jueves, 31 de marzo de 2011

Canción de Hielo y Fuego #2: Choque de Reyes

A veces hay nada peor que empezar una saga con un libro tan excelso como Juego de Tronos. George R. R. Martin cometió el "error" de empezar dándolo todo, ofreciendo sus virtudes al servicio de una gran historia que comienza con fuerza y osadía, siempre por delante del lector y capaz de sorprender en cada uno de los capítulos que la compone. Por eso, cuando llegamos a la lectura del segundo libro, es más fácil perder el interés al perderse también el factor decisivo de la novedad. En otras palabras, el lector está más acostumbrado, ya ha sido mimado antes y no permitirá que se baje el nivel ni tan siquiera unos mínimos. Se podría decir que esta segunda entrega, Choque de Reyes, lo mantiene, pero para el que esto escribe, ya no deslumbra tanto como antes, aún siendo un excelente libro de conspiraciones, personajes y aventuras.

Ahora la familia Stark no es la absoluta protagonista. Los capítulos están más diversificados y aquellos que los protagonizan se van alternando con más frecuencia y distancia entre sí. Algunos de los secundarios toman el protagonismo, como es el caso de Theon Greyjoy y aparecen algunos nuevos de lugares que todavía no habíamos presenciado pero sí habíamos visto nombrados anteriormente. En todo caso, la situación se ha diversificado mucho más, y el status quo comienza a variar paulatinamente, de un modo tan sutil que ni siquiera nos damos cuenta a primera vista. Sin embargo, esta vez la organización a partir de capítulos enfocados en varios personajes es bastante más irregular que en Juego de Tronos, como si a Martin le costara un poco habituarse a la complejidad de la enmarañada red de sucesos que elabora. Es decir, antes todo resultaba igual de interesante, a excepción quizá de cierta hija de cierto amigo del rey. Pero ahora unas tramas están por encima de otras en cuanto a interés, y la razón no es otra que los diferentes grados de preparación que necesitan unas u otras para alcanzar el clímax esperado. No cabe duda de que, por la recta final del libro, el escritor consigue la solidez esperada y todo, por fin, vuelve a ser igual de trascendental y crucial que en la entrega anterior. Mientras tanto, quizá echemos de menos las desventuras de Arya por encima de las del bastante más soso Bran o las trifulcas de Tyrion por encima de las de Jon Nieve, por citar dos ejemplos.

No obstante, es difícil no asombrarse al observar la habilidad con la que Martin consigue permanecer siempre por delante del lector. Lo cierto es que nada resulta previsible, intentar averiguar lo que viene a continuación es muchas veces tarea imposible. Por ello, esta lectura es siempre interesante, sobre todo porque los personajes evolucionan constantemente y están muy bien escritos, no hay dos que se parezcan y todos persiguen sus sueños, luchan contra sus fobias y defienden lo que creen. Por tanto, todo lo que era genial en Juego de Tronos persiste aquí, sin que nada resulte repetitivo. De hecho, la única trama que pueda considerarse similar a otras del libro anteriormente citado es la de Tyrion, por estar éste en una situación similar a la que estuvo otro personaje. Pero el enano de los Lannister se preocupa por llevar las conspiraciones de Desembarco del Rey en otra dirección, al poseer un carácter sumamente distinto al de su predecesor. Como la vida misma, nada ocurre otra vez de la misma forma, aunque hayan secundarios que pretendan repetir conflictos éstos nunca se desarrollan igual. Y es que lo mejor de esta saga se encuentra en los detalles: los sueños, los símbolos, las costumbres, vestimentas, canciones, el idealismo de las situaciones de antaño frente a la crudeza de las actuales... La preparación a fuego lento de todo un universo memorable que parece tan real como el nuestro.

Por eso, pese a que subjetivamente pueda encontrar el interés de los capítulos un tanto irregular en comparación con la solidez presentada en la primera entrega, mientras se continúe presentando un mundo tan rico como el mostrado, me veré obligado a no dejar de leer lo que venga a continuación. Qué ganas hay de leer Tormenta de Espadas y qué extraño me siento sin leer sobre Poniente.

martes, 29 de marzo de 2011

Canción de Hielo y Fuego #1: Juego de Tronos

"Tienes que leer Canción de Hielo y Fuego, te aseguro que te gustará". "Tiene todos los ingredientes que tú buscas: acción, buenos personajes, traiciones, conspiraciones, conceptos fascinantes... no te arrepentirás". Esto me decían unos cuantos lectores de la dichosa saga. "No, gracias", respondía yo, "no tengo tiempo para leer libros". Qué ironía, porque ahora lo que no tengo es tiempo para leer cómics o ver series. ¡Estos puñeteros libros son los que lo ocupan ahora mismo!

En la parte inferior de los susodichos debería haber una inscripción que rece así: "Estas novelas son peligrosamente adictivas y perjudiciales para su vida social". Lo segundo lo menciono porque ahora no puedo refrenar el impulso de dirigirme a alguien y hablarle de la dichosa saga. Ahora comprendo por qué tantos hicieron lo mismo conmigo, esperando ver un brillo en mis ojos para engancharme a ella y conseguir tener a alguien más con quien comentarla. Y es que hay muchísimo que contar, la primera novela titulada "Juego de Tronos" supone una carta de presentación para todo el grueso que vendrá, presumo, en los siguientes tochos. Pero cualquiera dice que por ello es una obra menor, debe ser la mejor presentación de todo un universo con historias pasadas y futuras que he podido ver hasta el momento. Que el resto pueda ser más o tan fascinante como lo aquí escrito parece una tarea titánica de la que ignoro si su escritor, George R. R. Martin, podrá salir airoso, y más a día de hoy, faltando todavía dos entregas por hacer y con una que falta por publicarse. De lo que no cabe duda es que, para empezar, ya parece inigualable.

