martes, 28 de febrero de 2012

Marvel Héroes: Daredevil - María Tifoidea

Llevo deseando la etapa de Ann Nocenti y John Romita Jr. frente al vigilante de la Cocina del Infierno desde que Planeta DeAgostini sacó aquel coleccionable de Daredevil de Frank Miller. De eso hará nueve años ya, y siempre pedí que sacaran la primera etapa mencionada en cada ocasión que se me ha presentado: mandado cartas al editor, en las entrevistas con el susodicho, en las encuestas de la web... La respuesta, casi siempre era la misma: "está en estudio" o "no disponemos del material". Pero gracias a la colección de Marvel Héroes de kiosco por fin podemos disfrutar aunque sea de dieciocho números de una etapa de la cual queda mucho por editar todavía. Primero nos llegó "El diablo en el infierno", una primera toma de contacto bastante agradable pese a comenzar en medio de un crossover que la guionista aprovechó para finiquitar ciertas tramas que ya venían desarrollándose en números anteriores. Aún así, todo se entendía bastante bien y lo cierto es que el tono de la autora era perfecto para un personaje que quedó perfilado como un vigilante urbano relativamente realista, al menos para los estándares del cómic de superhéroes más clásico. Consciente de esto, Nocenti aprovechó toda la etapa para exponer gran parte de sus inquietudes, criticando la sociedad del momento, elaborando varios mensajes para tratar de concienciar al lector. En solo este tomo que nos ocupa, habla de las revueltas contra la energía nuclear, de los vertidos radiactivos en espacios naturales, del materialismo de la sociedad y de la protección del medio ambiente. No se puede decir que esta sea una lectura ligera e insustancial. 

Pero lo cierto es que este tipo de críticas se les va un poco de las manos. Una cosa es tratar de colar sutilmente alguna que otra lección moral en medio de la trama de forma que quede como algo orgánico, es decir, adecuado a la historia y otra lo que la autora hace aquí, que no es otra cosa que intercalar monólogos sobre lo que está bien y está mal como quien lanza un elefante a una cristalería. En ocasiones, funciona bien: nada mejor que un juicio para exponer los dos puntos de vista sobre los vertidos radiactivos, con una víctima que afecta personalmente al protagonista. Pero, por lo general, la sensación que dan estos números es que pasa de tratar de concienciar al adoctrinamiento más pesado e insustancial, tomando demasiado protagonismo frente a las diatribas del personaje con respecto a sus amores y peligros. 

Lo que nos lleva al personaje estrella que da nombre al tomo. María Tifoidea es una de las creaciones más célebres de Nocenti junto a Longshot. No es de extrañar, pues se trata de una femme fatale deudora de Elektra que, sin embargo, posee sus propias particularidades, al ser una versión más macabra que la asesina ninja (lo cual ya es decir) y por su doble personalidad, que la convierte en la suma de dos de los clichés más típicos de la mujer en el cómic de superhéroes. De hecho, es otra crítica de la escritora, junta ambos estereotipos femeninos para burlarse de ellos de una forma bastante acertada. Es, por lo tanto, una villana muy interesante que se ha ganado un hueco en la galería de enemigos de Daredevil por méritos propios. La forma en que juega con el vigilante es muy atrevida y da para algunas escenas bastante memorables. Además, su relación con Kingpin no puede ser más atípica y terrible, propia de dos psicópatas que buscan anteponer su orgullo y fuerza por encima de todo. Aún así, al final acaba dando lugar a momentos muy repetitivos y a unos monólogos interiores sobre el control demasiado insistentes. Por no decir que la resolución de toda la trama de adulterio deja mucho que desear, especialmente porque la revelación no tiene toda la intensidad que podría y se deja un final un tanto abierto que parece incluso cobarde. En otras palabras, el desarrollo no está a la altura de las ideas, y el que se insista en meter críticas por doquier no hace más que despistar, por lo que el resultado queda algo cojo e irregular, no siempre igual de interesante de leer. 

