Africanus fue la primera entrega de la trilogía de Escipión, un titánico trabajo llevado a cabo por Santiago Posteguillo, que con tanta dedicación y solidez narra a su modo las aventuras del joven Publio Cornelio Escipión, un procónsul que cambió para siempre el destino del mundo cuando Roma se enfrentó a una de sus mayores amenazas durante la época de su gran imperio: el propio Aníbal Barca, el general cartaginés más indómito y legendario. Si bien, es cierto que para un lector sumergido en las narraciones de la mítica saga de Canción de Hielo y Fuego este tipo de historias adolecen de cierto realismo que sí poseen, pese a su contexto ficticio, las epopeyas ocurridas en Poniente. Y esto se debe al sentido de épica casi "hollywoodiense" que posee el escritor e historiador español, en el cual es fácil distinguir a los héroes incorruptibles de los villanos de carcajada fácil. No es algo que sea demasiado grato para el lector más avispado y exigente, por ello Africanus, pese a sus grandísimas virtudes (que las tiene) no termina de convencer del todo como relato histórico que es. Sin embargo, en ocasiones, cuando un libro está bien escrito, cuando es capaz de emocionar, inquietar y mantener en vilo... no importa demasiado el modo en que esté narrada la historia, no si consigue su objetivo. Para mi regocijo, puedo decir que Las legiones malditas consigue lo que se espera de él.
Aún siendo Fabio Máximo un villano de tebeo (del malo, que está expresión es algo injusta), no cabe duda de que esta vez, por fin, los buenos han dejado de ser tan maravillosos. De hecho, aunque Emilia Tercia siga siendo una mujer intachable e irreprochable en todos los aspectos, aunque la familia de los Escipiones y los Paulos parezca salida de la Casa de la Pradera en algunas ocasiones... al menos los personajes más importantes, los que esta vez sí llevan el peso de la historia: el ya no tan joven Publio y su segundo al mando, el imbatible Cayo Lelio, realizan actos que a ojos de sus enemigos deberían resultar villanescos. Dicho de otra forma, Posteguillo, aunque sigue manteniendo una pose hacia esta familia de romanos totalmente parcial con el objetivo de lograr que el lector se identifique con ellos, ha aprendido a no esconder en absoluto la barbarie de algunas de sus costumbres tanto fuera como dentro de la batalla. Es así como asistimos a una evolución más que convincente del procónsul, que esta vez no es el crío inexperto y valiente que veíamos en la primera entrega, en esta segunda se convierte, progresivamente, en un mucho más aguerrido guerrero y en un más que convincente estratega, digno de recibir, años después, la admiración del también muy capaz Julio César.
Por tanto, gracias a este pequeño atisbo de ambigüedad, la situación se vuelve infinitamente más interesante. Es más, las situaciones se suceden a un ritmo perfecto. Suceden más cosas, se narran más años en menos páginas y no hay tiempo para el aburrimiento. Las discusiones entre los grandes líderes son fascinantes, las conspiraciones en el Senado se leen con agrado y sorpresa. Las traiciones y las consecuencias ponen el vello de punta en determinadas ocasiones. Pero lo mejor de todo es que las batallas siguen narradas con maestría, con asombrosa lucidez, claridad y épica. Están descritas de forma que es imposible perderse y resulta aún más sencillo imaginarlas, siendo la última la más impactante de todas, la más heroica e impresionante, con unos romanos que lo tenían todo en su contra y pese a todo lucharon sin palidecer ante el contrario. Y es que esa es la gran baza de este libro: narra la aventura de un hombre que lo consiguió todo pese a tener todos los factores en su contra. Aún siendo Aníbal el que llevaba la voz cantante, aún sufriendo el desprecio del Senado, aún sorteando peligros de traición dentro de sus propias legiones... Escipión persiste y se niega a ceder terreno, simplemente logra sortear todos los obstáculos. Es, sin duda, una historia que merece la pena leer. Realmente emocionante.
Por ello, esta secuela es superior a la precuela en todos los aspectos, más centrada en su protagonista y menos coral, lo que quizá fuera ventajoso y provechoso para su escritor, más talentoso para las grandes batallas que para el desarrollo de personajes. Al centrarse en unos pocos y al ser bastante más lineal (el teatro cobra menos importancia con un Plauto más secundario que, sin embargo, no se echa mucho de menos), consigue aprovechar todas sus virtudes y ofrece un libro que debería ser del agrado de todos aquellos que sientan fascinación por la historia de Roma.
3 comentarios:
Me parece que te molan las series y películas espartacas o romanas ¿me equivoco? xD. Parece interesante lo que escribes, veré si puedo verla algún día de estos.
Hombre, verla, verla... esto en concreto es un libro. Pero sí, me encanta la época del imperio romano, me parece muy interesante. Y esto no es todo, próximamente leeré Yo, Claudio, el tercer libro de Escipión: La traición de Roma y ya veremos si me animo a buscar películas ambientadas en dicha época. XD
yo recuerdo que este libro me había regalado hace como dos o tres veranos atrás, y simplemente me lo devore en 2 semanas (y sino menos), me atrapo todo desde su calidad hasta su descripción de los sucesos, otro punto es que la gran mayoría de estos textos tienen que ser épicos o heroicos debido a las proesas que los mismos hacen, dado a que sino no seria lo mismo.
Publicar un comentario