mentiras, intereses y ambigüedad por los cuatro costados.

Lo que se dice la vida misma. Permaneceré atento, a ver qué más es capaz de ofrecerme esta pedazo de crónica detectivesca. Yo diría que las cosas se van a poner aún más chungas por Baltimore.

domingo, 22 de agosto de 2010

Centurión - El fin de la 9ª legión

Hacía tiempo que no veía una película tan cruda y ambigüa. Quizá se deba al empacho de películas protagonizadas por buenos muy buenos y malos muy malos, que son la mayoría de las que he visto últimamente. Por ello, Centurión ha tenido la suerte de caer en el mejor momento posible, precisamente cuando más necesitaba cierta cabronería por parte de los dos bandos enfrentados entre sí. Es algo que, además, siempre es recomendable en filmes de corte histórico como este, aunque en esta ocasión la época en que está ambientada la historia es tan sólo una mera excusa para presentar un guión que se ciñe en los intereses de su director, y también guionista, Neil Marshall. Así pues, que nadie se equivoque: Centurión es una película de persecución constante al más puro y literal "aquí te pillo, aquí te mato" y más cercana al cine de psicópatas que a la trama que narra las conspiraciones y conquistas de un imperio. Si alguien quiere ver un relato sobre Roma, su gente y sus costumbres mejor que busque en la serie de HBO de dos temporadas, aquí lo que vamos a ver es un duro relato de supervivencia desesperada.

De eso trata precisamente el filme: Transcurre en Bretaña, año 117 de nuestra era, cuando un grupo de soldados romanos de la novena legión lucha por salvar sus vidas después de sufrir un ataque de la guerrilla local que les cuesta la vida de casi todos sus hombres e incluso secuestran al mismo centurión. Los pocos supervivientes, liderados por Quintus Dias, deberán atravesar media península para llegar a la frontera antes de que las hordas guerreras británicas acaben con todos ellos.

Lo primero que llama la atención es la fotografía y la banda sonora. En todo el desarrollo, el filme hace gala de una belleza visual y sonora apabullantes, mostrando una Bretaña realmente preciosa, con una naturaleza tan pura como amenazante, casi es una extensión de sus bárbaros habitantes. Desde los mismos créditos, de hecho, el director se muestra generoso con los grandes planos generales, realizando travellings tan notables que harían que hasta Peter Jackson sintiera envidia. Aunque eso sí, se abusa tanto de ellos como de la crudeza mostrada a lo largo del viaje. Un viaje que, por otro lado, peca de irregular, mostrándose interesante en algunos momentos y cansando en otros, especialmente cuando uno no ve el fin del mismo. Pese a todo, mantiene un ritmo aceptable que transcurre entre la tensión de la persecución enemiga y la lucha contra los elementos de la naturaleza, además de contar con momentos inesperados en donde al final nada es lo que parece, revelando la barbarie se encuentra hasta en las sociedades más aristocráticas y presuntamente nobles.

No es, en definitiva, una película fácil. Si no eres capaz de meterte en la piel de los supervivientes y sentir en tus propias carnes y entrañas el terrible paso en falso que se puede dar de un momento a otro, evidentemente te aburrirá. Sin embargo, pienso que la historia, aunque simple y directa, difícilmente podría estar mejor traída. Todos los personajes tienen motivos para actuar como actúan, y nadie se salva de cometer hasta el acto más deplorable. Los actores, además, cumplen de sobra con su papel, siendo Dominic West una agradable sorpresa, al poner en bandeja su carisma para que sintamos aún más sus desdichas. Aunque tanto Michael Fassbender como Olga Kurylenko no desmerecen en absoluto en sus respectivos roles de protagonista y antagonista. Una hora y media es la duración perfecta para una película sincera y honesta con lo que quiere contar, que está siendo excesivamente vapuleada quizá por no contar con un director de renombre al que perdonar sus excesos y defectos.

