jueves, 28 de octubre de 2010

The Walking Dead - Episodio piloto

Lo cierto es que en la vida he visto ninguna serie de terror. Sé que Los Muertos Vivientes (que es como se conoce The Walking Dead en España) no son una novedad al respecto, pero al ser la primera que veo de estas características ello le otorga un plus a la hora de dar mi veredicto. Un veredicto algo apresurado, pues yo soy de los que prefieren valorar una serie (y reseñarla) por temporadas y no por capítulos, nunca me ha gustado, personalmente, decir si una serie es mala o no sólo por el capítulo piloto, ya que nunca se sabe cómo pueden ir desarrollándose los acontecimientos y si mejora o no la cosa. Grandes ejemplos he tenido con The Wire, Los Tudor y ahora con Boardwalk Empire, cuyos primeros capítulos no parecen gran cosa, pero porque sólo suponen una presentación de algo que se cuece para estallar en capítulos posteriores. Y la verdad, esta serie estaba teniendo en su primer episodio (pre-air, además) unas críticas excelentes, tanto que hasta estaba dispuesto a ser quisquilloso para no parecer un autómata persuadido por la masa. Pero las cosas como son, es imposible ser quisquilloso con algo tan cuidado como este capítulo, probablemente el mejor piloto que he visto nunca en una serie. Digno de un filme de categoría.

Los Muertos Vivientes narra las pericias de Rick Grimes, un ayudante de sheriff que se ve metido de lleno en un mundo post-apocalíptico tras despertar de un coma producido por un disparo. No reconoce nada de lo que ve a su alrededor y su misión es, aparte de sobrevivir, tratar de encontrar a su esposa e hijo perdidos. Se trata de una adaptación del célebre cómic de Kirkman y Tony Moore (al menos en su primera saga), que ya de por sí se encuentra influenciado por las películas de Romero y 28 días después. Lo cual suponía un handicap bastante serio a la hora de enfrentarse a su versión de imagen real, pues podría sonar como a más de lo mismo. Por suerte, aunque no sea el colmo de la novedad, tiene un comienzo tan bien plasmado que puede entrar entre lo mejor que se ha hecho del género estos últimos años sin tan siquiera despeinarse.

Menos diálogo, aunque más coherente y desde luego más acorde a la personalidad de los personajes (algo en lo que suele fallar mucho Kirkman, que en todos sus cómics hay parrafadas extensísimas en donde se explican todos los detalles, aquí no se ve nada semejante), con un ritmo pausado pero impecable, más lento que el del propio cómic pero más emocionante al centrarse en detalles tan magníficos como el simple hecho de ducharse con agua caliente o el lamentarse por la pérdida de alguien irrecuperable. Aparte, todo esto permite una mayor credibilidad a la hora de narrar la trama, ya que realmente da la impresión de que el protagonista está pasando por un auténtico infierno, al tener que sobreponerse ante tantos baches. Por otro lado, también podemos encontrar una preparación de los acontecimientos venideros que no tiene lugar en el cómic y que es todo un acierto, ya que viene muy bien a la hora de redondear el argumento. Si a todo esto le añadimos una dirección impecable y una ambientación digna de las mejores películas de zombies, podemos decir sin atisbo de dudas que nos encontramos ante una adaptación más que excelente (diría que superior al cómic en que se basa, al menos de momento) que podría situarse entre lo mejor que ha realizado Darabont.

Por tanto, las críticas no han sido exageradas, realmente nos encontramos ante una de esas series que vale la pena seguir. Lástima que no vayamos a contar con la firme dirección del director en los siguientes capítulos, pero con que mantengan el ritmo y la ambientación, mejorando el argumento como vienen haciendo, ya sobra para dejarnos en vilo y con ganas de más.