Montones de clanes, de personajes, de conceptos, escenarios y de subtramas que giran alrededor de una sola. Con una historia tan coral donde es difícil incluso elegir personaje favorito, Martin tuvo la genial idea de centrar cada uno de los capítulos en cada uno de ellos, aún corriendo el riesgo de desesperar al lector por mostrar a unos más interesantes que otros. Por suerte, tal es la habilidad del escritor que consigue fascinarnos con todos por igual, sean estos nobles, traicioneros, caprichosos, patanes o pusilánimes. Da igual, los hay de todos los colores y para todos los gustos. No importa que la historia de Daenerys apenas tenga relación, por el momento, con el choque entre clanes o las conspiraciones palaciegas que pueden darse en el castillo de Robert Baratheon. No importa si las ideas y anhelos de Vyseris o de Sansa no tienen nada que ver con las del carismático Tyrion Lannister, como tampoco importa si la trama de Jon Nieve ocurre lejos de las intrigas de la casa del Rey. Aunque todas transcurran paralelas y con intereses muy diversos, ninguna toma protagonismo. Todas importan, todas asombran y, por supuesto, queremos ver cómo se va desarrollando cada una hasta que todas colisionen en algún punto. La grandeza de la novela reside en la ambición de crear un complejo puzzle repleto de personajes avariciosos con intereses, ganas y empeño por conseguir sus objetivos.

Nada de esto sería igual sin un buen retrato de todos y cada uno de los personajes que conforman el relato. Como iba diciendo, ninguno es lo que parece, nadie es un tópico andante y actúan de forma que es difícil adivinar qué es lo que harán a continuación, pero siempre se comportan según su personalidad. Y por supuesto, nada de todo esto sería igual si no pasaran cosas realmente peliagudas, con momentos en donde es fácil sufrir por algún que otro personaje metido en una peligrosa situación. El status quo jamás permanece demasiado tiempo impasible, la historia es tan cambiante como el agua mecida por el viento: sus ondas lo cubren todo y perjudican o benefician a más de uno según la situación del momento. Nadie permanece inalterable y la muerte está a la vuelta de la esquina. Nunca se sabe cuándo puede llegar el final de cada uno, lo que hace aún más interesante esta novela de fantasía. Una fantasía que, por otro lado, se antoja realista, más medieval que fantástica, pero parece que hasta eso podría llegar a cambiar.

En resumen, es una de las mejores historias que he podido llevarme a la cara, simple y llanamente. Ha sido una suerte que la cadena HBO fuera la que comprara sus derechos, porque difícilmente existe otra que sea capaz de ser fiel a la ambigüedad de tan crudo amasijo de intereses, envidia y honor retorcido. Se acerca el invierno, y ojalá sea tan largo como predicen.

sábado, 26 de marzo de 2011

Las Legiones Malditas - La secuela de Africanus

Africanus fue la primera entrega de la trilogía de Escipión, un titánico trabajo llevado a cabo por Santiago Posteguillo, que con tanta dedicación y solidez narra a su modo las aventuras del joven Publio Cornelio Escipión, un procónsul que cambió para siempre el destino del mundo cuando Roma se enfrentó a una de sus mayores amenazas durante la época de su gran imperio: el propio Aníbal Barca, el general cartaginés más indómito y legendario. Si bien, es cierto que para un lector sumergido en las narraciones de la mítica saga de Canción de Hielo y Fuego este tipo de historias adolecen de cierto realismo que sí poseen, pese a su contexto ficticio, las epopeyas ocurridas en Poniente. Y esto se debe al sentido de épica casi "hollywoodiense" que posee el escritor e historiador español, en el cual es fácil distinguir a los héroes incorruptibles de los villanos de carcajada fácil. No es algo que sea demasiado grato para el lector más avispado y exigente, por ello Africanus, pese a sus grandísimas virtudes (que las tiene) no termina de convencer del todo como relato histórico que es. Sin embargo, en ocasiones, cuando un libro está bien escrito, cuando es capaz de emocionar, inquietar y mantener en vilo... no importa demasiado el modo en que esté narrada la historia, no si consigue su objetivo. Para mi regocijo, puedo decir que Las legiones malditas consigue lo que se espera de él.

Aún siendo Fabio Máximo un villano de tebeo (del malo, que está expresión es algo injusta), no cabe duda de que esta vez, por fin, los buenos han dejado de ser tan maravillosos. De hecho, aunque Emilia Tercia siga siendo una mujer intachable e irreprochable en todos los aspectos, aunque la familia de los Escipiones y los Paulos parezca salida de la Casa de la Pradera en algunas ocasiones... al menos los personajes más importantes, los que esta vez sí llevan el peso de la historia: el ya no tan joven Publio y su segundo al mando, el imbatible Cayo Lelio, realizan actos que a ojos de sus enemigos deberían resultar villanescos. Dicho de otra forma, Posteguillo, aunque sigue manteniendo una pose hacia esta familia de romanos totalmente parcial con el objetivo de lograr que el lector se identifique con ellos, ha aprendido a no esconder en absoluto la barbarie de algunas de sus costumbres tanto fuera como dentro de la batalla. Es así como asistimos a una evolución más que convincente del procónsul, que esta vez no es el crío inexperto y valiente que veíamos en la primera entrega, en esta segunda se convierte, progresivamente, en un mucho más aguerrido guerrero y en un más que convincente estratega, digno de recibir, años después, la admiración del también muy capaz Julio César.