En mi opinión, es de lo mejor que he visto en cartelera este año y mucho más redonda y compacta que muchos filmes similares más desafortunados, tales como El Rey Arturo o Druidas, aunque eso tampoco sea mucho decir.

sábado, 21 de agosto de 2010

Los Mercenarios - El festival de acción noventera por excelencia

Últimamente el cine de acción está de enhorabuena, después de un parón bastante considerable en donde las películas más destacables de este género en la cartelera nos hacían llevarnos las manos a la cabeza para luego llorar por el regreso del buen hacer de antaño, por fin estamos viendo propuestas interesantes, divertidas y por lo menos correctas, de las que hacen que uno aplauda con las orejas tras tantos malos tragos. Y lo bueno es que vienen casi a la vez, por un lado tenemos el Equipo A, luego la que nos ocupa de Stallone y finalmente tendremos Los perdedores. Todas presentan personajes carismáticos interpretados por actores más que destacables, mucha pirotecnia y cachivaches de todo tipo, una ristra de explosiones y tiros bastante considerable, pocas mujeres y mucha testosterona... No se puede decir que en esos aspectos podamos quejarnos siquiera.

Entonces, ¿qué puede salir de una película donde aparecen Stallone, Statham, Rourke, Jet Li, Lundgren y demás bestias del cine de acción noventero y del nuevo siglo? Pues lo que ofrece Los mercenarios: Tiros y más tiros, placajes, montones de hostias por doquier, explosiones a tutiplén, cuchillos, metralletas, músculos con las venas bien marcadas, persecuciones, coches volando, edificios cayendo... Lo tiene todo, por tener tiene incluso los tópicos más vistos del cine de acción de hace dos décadas: Damiselas en apuros, malos que maltratan a las mujeres sin ningún pudor, la típica dictadura bananera malvada (aunque con un buen giro de tuerca), el ex-agente de la CIA sin escrúpulos, armas con nombres de mujeres, el consabido mensaje del alma atormentada... y un largo etc. Stallone se lo ha tomado muy en serio a la hora de hacer un festival que homenajea por completo el cine que lo hizo famoso, hasta el punto en que sus personajes llegan a ser parodias de otros que los actores interpretaron (buenísimo en ese aspecto el momento en que se juntan esas tres leyendas en la Iglesia, especialmente cuando hablan de lo mucho que le gusta al personaje de Stallone meterse en la selva) realizando montones de chistes autoreferenciales que indudablemente dejan escapar una sonrisilla de complaciencia cuando son comprendidos.

Es decir, la película es justo lo que cabría de esperar de ella. Ofrece lo que dice que va a ofrecer y es honesta en ese aspecto, no se le puede pedir más, lo mejor que se puede decir de ella es que es directa y va al grano. Y sin embargo, sabiendo todo esto, a mí me dejó bastante frío, sobre todo para haber asistido a una reunión de actores míticos del género. Creo que se debe a la falta de pretensiones, a un guión aburrido y manido con situaciones que hemos visto tantísimas veces que ya nada de lo mostrado nos sorprende. De hecho, por el final peca de querer ir más allá que otras películas en cuanto a víctimas, explosiones, tiros, peleas, cuchillos... y todo lo que se te ocurra, hasta el punto en que uno acaba saturado y bastante quemado. Pero ese es el principal problema, más allá de los actores y los chistes referenciales (que son magníficos, si no lo mejor del filme) no hay nada: ni originalidad en alguna situación (tampoco pido Shakespeare), ni giros argumentales que nos revelen alguna sorpresilla, ni drama, ni alguna cosa memorable más allá de una "mascletá" digna de las mejores fiestas valencianas. Además, la reunión de cracks noventeros se queda coja, hay mucho cameo y poco aprovechamiento de lo que hay, aparte de que dentro de los Mercenarios casi sobran Terry Crews y Randy Couture, que están muy por debajo del resto. Por no hablar de los villanos, que ya podrían tener más empaque y un poco más de carisma.