domingo, 24 de octubre de 2010

A dos metros bajo tierra: Temporada 1 - Los Fisher y sus cosas

Sé que a este paso voy a parecer el loco de la HBO, sobre todo porque la siguiente serie que quiero ver, aparte de Sherlock, es la famosa Los Soprano. El caso es que la mayoría de lo que ha salido de esta cadena ha tenido unas críticas impresionantes, y esta creación de Alan Ball no es una excepción, de hecho es una de las más valoradas dentro de su extraña propuesta. Y es que no se puede decir que sea una serie del montón en cuanto a la premisa: Una familia norteamericana aparentemente puritana y conservadora que se encuentra metida dentro del negocio familiar que consiste en una empresa de funerales asiste a la muerte del patriarca, fruto de un inesperado accidente. Tras esto, veremos cómo la unión de todos los componentes de la familia propiciada por este desafortunado incidente hará que cambie la vida de todos y cada uno de ellos. Cada personaje tiene su importancia, ya que a cada uno le afectó de una manera distinta el hecho de tener que vivir siempre bajo la sombra de los funerales a los que han tenido que asistir y presenciar.

En otras palabras, la muerte afecta, pero no a todos por igual. Se trata de una serie coral que tiene por todas partes la huella de su creador, y es que Alan Ball, famoso por American Beauty y True Blood, no siente pudor alguno a la hora de sacar a relucir toda la hipocresía de la sociedad norteamericana más conservadora y radical. Eso sí, en este caso sin morbo alguno, siempre desde una perspectiva muy objetiva donde los personajes razonan y se mueven según sus intereses y el efecto que crean sus acciones sobre los demás, como la vida misma. En este aspecto se podría decir que, a juzgar por esta primera temporada, es la mejor obra de su creador, ya que nunca se habían expuesto de una forma tan clara y poco maniquea las diferentes contradicciones de nuestra sociedad. No se corta ante nada a la hora de presentar tabúes: las relaciones incestuosas, la aceptación o marginación de los homosexuales, lo que debería aceptar y no aceptar Dios y la Iglesia, la fina línea que separa la locura de la cordura, los psicólogos y sus falsos remedios, el adulterio como algo medianamente aceptable, la aceptación o negación de la muerte, la forma en que la afrontamos, etc.

Y todo siempre bajo una misma estructura, cada capítulo comienza con un nuevo funeral, sin que eso impida que el resto de las tramas sigan evolucionando sin prisa pero sin pausa, y lo curioso es que todas con la misma intensidad e interés, en eso esta temporada es absolutamente redonda. Ninguna molesta o impide seguir la serie, todas confluyen orgánicamente y ni te percatas de la complejidad de la estructura presentada a la hora de seguirlas todas, realmente estás interesado por saber qué será lo próximo que ocurrirá en la extraña vida de los Fisher (el apellido de la familia) y qué más trapos sucios se mostraran. En ese aspecto, es muy similar a lo que sería más tarde la otra serie que afrontaría Alan Bell: True Blood, sólo que con los vampiros no se mostraría en absoluto tan atinado como lo estuvo aquí. Por compartir, hasta son similares en cuanto al increíble humor negro que destila la serie, que se combina magistralmente con unas memorables escenas de dramatismo en donde consiguen emocionar. A todo esto sumémosles unas gotas de surrealismo y nos encontraremos con una receta con mucha personalidad.

Lo dicho, una serie excelente, su primera temporada se basta y se sobra para ser recomendada. Sorprendente, diferente y sin tapujos, de lo mejorcito que he tenido la oportunidad de ver en televisión, lo mismo te sobrecoge que te divierte. En una palabra: fascinante.