Por tanto, gracias a este pequeño atisbo de ambigüedad, la situación se vuelve infinitamente más interesante. Es más, las situaciones se suceden a un ritmo perfecto. Suceden más cosas, se narran más años en menos páginas y no hay tiempo para el aburrimiento. Las discusiones entre los grandes líderes son fascinantes, las conspiraciones en el Senado se leen con agrado y sorpresa. Las traiciones y las consecuencias ponen el vello de punta en determinadas ocasiones. Pero lo mejor de todo es que las batallas siguen narradas con maestría, con asombrosa lucidez, claridad y épica. Están descritas de forma que es imposible perderse y resulta aún más sencillo imaginarlas, siendo la última la más impactante de todas, la más heroica e impresionante, con unos romanos que lo tenían todo en su contra y pese a todo lucharon sin palidecer ante el contrario. Y es que esa es la gran baza de este libro: narra la aventura de un hombre que lo consiguió todo pese a tener todos los factores en su contra. Aún siendo Aníbal el que llevaba la voz cantante, aún sufriendo el desprecio del Senado, aún sorteando peligros de traición dentro de sus propias legiones... Escipión persiste y se niega a ceder terreno, simplemente logra sortear todos los obstáculos. Es, sin duda, una historia que merece la pena leer. Realmente emocionante.

Por ello, esta secuela es superior a la precuela en todos los aspectos, más centrada en su protagonista y menos coral, lo que quizá fuera ventajoso y provechoso para su escritor, más talentoso para las grandes batallas que para el desarrollo de personajes. Al centrarse en unos pocos y al ser bastante más lineal (el teatro cobra menos importancia con un Plauto más secundario que, sin embargo, no se echa mucho de menos), consigue aprovechar todas sus virtudes y ofrece un libro que debería ser del agrado de todos aquellos que sientan fascinación por la historia de Roma.

miércoles, 23 de marzo de 2011

V, los visitantes - Segunda Temporada

Compruebo, no sin decepción, que esta segunda temporada de V acaba en un estupendo capítulo 10 en el que por fin la serie demuestra su potencial, pero quizá demasiado tarde. Y es que si hay algo que achacar a este extraña nueva versión de la mítica serie de los ochenta es que nunca termina de despegar. Lo cual resulta irónico, porque es una expresión casi literal, ya que Anna y los Visitantes jamás terminan de iniciar su dichosa invasión y la trama conspiratoria entre mentiras y verdades acaba estirándose como un chicle realmente extensible e inabarcable. No obstante, si hay algo que moleste especialmente de esta temporada, es que acabe justo como acabó la anterior, demostrando lo horrible que quedó ese espantoso paso atrás que fue el primer episodio de ésta, que lejos de atreverse a cambiar el status quo de los personajes y su entorno, lo que hizo fue regresar a lo de siempre para mostrar a una Quinta Columna que aún está muy lejos de resultar convincente o carismática. Adjetivos que se encuentran ausentes también en casi todos los personajes y conceptos de la serie. Aún así, no todo es un desastre, y el mencionado capítulo 10 es un ejemplo de que algunas cosas sí se han hecho bien. Paso a desglosarlas.

Esta temporada, pese a todos los defectos (que son muchos), es superior a la anterior. Alrededor del capítulo cinco, empieza a resultar más interesante de lo que jamás fue la primera. Por fin se va desvelando el plan de los Visitantes, Erika adopta una posición bastante más activa, cierto personaje de la serie antigua regresa con un rol diferente para tirar de los hilos agilizando las conspiraciones, hay muertes realmente importantes y algo más de acción. Por desgracia, muchas de estas virtudes acaban convirtiéndose en espejismos, y algunos secundarios dan giros sobre sí mismos, siempre reiterando sus acciones y actuando según una personalidad plana desprovista de interés. Ryan es un buen ejemplo de ello, siempre protector de su retoño capturado con síndrome de Estocolmo, jugando al tira y afloja con ambos bandos sin jamás llegar a un punto claro. Es más, la temporada prácticamente se puede resumir en intentos infructuosos por parte de los bandos enemigos para acabar con el contrario que llevan a un final en donde uno de ellos acaba obteniendo por fin una posición más ventajosa. Pero poco más se puede destacar, la verdad.

Lo peor es que lo más molesto no es nada de lo comentado, lo realmente desquiciante en esta serie es la falta abrumadora del gusto por el detalle. Es decir, la mitología de los Visitantes resulta inexistente, siendo las únicas muestras de sus pocas costumbres e idiosincrasia aquellos momentos que son homenajes a la serie clásica, que se muestran forzados al aparecer repentinamente para luego olvidarse de ellos, no entran orgánicamente dentro de la realidad de la serie. Luego, además, el acabado técnico sigue siendo realmente aberrante, injustificable, con un CGI cantoso y un diseño desprovisto de todo ingenio o personalidad. El interior de las naves de los V sigue siendo frío, sin gracia y con unos utensilios que parecen más juguetes sacados de Hasbro que tecnología alienígena aterradora, que en algunos momentos es lo que se supone que buscan. Todo esto tiene más importancia de lo que parece, ya que son numerosas las escenas que transcurren dentro de la nave, un lugar vacío en donde los personajes se pasean como Pedro por su casa, en donde aparecen pantallas en cualquier lugar y la vigilancia es totalmente inexistente. Por todo ello, la credibilidad se viene abajo, siendo realmente alarmante el hecho de que todo el mundo pueda acceder a cierta celda tan solo conociendo su existencia. Esto y más es lo que hace que la serie resulte mediocre por mucho que se esfuerce de lo contrario con algún inesperado momento deslumbrante. Que tampoco son muchos.