En definitiva, ofrece lo que cabría esperar de la película, pero tampoco me parece la panacea del cine de acción de antaño, aunque esté muy encima de lo que se venía ofreciendo últimamente. Está bastante bien si quieres disfrutar de acción a tutiplén sin complicaciones, pero yo, personalmente, por mucho Stallone, Statham o Li que hayan... me quedo por el momento con la adaptación del Equipo A. Aunque sea por muy poco.

sábado, 7 de agosto de 2010

Airbender, el último guerrero - Inicio de una saga acabada

Shyamalan no es santo de mi devoción, no todas las películas de su interesante filmografía han llegado a ser de mi agrado, ni mucho menos las dos últimas producciones que realizó antes que esta. Sin embargo, aunque muchos puedan confundir mi crítica con un ataque velado contra el cineasta, nada más lejos de la realidad. Sinceramente, esperaba que esta adaptación de una serie de la cual he visto pocos capítulos fuera mi esperada reconciliación con este autor que, por mucho que me pueda decepcionar, siempre tiene algún conejo en la chistera con el que sorprenderme, aunque sólo sea gracias a sus propuestas e inimitable estilo. Por desgracia, hasta los más acérrimos seguidores del realizador tendrán que reconocer que esta no es una de sus mejores obras, y puede que incluso se trate de uno de los proyectos en los que más necesitaba desprenderse de su propia personalidad.

Y digo esto porque la susodicha queda totalmente sepultada en una trama que deja bastante que desear. No dudo de la destreza de este guionista y director, pero adaptando una serie de cierta extensión (aunque sólo haya hecho lo propio con la primera temporada) diría que ha fracasado estrepitosamente. Esto se debe a que los personajes carecen de gracia, de carisma, de evolución o incluso de cualquier personalidad que pueda achacárseles. Cierto es que los diálogos y los actores no acompañan, no hay nada salvo el vestuario o el maquillaje que nos recuerde a los carismáticos personajes de la serie. Son todos muy robóticos, casi impersonales, totalmente vacíos de sentimiento, como si reaccionaran sólo por indicaciones de alguna mano invisible. Todos se expresan igual, todos reaccionan según el manual y ni siquiera tienen el protagonismo que merecen. Se salva la interpretación de Dev Patel, que resulta muy convincente como el ambiguo Zuko, teniendo incluso la mejor línea de diálogo de todo el filme (que es, para quien quiera saberlo, aquella en donde se comenta por qué prosigue con su cruzada cuando puede dejarla en cualquier momento).

Una película con un desarrollo precipitado y atropellado, que pretende abarcar demasiado sin llenar los minutos con aquello que más necesitaba: Sensación de viaje (las escenas se cortan de manera chapucera y los personajes cambian de sitio como si nada, sin explicación alguna) y un mayor tratamiento en los personajes: más compañerismo, más interactividad entre ellos, más conversación, más cotidianidad... más vida, en definitiva. Ese desapego emocional casi total hunde por completo las buenas ideas del guión, que en verdad son pocas y se encuentran desperdigadas. Su mensaje de ecologismo (respeto a la naturaleza, la humanidad conviviendo con los elementos) y pacifismo se muestra manido y mal aprovechado. Y es una lástima, porque realmente lo tenía todo para ser una magnífica historia de aventuras protagonizada por niños. Pero ni siquiera gustará a los pequeños, y los fans sólo verán una adaptación fiel, pero sin el alma de la serie. Los personajes, de hecho, están totalmente irreconocibles.

Una verdadera pena, porque en cuanto a coreografía, efectos especiales, banda sonora (grandísimo James Newton Howard), escenografía, ambientación, vestuario y maquillaje es portentosa, está cuidada al máximo y llega a sorprender. ¿Por qué tenía fallar Shyamalan precisamente en el guión, montaje y desarrollo? No se puede construir un castillo de naipes sin una base que pueda sostener la parte superior. Otra vez será.

