Animado por las críticas de varios colegas, me decidí a ver esta serie de vampiros que parece querer darle una estocada a la saga de Crepúsculo, a juzgar por varios elementos que tiene en común con la susodicha.
Lo cierto es que el punto de partida es, a priori, poco atractivo: La historia va de como Sookie, una chica con habilidades especiales un tanto peculiares, se enamora de un vampiro que pasa a vivir en su pequeño pueblo llamado Bon Temps. En el momento en que hace acto de presencia, comienza una serie de asesinatos en donde el hermano de la protagonista, Jason Steakhouse, se encuentra involucrado sin desearlo, hasta el punto de ser el principal sospechoso.
Una historia de romance entre un vampiro y una humana (aunque ésta sea algo peculiar) no es algo nuevo en los tiempos que corren, y no me refiero sólo por el éxito de la famosa saga de Stephanie Meyer. Situaciones semejantes hemos podido ver en Entrevista con el Vampiro, el Drácula de Francis Ford Coppola o incluso en la famosa Déjame Entrar. Lo realmente interesante de True Blood no se encuentra en la superficie, aunque la relación amorosa esté muy bien desarrollada (evitaré hacer comparaciones, pero digamos que esta sí es una manera de reflejar una historia romántica sobrenatural sin mojigatería de ningún tipo) y la trama de los asesinatos sea interesante, lo realmente genial de la serie se encuentra en sus propios personajes y en todos los casos reales que se tratan entre tanto elemento fantástico. De hecho, los vampiros son aceptados por una sociedad que les brinda la oportunidad de tomar sangre artificial embotellada bajo la marca de Tru·Blood.
Una historia de romance entre un vampiro y una humana (aunque ésta sea algo peculiar) no es algo nuevo en los tiempos que corren, y no me refiero sólo por el éxito de la famosa saga de Stephanie Meyer. Situaciones semejantes hemos podido ver en Entrevista con el Vampiro, el Drácula de Francis Ford Coppola o incluso en la famosa Déjame Entrar. Lo realmente interesante de True Blood no se encuentra en la superficie, aunque la relación amorosa esté muy bien desarrollada (evitaré hacer comparaciones, pero digamos que esta sí es una manera de reflejar una historia romántica sobrenatural sin mojigatería de ningún tipo) y la trama de los asesinatos sea interesante, lo realmente genial de la serie se encuentra en sus propios personajes y en todos los casos reales que se tratan entre tanto elemento fantástico. De hecho, los vampiros son aceptados por una sociedad que les brinda la oportunidad de tomar sangre artificial embotellada bajo la marca de Tru·Blood.
Que esa es otra, la serie es asombrosa tratando vampiros y seres fantásticos a tutiplén sin despeinarse ni perder credibilidad alguna. Todo resulta muy natural y atractivo, aparte de que muchos de los temas que se tratan sobre los chupasangres hacen alusión a las drogas, a la religión, a la manipulación, a la hipocresía, a la marginación, al racismo, al alcoholismo... La mano de Allan Ball está presente en cada línea de diálogo. Es pasmosa la cantidad de temas que se tratan en tan pocos capítulos y además de una forma muy acertada, sin intentar concienciar al espectador, tan sólo reflejando actitudes y desarrollando a los personajes. Esa ambigüedad es de lo mejor de esta temporada, los vampiros pueden ser despiadados, pero también nobles, tanto como los mismos humanos, los cuales si son cazavampiros son, indudablemente, malvados. Además, por si todo esto fuera poco, los actores están perfectos en sus respectivos papeles y los diálogos no resultan nada forzados. Si a todo esto sumamos unos efectos especiales más que destacables, censura de ningún tipo y una ambientación aceptable, podríamos decir que estamos ante la serie perfecta.
Pero no todo es tan perfecto, al menos en esta primera temporada. Tarda un poco en tomar interés y hasta el capítulo tres o cuatro no empieza realmente a destacar. Por otro lado, la trama de los asesinatos, aunque empieza fuerte, acaba diluyéndose un poco, hasta resultar algo sencilla en su ejecución, ya que no está a la altura de lo que uno podría esperar, pese a atarlo todo de una forma coherente. Dos fallos que se unen a la decepción que supone ver esta serie tras contemplar la otra obra de Allan Ball: A 2 metros bajo tierra, que es mucho más redonda que esta y con la que mantiene muchos puntos en común. Pese a todo, esta temporada es bastante recomendable, especialmente para fans de los vampiros que quieran ver una nueva vuelta de tuerca tan atractiva como interesante.