Por tanto, esta temporada es una mejora con respecto a la anterior, pero insuficiente a la hora de poder valorarla como algo más que una serie torpe con mucho potencial. Sin embargo, es ahora, tras el brillante episodio final, cuando deberían seguir hacia adelante sin mirar atrás. Esperemos que renueven para una tercera temporada que calle muchas bocas. Pueden hacerlo, pueden mostrar un final más que decente, los elementos están ahí y se han desecho de varios lastres. Mientras no den de nuevo pasos de cangrejo, la serie aún puede terminar con la cabeza bien alta. Crucemos los dedos.

lunes, 21 de marzo de 2011

Marvel Héroes - Hulk Los Perros de la Guerra

Tengo el extraño presentimiento de que esos perros del título no tienen demasiada suerte o sus creadores y autores no tienen demasiado interés por mostrarlos. Lo digo porque pese a que pueda parecer que son protagonistas del tomo, en realidad aparecen una vez para desaparecer más tarde (en el mismo primer capítulo) en una deshonrosa elipsis y nunca más se supo de ellos. Algo parecido les ocurrió también cuando aparecieron en la película de Ang Lee de hace unos años, lo que reafirma la sensación de que nadie se los toma demasiado en serio. Esto puede parecer, quizá, un spoiler, pero nada más lejos de la realidad, lo que busco diciendo esto es que el argumento de esta saga de Paul Jenkins y Ron Garney ofrece mucho más que unos perros irradiados con la célebre radiación Gamma. Lo que se puede interpretar como una buena noticia, ya que estamos ante uno de esos tomos que merecen nuestra atención.

Hoy en día existe una muy comprensible desconfianza ante cualquier producto que saque Jenkins, es por culpa de una serie de trabajos alimenticios que ha ido realizando durante estos últimos años que no tienen ni de lejos la calidad que mostraba cuando empezó en la editorial. Es asombroso cómo una dejadez casi palpable se ha apoderado de esta manera del guionista, uno que posee un potencial bastante infravalorado y que pudo notarse en sus trabajos en los inicios de la línea Marvel Knights, siendo aquellos dibujados por Jae Lee los más notables, aunque no los únicos que le dieron una fama, la cual tal como llegó... se evaporó. Jenkins llegó a la franquicia del hombre arácnido entre aplausos y mucha expectación, ofreciendo tebeos bastante majos en donde Peter Parker volvía a poseer, por fin, el carisma de antaño. Si a esto le sumamos también su paso por el goliath esmeralda, que también estaba en horas bajas, resucitando todo aquello que lo hizo interesante durante la etapa de Peter David no cabe duda de que por entonces todos los ojos de los fans estaban puestos en esta nueva promesa del comic book que, lamentablemente, acabó quedándose en nada.

Pero eso es ahora, y este tomo es una reedición. Por lo que se puede decir que el que venga firmado por este guionista es prácticamente una garantía, ya que es de la época en la que se tomaba realmente en serio lo que escribía. Y vaya si se nota, coge a Hulk por las riendas, retoma a los secundarios y lo domina todo a la perfección, como si siempre hubiese escrito la serie. Además, comienza su etapa con un protagonista lidiando contra una enfermedad incurable (je) situándolo en una difícil situación de búsqueda y captura por parte de unos militares que tan característica le resulta. Solo que en esta ocasión le va a resultar más difícil que nunca escapar, ya que cuenta con pocos aliados y sí muchos enemigos, todo un grupo de personajes que se ve inmerso en las maquinaciones de una némesis que Jenkins se saca de la manga con una habilidad digna de Houdini: el enigmático general John Ryker, el hombre que juega con las mentiras para controlarlo todo a su antojo. Es tal su nivel dentro de la intrincada red de nuestra sociedad que parece prácticamente intocable. Por eso, el tomo se lee con agrado e interés, porque profundiza en todo momento en la psiquis del protagonista, explora las intrigas del villano y muestra diversas amenazas. Además, se juega con algunos elementos que Peter David ya colocó en su momento, dándoles una mayor riqueza y dejando claro que nunca tuvo sentido el dejarlos de lado.

A todo esto añadamos una buena dosis del mejor Ron Garney y tendremos un cómic entretenido que hará las delicias de los fans del personaje. Muy dinámico e interesante, es de lo más recomendable que ha salido en esta colección de sagas. Eso sí, también presenta la enésima reedición de los primeros números del Hulk de Lee y Kirby, que quedan un tanto forzados y extraños en este contexto, pero parece que nunca están de más para el lector ocasional.

martes, 15 de marzo de 2011

Meme de Cinco series de comics deseadas

Pues nada, que hacía tiempo que no me invitaban a una "meme" de estas, así que he decidido participar ahora que mi colega Oneyros me ofrece la oportunidad de sentirme, una vez más, parte de esta blogósfera que noto cada vez más asentada. En este caso se trata de nombrar series que a mí, personalmente, me gustaría ver. Puede ser series inexistentes, olvidadas, canceladas o tan solo series con autores que no hayan estado en la misma. En este caso, he decidido mostrar diez, al igual que quien me ha propuesto continuar con esto, centrándome principalmente en las series que estoy siguiendo ahora o los personajes que me gustan.

Series que existen:

- Detective Comics de Brian Michael Bendis y Tim Sale. Sería acojonante que el dibujante que menciono se quedara durante una etapa. Y más si fuera en algo que concierne a la serie regular más longeva de todas y, para colmo, con alguien tan capaz como Bendis para dotarla de cierto interés y dinamismo.

- Action Comics de Abnett y Lanning con Alan Davis a los lápices. Un Superman cósmico y épico, eso es lo que espero con estos autores. Muchas historias "más grandes que la vida", mucha aventura y un Supes dándolo todo, eso es lo que me pide el cuerpo, especialmente tras ver lo que autores actuales hacen con él.