Antes de acabar, dos notas importantes que no tienen que ver con la película en sí. Primero, la vergonzosa traducción del título, que habiendo sido traducido tan adecuadamente como El último maestro del aire en muchos sitios, resulta incomprensible mezcla bilingüe que nos encontramos en España. Y la otra: evitad verla en 3D. Es un auténtico timo. 

martes, 3 de agosto de 2010

Robin y Marian: El amor crepuscular

Últimamente vemos filmes tan típicos y tópicos, incluso encorsetados en una apariencia supuestamente transgresora, que cuando nos encontramos con uno que ofrece una inesperada bofetada emocional, no sabemos ni cómo reaccionar. Eso es generalizar demasiado, realmente hay de todo en las carteleras actuales, lo que ocurre es que suele abundar lo más previsible. Por ello, cuando creemos ver una película dirigida por un director clásico, unos actores míticos y que versa sobre las aventuras de una leyenda tan conocida como Robin Hood, que cuenta ya con tantas adaptaciones, lo último que esperas es un filme tan melancólico, triste y crepuscular como este. Es, en otras palabras, lo que hubiese deseado realizar Ridley Scott en su versión sobre el arquero.

La película trata del regreso de Robin Hood a los bosques de Sherwood tras haber participado en las batallas del Rey Ricardo Corazón de León, reencontrándose con viejos amigos y con su querida Marian. Enseguida comprobará que las injusticias prosiguen con una fuerza desmedida, que sus amigos no están a salvo por culpa de las severas leyes del Príncipe Juan (quien tiene una aparición breve, pero poderosa, de apenas cinco minutos) y que incluso Marian ha cambiado con el tiempo de una manera que nuestro aún entusiasta protagonista jamás podría haber predecido. No obstante, eso no impedirá que, a su avanzada edad, decida hacer frente al enemigo con un grupo reducido y un Sheriff más tenaz y decidido que nunca.

En un principio, el filme parece uno más de aventuras de Richard Lester (Los 3 mosqueteros: Los diamantes de la reina, Superman 2), incluso conservando su peculiar humor, el cual siempre he encontrado un poco infantil e inadecuado (esta película no se libra de dicho tono cómico en algunas escenas, aunque aquí sirve para relajar un poco el dramatismo). Sin embargo, la fuerza de unos diálogos tan conmovedores y profundos acaba cambiando por completo la perspectiva que se pueda tener sobre la misma. De hecho, a medida que avanza la trama, ésta se hace cada vez más y más cruda y melancólica, llegando a mostrar momentos de difícil escapatoria en los cuales deseas la llegada de un deux machina que lo resuelva todo. Pero al final nada es lo que esperas, la realidad choca contra la leyenda y la voltea, tumbándola de una forma tan poética como cautivadora. El amor toma el protagonismo más absoluto, un romanticismo como pocas veces se ha visto, a la altura de la historia original de Romeo y Julieta. Se trata de un amor que no atiende a la razón, que se torna tan grande que incluso dirige el destino de los protagonistas. Sin duda, uno de los filmes más bellos que se hayan realizado jamás en este aspecto, aún contando con unas batallas que dejan mucho que desear en su realización, siendo esa la única pega que puedo reseñar sobre el mismo.

Por otro lado, antes de que Russell Crowe o Kevin Costner echaran abajo la imagen del eterno Robin Hood de Errol Flynn, Sean Connery ya tomó el papel del héroe de un modo bastante peculiar, con sus no pocos años y un aspecto más rudo de lo que estábamos todos acostumbrados. Lo cierto es que aquí lo podemos encontrar en uno de sus mejores papeles, con una nobleza inusitada y un encanto endiablado, que rivaliza con el de una Hepburn que se aleja totalmente de su propio estereotipo, interpretando a la Marian más enamorada y a la vez más trágica que se haya visto jamás. Ambos están fantásticos en sus papeles, muy creíbles tanto en su relación como en la madurez de sus personajes. Además, Robert Shaw como villano, resulta realmente respetable y noble, nada maniqueo, hasta el punto en que parece un viejo amigo de nuestro protagonista metido en una situación sin vuelta atrás.