Esto no quiere decir que sea un mal tomo, pero sí se recomienda con reservas, pues es difícil entrar en su juego y Tifoidea, aunque genial en su pose, no termina de brillar todo lo que podría. Siempre se podrá decir que el dibujo de Romita Jr., en su máximo apogeo, es un buen incentivo para dar una oportunidad a esta peculiar etapa.

domingo, 26 de febrero de 2012

Daredevil Renacimiento

Desde la marcha de Bendis, esta colección no ha vuelto a ser la misma. Aunque seamos justos, pese al muy criticable tratamiento que Brubaker hizo de Matt Murdock, su etapa tiene buenas ideas y, en general, está bastante bien escrita en general, con el tono adecuado, pese al considerable bajón respecto a la anterior. Por eso, cuando nos enteramos de alguien como Andy Diggle (Los Perdedores) iba a hacerse cargo del vigilante de la Cocina del Infierno, muchos aplaudimos hasta con las orejas, expectantes y confiados, ansiosos de ver al fin el soplo de aire fresco que la serie necesitaba. Por desgracia, la entrada de este guionista podría considerarse una de las mayores decepciones de la última década. No es que lo haya hecho terriblemente mal, ni mucho menos, pero desde luego la calidad ha ido en detrimento. Lo curioso es que, visto lo visto, no se le puede echar del todo la culpa al escritor de estos escasos y poco trascendentales números (que tiene delito decir esto cuando en ellos hemos visto a Matt poseído por el clan ninja de la Mano), ya que podría decirse que no ha podido hacer nada realmente de su cosecha durante toda la etapa, tan solo ha tratado de cerrar lo mejor posible ideas que había dejado el escritor anterior y ha seguido las indicaciones de los editores en los eventos que le ha tocado lidiar. Dicho de otra forma, se ha comido un marrón bastante gordo con el personaje. 

Shadowland y su preludio han sido cómics más bien pobres, de escasa repercusión y bastante olvidables, especialmente el evento de marras, tan mal organizado como pésimamente aprovechado. Ahí Diggle no tenía mucho margen para realizar algo destacable, en la editorial no iban a permitir que el personaje cometiera algún acto irreparable y se notaba en exceso que iban a dar la marcha atrás más temprano que tarde, por lo que el resultado es lógico, aunque no el deseable. Por desgracia, a Diggle todavía le quedaba un clavo por clavar en el ataúd, y ese es Daredevil Reborn, otro proyecto que apesta a encargo editorial. Otra muestra más de que el guionista no ha tenido ni una triste oportunidad de hacer algo propio con el superhéroe que, sin embargo, aquí demuestra conocer muy bien. 

Me atrevería a decir que demasiado bien, ya que en esta pequeña saga de cuatro números se ocupa de hacer un pastiche de unos cuantos temas que ya hemos "vivido" con el cuernecitos una y otra vez. Clemente menciona a Born Again en el artículo de este tomo, pero lo cierto es que hay más reminiscencias de otra obra de Frank Miller: El hombre sin miedo, miniserie de la que bebe descaradamente. Al fin y al cabo, la redención del abogado ciego se asemeja muchísimo a su bautismo de fuego como justiciero. Todo está ahí: la víctima infantil, los villanos sin escrúpulos (en este caso, uno con ciertas habilidades especiales demasiado parecidas a las de Mr. Miedo), la autoridad corrupta, nuestro héroe sin el uniforme de siempre y con los ojos cubiertos como única seña de identidad... Por no decir que volvemos a ver de nuevo a Matt Murdock buscando su camino fuera de Nueva York, en un lugar hostil que desconoce, al más puro estilo Nocenti. Nada original, nada demasiado interesante o sugerente. Eso sí, escrito con solvencia y aceptable sobre todo si no conoces más historias del protagonista. No es una mala opción para aquel que pretenda iniciarse a él, no es un mal punto de partida. Lo malo es que, para quien lleva tiempo leyéndolo, encontrará que es una lectura ligera pero insustancial, de las que se olvidan a los dos días. Por tanto, lo más interesante acaba siendo el dibujo de Davide Gianfelice, que es de trazo grueso pero dinámico, las figuras que traza son bastante expresivas y poseen cierta naturalidad que se echa de menos en los dibujantes más "hot". 