- Uncanny X-men de Jason Aaron y Adam Kubert. Menos mirar al pasado y más llevar a los X-men por zonas inexploradas con mucha acción, aventura y mala leche. Estos autores han demostrado complementarse a la perfección y me encantaría verlos escribiendo aventuras de la escuela Xavier que fueran pura diversión.

- Daredevil de Rick Remender y Goran Parlov. Más vitalidad y más dinamismo, más sentido del humor y menos pesimismo. Esta serie necesita un revulsivo y más tocar caminos nuevos. Estos autores son capaces de escribir con un toque "noir" que fuera más liviano y con un poco más de variedad. ¡Ya vale de tanta autocompasión!

- Los 4 Fantásticos de Grant Morrison y Cameron Stewart. Le darían un toque naif y retro a la serie, con mucha imaginación, conceptos científicos y metalingüísticos a mansalva y muchas sorpresas, que es lo que realmente necesita. Aunque no es que esté descontento con lo que está haciendo Hickman, la verdad.

Series que deberían existir:

- Daken de Joe Kelly y Scott McDaniel. Lo remarco: "no existen los malos personajes, sino los malos guionistas" y yo veo potencial en el hijo de Logan, me parece un tapiz en blanco que debe ser rellenado, con muchas posibilidades. Su serie regular podría tener un tono realmente atractivo que creo que Kelly sabría captar, me encantaría ver qué sería capaz de hacer con un protagonista como ese. Yo confío en él.

- Aquaman de Jonathan Hickman e Ivan Reis. El revulsivo que este personaje necesita, un guionista con imaginación y ganas de mostrar mundos nuevos que sea capaz de escribir sobre arqueología hundida, enemigos acuáticos o sobre un personaje que podría ser tan interesante como este monarca. Yo lo veo.

- Miss Marvel de Dan Slott y Amanda Conner. Anda que no me gustaría ver una serie de Carol Danvers con un toque ocioso y ligero, con cierta épica y gracia. Estos autores se me antojan perfectos para darle el toque liviano que predico, al estilo de la Hulka de uno y la Powergirl del otro. Yo creo que esta sería una colección divertida que merecería la pena leer.

- Stephen Strange de Neil Gaiman y Frank Quitely. Este puede ser quizá el equipo creativo más imposible de hacerse realidad. Pero... por soñar que no quede, y nunca mejor dicho, porque con Gaiman lo onírico sería fascinante en un personaje como Stephen. Pero ojo, propongo una serie sin que posea el título del hechicero supremo, solo él y sus conocimientos, explorando la magia del universo Marvel. Sería bestial.

- Inhumanos de David Hine y Oliver Coipel. Confiar una serie tan poco popular como esta a un guionista poco mediático es un riesgo, por ello el dibujante que propongo sería el verdadero incentivo para hacerse con ella, ya que en cuanto rediseños es bastante atractivo. Además, Hine está muy infravalorado y ha demostrado que con la familia real inhumana se mueve como pez en el agua. Tras tantas miniseries, ¿por qué no darle de una vez la serie regular ansiada? Ya va siendo hora, digo yo.

Y esto es todo, ¿qué os parece? ¿tenéis más ideas?

jueves, 10 de marzo de 2011

Final Fantasy VII Crisis Core

Hace muchos años (¿tantos ya?), cuando jugábamos a nuestra querida y ya lejana Play Station (la uno, la original), había una saga que realmente nos mantuvo horas y horas quemando la consola, esa saga se llamaba Final Fantasy. Cuando Square Enix era solo Square y realmente innovaba a cada nueva entrega que sacaba, preocupándose no solo por los gráficos y el control, sino también por ofrecer novedad en cuanto a estilo e historia. Pero, por mucho que pase el tiempo y por buenas que fueran las entregas VIII y IX, existe un título de la PSX que es recordado incluso hoy en día, el ya mítico Final Fantasy VII, el juego de SOLDADO, Cloud, Midgar, AVALANCHA, Jénova y, ante todo: Sephirot. Una acumulación de conceptos que beben de Blade Runner (futuro distópico dominado por los excesos de la tecnología y un lugar donde ni siquiera podía verse el cielo o la vegetación) y de la ciencia ficción futurista por lo general, mezclando a las criaturas monstruosas con la ciencia, la magia y una pseudoreligión basada en las materias y la corriente vital. Un universo fascinante que quedó en la mente de todo el colectivo, pese a que el juego distaba mucho de ser perfecto. Sin embargo, bien que echamos horas para comprobar la terrible historia de Cloud, el tipo que creyó ser Zack.

¿Y quién era Zack? El verdadero agente de SOLDADO que observó desde muy de cerca la caída a los infiernos de Sephirot. El hombre que sufrió en sus carnes la degradación de Shinra y lo peligroso de sus experimentos, sin moralidad alguna, jugando con la energía MAKO y la genética para crear un colectivo de monstruos que espantaría al mismísimo Bosco. Toda esa historia se cuenta muy por encima en aquel mítico juego de PSX. Ahora, en la portátil de Sony, podemos disfrutar de esa precuela deseada protagonizada por el susodicho Zack, que muestra todo aquello que ocurrió antes de que Cloud acabara con AVALANCHA, antes de que incluso Sephirot perdiera la chaveta. Y ese y no otro, es el mayor aliciente de FF VII: Crisis Core. Un juego que nace de la nostalgia y las ganas del jugador de seguir explorando ese rico universo tan desaprovechado y con tantas posibilidades. Su historia también sirve para tapar los agujeros de la película en CGI que se sacó hace tiempo: Final Fantasy Advent Children. Esos tres productos, y no otros (olvidemos aquel juego protagonizado por Vincent, por favor) componen una trilogía de lo que es la historia general del mundo mostrado en la séptima entrega de la saga. Así pues, ya solo por la historia merece la pena este juego de PSP, está muy bien desarrollada y resulta emocionante en algunos momentos, con el único defecto de que la némesis aparece un poco forzada y no posee el carisma suficiente.