Esto sí es humanizar el mito. Hace que me pregunte si Ridley Scott llegó a ver siquiera este cautivador filme, porque, como ya he dicho, es todo lo que debería haber sido su versión. Hasta el Ricardo Corazón de León aquí mostrado es mucho más cafre y fiel al histórico. ¿Quién da más?

domingo, 1 de agosto de 2010

True Blood - Segunda Temporada (Cómo otros seres fantásticos entran en escena)

Cuando se realiza una temporada tan completa, que revela tantos misterios y trata tantos temas, ¿qué te queda por contar en una segunda? Lo cierto es que True Blood cierra muy bien su primer arco argumental, dejando pocos cabos sueltos (si no contamos con los cliffhangers finales, claro está) y resolviendo la mayoría de las situaciones que estaban preocupando al pequeño pueblo de Bon Temps. Que, por cierto, al paso que va, poco tendrá que envidiarle a Smallville en cuanto a sucesos extraños y víctimas mortales. Pero resulta que los guionistas, hábiles ellos, aún tenían muchos elementos que insertar y ya habían dejado la semilla de varias de las tramas que aquí toman importancia.

En Bon Temps no van a tener tiempo a relajarse tras los asesinatos, pues unos nuevos y más macabros acechan a la vuelta de la esquina. Pero lejos de contentarse con repetir el mismo esquema, esta vez todo gira alrededor de dos historias que tienen en común el tratamiento de dos sectas dirigidas a sus respectivos dioses. Una es cristiana, la otra pagana y de una religión más antigua, pero ambas crean grandes problemas y numerosas víctimas. Si sus propios fundadores y artífices no son detenidos, numerosas desgracias pueden ocurrir. Los hermanos Steakhouse se enfrentarán a la Iglesia de la Luz del Día (fanáticos adoradores de Dios contra las huestes vampíricas, provenientes de Caín) mientras que Tara, Sam y el resto de la gente de Bon Temps deberá hacer frente a una figura fantástica de la antigüedad que no va a ponerles las cosas nada fáciles.

El primer gran acierto lo encontramos, de nuevo, en la variedad de los elementos puestos en la mesa. Bien tratados y bien desarrollados, hasta el punto en que se relacionan de alguna manera entre sí. Además, para no repetirse, los personajes esta vez son separados por varios escenarios, todos con diferentes misiones que cumplir, por lo que la posterior unión de estos acaba siendo más emocionante e interesante de lo que parece en un primer momento. Por otro lado, las virtudes de la primera temporada son potenciadas: misterios, personajes que evolucionan con lo que sucede, ambigüedad tanto en la política vampírica como en la humana, revelaciones del pasado que dejan con la boca abierta, más humor negro (e inquietante, sobre todo en la locura que se desata en Bon Temps), muertes inesperadas y ausencia de censura.

A todo esto habría que sumarle una gran variedad de personajes nuevos, quienes han venido para quedarse. Algunos están relacionados desde antiguo con los personajes protagonistas (los vampiros especialmente, ya que su condición de inmortales permite muchas historias en forma de flashback ambientadas en diferentes épocas históricas) y otros son simplemente sicarios o gente metida en una situación que no buscaban o de la que sacan provecho. Es más, algunas de las situaciones de la primera temporada son aprovechadas y no caen en el olvido, hilvanándolo todo de una forma coherente e interesante.

Si a esto le sumamos un final más ingenioso, un mayor y mejor tratamiento de la política vampírica, un enfoque más escabroso y sórdido, una villana que hace que Cassandra Nova (personaje de X-men) parezca una hermanita de la caridad y una crítica feroz hacia las instituciones que pretenden manipular las creencias y deseos de la gente... La verdad, se me ocurren pocas pegas a la hora de criticar esta temporada, la cual calla muchas de las críticas sobre su supuesto vacío argumental y supera ampliamente a la anterior.