Pese a todo lo dicho, este acabó siendo irónicamente el mejor trabajo de Diggle con Daredevil en su corta y atropellada etapa. Lo cual no quiere decir que sea especialmente bueno, pero por lo menos se deja leer, aunque solo sea otra prueba más de que no tuvo ni la menor oportunidad de decir lo que quiso con el personaje. Una lástima.

viernes, 24 de febrero de 2012

Veneno "El nuevo héroe de América"

Desde que era un retaco siempre he tenido una fascinación casi anormal hacia la figura de Veneno, conocido en "Yanquilandia" como Venom, el simbionte que portó durante largo tiempo Eddie Brock. Lo adoré desde el primer momento en que lo vi en la famosa serie de televisión del trepamuros de los 90, fue algo así como encontrarse de bruces con el reverso oscuro del superhéroe, de una forma casi literal: tenía sus mismos poderes, más fuerza, una actitud desafiante y vengativa, habilidades extra y un diseño parecido pero infinitamente superior. Era una de esas ocasiones en las que un crío se queda en un estado de shock al comprobar cómo el villano mola como el doble o el triple que el propio protagonista. Esa fascinación se acrecentó al descubrirlo más tarde en los cómics, aunque, irónicamente, el pérfido monstruo alienígena no lograría mantener la fama a lo largo de la primera década de este nuevo siglo. De hecho, lo más adecuado sería afirmar que cayó en el ostracismo más inimaginable. Parecía que, de alguna manera, los autores no sabían qué hacer con él. Jugaron tanto con el "juguete" que al final lo "partieron", consiguieron que el concepto original quedara anodino y repetitivo. Eddie Brock quedó sin rumbo y como villano dejó mucho que desear. Hasta que a alguien se le ocurrió cambiar al simbionte de dueño. 

Aquel avispado guionista fue Mark Millar. Es curioso ver esto en retrospectiva, ya que en su momento pareció una gran cutrez, ya que una subasta no es precisamente una situación que se te ocurriría a la hora de cambiar de dueño un ser vivo tan peligroso como ese. Sin embargo, el que McGargan, el antiguo Escorpión, llevara al susodicho durante un largo tiempo fue una idea que muchos supieron explotar muy decentemente después. No es que el villano alcanzara de nuevo el mismo status, pero por lo menos volvía a ser impredecible y muy violento. Faltaba, aún así, el pequeño toque de genio para sacarlo del eterno papel de secundario al que parecía anclado, una situación que diera más juego, un portador más interesante y conflictivo... y ese fue Eugene "Flash" Thompson, quien de repente parece el personaje más adecuado y coherente para protagonizar una serie como portador del simbionte. ¿Interesados? 

Sin duda la idea es muy golosa, solo faltaba un guionista capacitado para llevarla a buen puerto, y tuvimos la suerte de que Rick Remender estuviera interesado en semejante propuesta. Es decir, sus historias poseen un tono adulto, no es amigo de los clichés y no se anda con mojigaterías, como ya ha demostrado tanto en Punisher como en Uncanny X-Force, pero lo mejor es que tiene una imaginación desbordante, acompañada de un ingenio muy afilado, lo cual lo convierte en un escritor bastante sugerente. No diría que su labor en estos primeros números de Veneno sea la mejor que le he visto (ese honor lo posee todavía la serie de los mercenarios de Logan), pero mentiría si negara que la he disfrutado. Y es que, lo mejor que se puede decir de un trabajo como este, es que le sobran páginas a la hora de presentar al personaje y profundizar en él. No importa que no lo conozcas, leyendo este tomo te enteras de todo lo indispensable, y mejor aún, lo hace muy interesante. Esto último lo consigue gracias a que potencia al máximo las peculiaridades del actual Flash Thompson: el que haya quedado lisiado tras su paso por la guerra de Irak, el que su padre sea un borracho, su patriotismo, su fanatismo por Spider-man... todo esto ayuda a que el protagonista tenga una gran riqueza como personaje, sobre todo cuando debe luchar contra un tanto ambiguo simbionte que pretende controlarlo, pero no sin protegerlo o "cuidarlo". Todo este conjunto hace que Flash sea, en pocos números, el mejor portador del monstruo, lo que conduce a que estemos ante el mejor arranque que haya tenido una serie del personaje en solitario.

A este cóctel añadamos unos villanos realmente despiadados y manipuladores, con un buen dibujo por parte del dúo formado por Tony Moore y Tom Fowler (quienes se ajustan como un par de guantes a la sordidez y crudeza de algunas escenas) y encontraremos que este tomo, si bien no es un imprescindible, es muy fácilmente recomendable: intenso, divertido y muy completo. Lo siento, Eddie Brock, pero no te echamos de menos.