El sistema de juego no es el combate por turnos del que estábamos todos tan acostumbrados. Posee, por otro lado, un sistema de lucha en tiempo real muy parecido al que podemos ver en la saga de Kingdom Hearts, así que nos enfrentamos a los enemigos a espadazo limpio y en solitario. Lo curioso es que pese a este cambio, el sistema de materias permanece, y éstas pueden subir de nivel y alcanzar el MAESTRO, tal y como ocurría antaño. La segunda diferencia la tenemos en la forma en que obtenemos experiencia: Con el azar. No basta con buscar batallas y ponerse a derrotar a enemigos a saco, sino que también hay que tener suerte para ir mejorando, ya que todo nos lo jugamos a una ruleta que aparece de vez en cuando y que muchas veces resulta decisiva a la hora de finalizar un combate. Lo cual es un poco desquiciante a veces, ya que no da la impresión de que merezca la pena esforzarse y ponerse a batallar para mejorar al personaje. Lo que le quita cierto incentivo a las misiones, cuyas compensaciones se encuentran más bien en los objetos que son entregados al final de éstas. Sin ellas, lo cierto es que estaríamos hablando de un juego muy corto y lineal, ya que la historia te lleva de un lugar a otro, pero nunca ofrece bifurcaciones ni libertad para explorar el mundo del personaje. No hay mapa mundi, eso que quede claro. Y demos gracias a que en cierto modo las peleas son ligeras y divertidas, porque de otra forma sería un juego bastante lamentable, con una buena historia, pero muy justo en todo lo demás.

Los gráficos, por otro lado, son una gozada. Nada que ver con lo que teníamos en el viejo Final Fantasy VII. Cloud, Zack, Aeris y compañía jamás tuvieron un aspecto tan saludable. Explotan por doquier el potencial de la portátil y hay momentos en los que ni siquiera se echan de menos los vídeos con los que suele obsequiarnos Square Enix que, dicho sea ya de paso, tienen aquí el nivel que posee la propia película, lo que quiere decir que se mantiene a la perfección la estética de la misma, con unos diseños muy bien acabados, un Zack que varía a lo largo de la aventura y otros personajes que también pasan por una serie de cambios que los hacen muy interesantes. Incluso los monstruos sufren un lavado de cara muy grato, ahora el número de polígonos ha subido y las texturas son mucho más realistas. Algunos escenarios, todos en completo 3D, se recuperan con gran habilidad y son muy reconocibles. Visitar de nuevo el mundo de Final Fantasy VII, con un aspecto tan agradecido como este, es otro de los alicientes del juego, que una vez más demuestra que sus virtudes vienen especialmente por los recuerdos de su secuela sacada años atrás.

Así pues, tenemos uno de los mejores juegos que se puedan conseguir para la portátil de Sony que, sin embargo, podría haber estado más cuidado en alguno de sus apartados con ideas menos surrealistas (esa ruleta...) y un poco menos de linealidad, que es lo que más daño le hace, ya que se apoya demasiado en las misiones para ofrecer variedad, cuando éstas acaban siendo un auténtico agobio. Por suerte, su historia, gráficos y dinamismo, hacen que merezca la pena jugarlo aunque sea una vez, e intentar hacérselo al 100% es toda una proeza que alarga sus horas de vida. Probablemente sea el mejor spin-off (si es que se puede llamar así, siendo una precuela directa) de esta entrega de la saga. Emociona y sorprende en algunos momentos, lo que no es poco.

martes, 8 de marzo de 2011

Spartacus: Gods of the Arena

Cuando se habla de secuelas, siempre se tiende a valorar mejor la primera parte por mucho que la siguiente entrega tenga características superiores en algún apartado. Esto no se debe solo porque se trate de la historia original y por ello tiene más valor, sino porque muchas veces se tiende a repetir premisas o situaciones y se pierde el factor novedad. Pero es mucho peor todavía el caso de la precuela. En esta no solo se trata de obtener el éxito a partir de las virtudes de la obra preliminar, sino que además debe convencer mostrando algo que ya se ha contado mediante flashbacks o frases, por lo que tiene una doble dificultad que pocas veces se supera. Peor todavía es la idea que se puede tener de la misma si para colmo viene a reducir el tiempo de espera en una temporada u otra, como ocurre con esta serie. Spartacus Blood and Sand fue un éxito de STARZ que obtuvo, por lo general, buenas críticas y el furor de su público, gracias a su propuesta y desinhibido tono. Cuando muchos nos enteramos de que la continuación quedaba lejos y que mientras tanto contábamos con este premio de consolación que es Gods of the Arena, no dimos demasiado crédito al invento. Estamos demasiado escarmentados.

Esta temporada de tan solo seis episodios, se sitúa en la época anterior a la llegada del propio Spartacus a la escuela de gladiadores del lanista Quintus Lentulus Batiatus, por lo que no contamos con el protagonista que da nombre a la serie en ninguno de todos estos capítulos. No es la única novedad, el status quo de Capua es, evidentemente, distinto al que conocíamos y ni siquiera la posición del mencionado Batiatus es la misma, ni tampoco la de su enemigo Solonius. También vemos personajes nuevos y otros conocidos en situaciones diferentes. El mayor interés radica en la forma en que se van posicionando todas las fichas en el tablero, para acabar dejándolo tal y como el propio Spartacus lo encontró. Debido a esto, existe el poco agraciado detalle de que sabemos en todo momento qué personajes pueden o no pueden morir. Que se tenga esta sensación en una serie tan visceral como esta es un problema, ya que lo realmente atractivo en la temporada original era el averiguar cómo se iba retorciendo la situación, cambiando a los personajes y perdiéndolos a la mínima ocasión.