martes, 12 de octubre de 2010

The Wire, Temporada 5 - El fin justifica los medios

No es una de las series más longevas, pero sí una de las que parecen tener un recorrido en donde todo cambia para acabar siendo igual. No es ningún misterio, tampoco, que The Wire sea realmente la historia de toda una ciudad, la historia de Baltimore y un sistema corrupto desde sus cimientos que, como una enmarañada red, nos cubre y arrastra a todos, incluso aunque estamos drogándonos por las calles. Sin que pretendamos estar dentro, seguimos formando parte de él, tal es su poder y tal es su función. Por ello, lo más destacable de la serie acaba siendo su capacidad para mostrar los entresijos de la realidad de nuestro día a día. En la primera temporada se centraron en el cuerpo de policía, en la segunda en el FBI y los sindicatos portuarios, la tercera se centraba más en los senadores y el dinero negro, la cuarta dedicó su tiempo al sistema educativo y las elecciones. ¿Qué quedaba entonces por tratar después de haber utilizado figuras tan ilustres como senadores, alcaldes, agentes del FBI, sindicalistas, comisarios, tenientes, profesores, tutores, detectives, traficantes, capos y demás? Pues la respuesta es obvia, y sorprende que tardaran tanto en mostrarlos: los periodistas.

Y, curiosamente, en ellos tenemos el tratamiento más superficial y menos potente, por así decirlo, de la serie, en lo que se refiere a un aspecto antropológico de la misma. No es porque estén mal tratados, ni mucho menos, ya que al menos su día a día se muestra sin moralina de ningún tipo, ni maniqueos y con cierto interés. Pero tras unas miradas tan sesudas en lo que a política y sistema educativo se refiere, queda muy por debajo de los análisis mostrados anteriormente y eso se nota, las expectativas son demasiado grandes como para hacer simplemente algo correcto. Además, esta vez no muestran a nuevos secundarios que estén a la altura de los de siempre, aunque aquí también habría que hacer hincapié en que, honestamente, los de siempre nunca habían estado mejor. Es decir, se nota el paso del tiempo, la evolución dentro de sus propios estatus, los enfrentamientos entre ellos, el nivel implicación de todos ellos cuando se encuentran en otra situación económica bastante precaria dentro del mismo departamento de policía de Baltimore. En definitiva, aunque esta temporada se muestre más tímida en lo que al nuevo escenario se refiere, al menos en las investigaciones policiales y los entresijos del ayuntamiento nos sorprende, y mucho.

De hecho, si cogieran la trama principal y le dieran un desarrollo similar al mostrado a lo largo de estos vertiginosos capítulos, sin centrarse tanto en el periódico The Sun y en el resto de los personajes para realizar una película sólida, sería una verdadera joya de las que no se ven en cartelera. Lástima que el conjunto no sea tan redondo, aunque sea un final más que digno para sus personajes, ya que es casi imposible no emocionarse ante las que pueden ser sus últimas correrías dentro de sus respectivos papeles. Son demasiados como para olvidarse de cada uno de ellos: Kima, Jimmy McNulty, Bunk, Lester Freamon, el carismático Bubbles, Omar, Marlo, Cedric Daniels, Rawls, Colvin, Carcetti, Scoop, Michael, Pretz... Basta con que cualquiera de todos ellos aparezca unos segundos en pantalla tras no haber aparecido durante ocho capítulos para emocionarnos. Y esa es la verdadera grandeza de la serie, no sólo es un excelente retrato de una sociedad manipulada y manipuladora hasta el punto en que los más nobles deben mentir para intentar hacer las cosas bien, sino que también contiene un inigualable plantel de secundarios y protagonistas del que es imposible desatenderse. Además, resulta impresionante la forma en que se cierra el círculo: Todo cambia, para seguir igual. Los papeles continúan, sólo los rostros varían.

Esta es la historia de Baltimore, esto es The Wire. Ahora a ver cuánto tardo en ahorrar un viaje para visitar esas calles cuando pueda. Eso sí, evitando las esquinas y con la supervisión de la policía, y sólo si Carcetti me promete su excelente programa de protección de testigos.