Pero por suerte, todavía nos pueden sorprender muy gratamente. Porque por primera vez, al menos en mi caso, se desarrolla una precuela de forma que, aunque sabes quién y quién no puede morir, consiguen pillar al espectador con la guardia baja y se muestran momentos realmente impredecibles que para colmo coinciden perfectamente con lo narrado en la temporada original. Además, todos los ingredientes se mantienen: las luchas de gladiadores, los entrenamientos, las conspiraciones, las traiciones, enamoramientos, asesinatos, venganza... Todo lo que hizo grande a la serie se encuentra también aquí, y además no se hace repetitivo en absoluto. Quizá Batiatus sea el personaje más plano, al ser siempre tan meticuloso y manipulador, pero pese a todo mantiene todo su carisma y su relación con su padre acaba siendo de lo más interesante de la precuela. Ninguno del resto de los secundarios se queda atrás, Crixus demuestra ser un personaje de lujo, así como el retorcido Ashur, la dulce Naevia, el honorable Oenomaus y la vengativa Lucretia. Lo dicho, esta serie no es especial por ser tan escatológica y violenta, o por poseer un alto contenido sexual, lo es porque todo este refrescante (a veces cargante y gratuito, eso sí) y liviano tono se sustenta sobre un guión bien urdido con un plantel de personajes nada desdeñable.

Por eso, es una recomendación segura para todos aquellos que disfrutaron de Blood and Sand, es un buen complemento a la misma y en ocasiones incluso superior. Sabe a poco pero sorprende, sobre todo porque incluso el apartado técnico ha mejorado ostensiblemente, hasta el punto en que el tono casposo se ha perdido casi del todo. En resumen, pocas precuelas mejores he visto, y la verdad es que al día de hoy no se me ocurre ninguna que sea tan redonda como esta.

viernes, 4 de marzo de 2011

Sherlock - Primera Temporada

Ocurre que, en ocasiones, creemos que el nacimiento de algún proyecto puede venir dado por el simple hecho de recaudar dinero aprovechando el tirón de alguna franquicia, género o temática que está en boga. El caso de Sherlock Holmes sería uno de esos, un personaje de ficción que proviene de la literatura y con el que de repente realizan algunas adaptaciones tras tanto tiempo confiando en las de siempre. Ha llegado una nueva época de oro para este detective de Londres, por lo visto, y esta vez la fidelidad parece que vuelve a ser otro de esos casos en los que parece no importar, al menos a los productores y si echamos un vistazo superficial a dos de las interpretaciones más famosas que se han hecho estos últimos años. Una sería la célebre película de Guy Ritchie, que cuenta con alguien como Robert Downey Jr. para dar vida al tan audaz detective, con Jude Law de acompañante y la otra es una serie de la BBC titulada simplemente Sherlock (intuyo que por eso de crear más paralelismos con House, su versión de la medicina) que cuenta en los papeles principales con los mucho menos conocidos Benedict Cumberbatch y Martin Freeman. La superproducción cinematográfica se tomó la libertad de darle un enfoque de acción trepidante al más puro estilo Indiana Jones a la creación de Arthur Conan Doyle, pero la serie de televisión tuvo la osadía incluso de ambientar las historias del personaje en la actualidad, con móviles, ordenadores, internet, navegadores GPS... todo tipo de cachivaches tecnológicos que en un principio no deberían pegar ni con cola con este victoriano detective. Por tanto, cabría pensar que la serie de la BBC es mucho menos fiel a las novelas que la película.

No es tan elemental, querido Watson.

Al final con menos recursos se puede hacer mucho más. Resulta que la serie de Sherlock de la BBC, con tan solo 3 episodios de hora y media cada uno, es mucho más fiel, apasionante e interesante que el filme de aventuras de Guy Ritchie. Y esto se debe a un guión muy bien calculado, con todos los detalles del detective expuestos no a modo de guiños, como ocurría en el largometraje, sino que poseen cierta importancia a la hora de zambullirnos en el universo de estos carismáticos personajes. Así pues, Sherlock es el primero que llama la atención, Cumberbatch puede parecer demasiado joven para interpretar a un detective con el que estamos acostumbrados a ver mayor, pero nada más lejos de la realidad, el actor capta a la perfección el desparpajo del personaje, la abrupta forma de tratar a la gente, su forma de pensar... está todo ahí, en el guión, en todos los diálogos, en la interpretación, todo. Pese a su edad, este es uno de los Sherlock Holmes mejor reflejados que se han visto, y lo mismo podría decirse del relajado pero obstinado Watson de Freeman, quien tampoco se queda atrás en cuanto a fidelidad y carisma. Todo está en su sitio y hasta la señora Hudson es metida dentro de la historia como casera en lugar de como ama de llaves. Teniendo al dúo protagonista en las mejores condiciones posibles y con todos sus detalles bien trasladados de época, ya solo quedaba que los casos fueran interesantes.