martes, 5 de octubre de 2010

The Wire, Temporada 4 - La pérdida de la inocencia

Esta debe ser la primera serie con la que aguanto cuatro temporadas seguidas de forma regular. Aunque claro, nunca he sido muy de seguir series, ni tan siquiera si las echan por televisión, salvo si son de comedia. Pero el caso de The Wire es distinto, tras una tercera temporada realmente fantástica (de hecho, no sabría si decir que es mi favorita, porque cada una tiene sus virtudes) me lancé de lleno a ver esta cuarta con unas ganas enormes que se vieron acentuadas a medida que avanzaban los episodios. Eso sí, cabe realizar una aclaración: The Wire es una serie que mejora considerablemente con el tiempo, cuando ves el desarrollo de los personajes y, sobre todo, el mundo que les rodea, que cada vez es más amplio y más rico en todas sus facetas, detalles y hasta enfoques sociológicos. Pero lo que sí es cierto también es que se trata de una serie difícil de ver en un principio, cuyos primeros capítulos se suceden lentos y con pocas dosis de acción. Si eres alguien que quiere resultados inmediatos, un ritmo fulgurante y que espera ver una sucesión de acontecimientos dramáticos intensos a cada minuto, esta no es tu serie. Sin embargo, en esta cuarta temporada, ha sucedido lo que no esperaba que fuera a ocurrir: los capítulos se suceden con una agilidad asombrosa y se hacen tan cortos que anhelas ver otro cuanto antes, sólo para ver qué ocurre. 

Si hay algo que hay que destacar principalmente de esta temporada es justo eso, su capacidad de enganche e intensidad desde el primerísimo capítulo, superior en este aspecto a lo visto con anterioridad. Lo curioso es que tampoco lo necesitaba, sólo bastaba con sus maravillosos personajes y su tratamiento de la ciudad de Baltimore, con el día a día del trabajo de todos los integrantes de la compleja trama. Pero es que en esta ocasión nos revelan el estado de los colegios y de cómo los chavales empiezan a meterse en las esquinas a vender droga. Vemos todo el proceso de cómo unos jóvenes comienzan a hacer "carrera", por decirlo de alguna manera, en la intrincada red de traficantes en la ciudad de Baltimore. Algunos logran escapar, otros permanecen en ella ascendiendo peligrosamente y otros... simplemente, se dejan llevar por la marea. El caso es que todos tienen su papel dentro de todo este tinglado, independientemente de su situación. La evolución del grupo de chicos en los que recae el protagonismo de esta temporada es sin duda lo más atractivo de la misma, ya que son probablemente los mejores personajes de toda la serie, por lo impredecibles que son y lo terrible de sus situaciones. Es más, no se puede esperar siquiera un final feliz para todos ellos, y nunca nada es lo que parece, nada sucede como uno cabría esperar.

Por otro lado, los personajes viejos (y nunca mejor dicho) tienen la difícil misión de intentar salvar a alguno de ellos. De hecho, de una forma bastante lógica y hasta natural, cada uno intenta hacer de progenitor de otro, lo que nos lleva a pensar por qué unos consiguen salvarse de un destino poco agraciado y otros no. Las clases en Baltimore son implacables, mucho más incontrolables que las propias esquinas, precisamente por las pocas defensas del profesorado. Antiguos policías  que pasan a engrosar las filas de educadores comprueban eso mismo en sus propias carnes, echando de menos el trabajo que realizaban antaño, quizá más peligroso pero menos estresante. Y es ahí donde encontramos la principal novedad de la temporada: No existe un trabajo policial protagonista, por culpa de una serie de acontecimientos políticos (Carcetti se convierte en un personaje principal a tener en cuenta) el equipo de investigación de Daniels desaparece y personajes como Kima, Freamon y McNulty se vuelven más secundarios, aparecen poco y sólo por el final cobran cierta importancia. Por lo que el traficante principal: Marlo, puede actuar por sus anchas, sin apenas resistencia, más allá de Bunk y un Omar inspiradísimo. Por lo que, en resumen, la serie se ve considerablemente más interesante gracias a la sustitución del trabajo policial por el del trabajo educativo, que es sin duda de lo mejor que se ha desarrollado y expuesto durante el transcurso de la misma.

En definitiva, ¿qué más se puede decir? No deja de sorprender, ninguna temporada es igual a la anterior y no importa que cada vez se sumen más y más personajes, la serie no sólo no pierde fuelle, sino que es cada vez más compleja y estimulante. Esto no va de traficantes y policías, es la maldita historia de una ciudad. Increíble.