Y por suerte lo son. No importa que el escenario no sea la Londres antigua de las populares novelas a la que estamos acostumbrados, ya que los guionistas de la serie han puesto todo su empeño en que nos habituemos a ver a Holmes empleando todo tipo de recursos electrónicos para resolver sus crímenes. Pero lo mejor es que éstos no quitan validez a sus verbórricas elucubraciones, no restan dificultad a la hora de ver al detective tratando de resolver un caso a contrarreloj antes de que caigan más inocentes o, y esto le importa más que lo otro, antes de que pueda perder la oportunidad de desentrañarlo por sí mismo. En todo caso, el ritmo de los capítulos es perfecto, son como películas que recogen un misterio diferente, aunque todas tengan un punto en común que resultará familiar para los fans del protagonista. Además, la dirección es muy ingeniosa en ocasiones, con enfoques arriesgados y una ambientación muy digna, siendo muy llamativa la forma en que se muestran a veces, de forma literal, los pensamientos del protagonista a partir de los signos que tiene en mente, con estos flotando alrededor del actor con todo descaro. Así como frases, simples palabras o SMS.

Así pues, lo tiene todo a su favor para ser una de las mejores series que se ha hecho sobre el personaje. Es pronto para decir esto y tampoco es que yo sea el más adecuado para afirmar tal cosa, ya que todavía me queda mucho por ver de adaptaciones pasadas. Pero no cabe duda de que esta apuesta de la BBC ha sido probablemente la más atractiva de todas las que se han realizado con esta licencia últimamente. Después de ver cómo acaba el tercer episodio, hay muchas ganas de seguir viendo el resto, ya que tiene toda la pinta de que solo va a ir a mejor. Ahí estaré para verlo.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Cisne Negro - La inhibición estalla

Que Darren Aronofsky es un director que se basa especialmente en las emociones y sentimientos no pilla a nadie por sorpresa. De hecho, es un autor que confía más en una mirada cercana y absolutamente subjetiva de sus personajes más allá de lo que simplemente se puede ver en sus situaciones cotidianas. No está hecho para la "vista de pájaro", por así decirlo, es más fervoroso que narrativo, por eso sorprendió a muchos con la película El Luchador, en la cual mostraba una tónica más "realista", pausada y sosegada, sin demasiado barroquismo o experimentación, con un tono bastante más clásico y de documental. Por eso, cuando los admiradores de este filme intuimos que el director regresaba de nueva a su vena más intimista y desatada con Cisne Negro, nos temíamos que la presunta evolución mostrada con el filme protagonizado por Rourke iba a quedar en una muestra de intención más que otra cosa. Nos equivocamos.

Cisne Negro es la culminación de un estilo, una mezcla coherente y sólida de lo que nos ha mostrado su autor en su filmografía. Es, en otras palabras, la evolución de una sensibilidad que se acopla a la perfección con lo que pretende contarnos este peculiar cuento de hadas adulto. Antes que nada, siento cierta afinidad hacia los relatos sobre superación personal (de carácter, no de torneos y cosas similares) en donde el protagonista cambia a lo largo de toda una aventura en donde se pone a prueba a sí mismo para conseguir sus objetivos. Esta película, que parte de una trama muy sencilla, trata de algo parecido a esto: Nina es una chica inocente y delicada que resulta ser perfecta para interpretar al Cisne Blanco del Lago de los Cisnes. Sin embargo, también debe ser el Cisne Negro en la representación, cosa que la obliga a cambiar un poco su personalidad para amoldarse en el papel, estando presionada por su madre, su director y por ella misma, que quiere ser simplemente perfecta.

Esta especie de Perfect Blue (no es para menos, Aronofsky es fan de Satoshi Kon, aunque la trama también tiene reminiscencias de Carrie y en realidad el director ya declaró que sus fuentes de inspiración para este filme eran otras) en donde la pasión se mezcla con la obsesión es un maremágnum de emociones como pocas veces se ha visto en una sala de cine. Me permitiréis ponerme un poco pedante y poético, pero la mejor forma de describir este filme es de esta manera: es como un río, primero se muestra tranquilo y sinuoso, placentero y agradable, pero más tarde empieza a hacerse cada vez más y más caudaloso, hasta el punto en que te golpea contra los bordes, te sobrecoge y finalmente te lanza por una cascada. Puede sonar un poco exagerado, pero tiene uno de los mejores clímax que he podido ver en una sala de cine. Es casi mágico, una excentridad maravillosa que más sorprende cuanto más conectas con la película. Puro espectáculo en donde su intérprete principal, Natalie Portman, no es que esté fantástica, es que realmente se transforma en su propio personaje, resulta perfectamente creíble el hecho de que logre la perfección y triunfe. No interpreta a Nina, ES Nina.

Por eso es la culminación del estilo de su director, es un guión que en otras manos no sorprendería tanto, es pura pasión, virtuosismo creativo y, por lo que a mí respecta, consigue al 100% su cometido, consigue transmitir todo lo que intenta desde el principio, de forma gradual, pausada pero emocionante al final. En otras palabras, y me dejo de metáforas, es una montaña rusa pasional. Antes mencioné a Portman, que demuestra una vez más que es una actriz impresionante, de las mejores de su generación. Pero eso no es todo, ya que la suma de un Vincent Cassell pletórico y una sensual y atractiva Mila Kunis demuestra que Aronofsky no solo es un director excepcionalmente emocionante, sino que también sabe llevar a sus actores por donde quiere, aprovechando todas sus virtudes al máximo. Y me parece injusto que por culpa de una interpretación sobresaliente de la actriz principal no se mencione al resto, cuando están todos a un nivel más que notable.

Por esto y por su puesta en escena, su endiablado ritmo, esos increíbles enfoques de cámara y unos efectos especiales calculadísimos... Cisne Negro es una gran película. De las mejores que he tenido la oportunidad de ver, la culminación del estilo de su director. Ya lo dice el propio filme: "la perfección no se trata solo de control, también se trata de dejarlo de lado."