No es una de las series más longevas, pero sí una de las que parecen tener un recorrido en donde todo cambia para acabar siendo igual. No es ningún misterio, tampoco, que The Wire sea realmente la historia de toda una ciudad, la historia de Baltimore y un sistema corrupto desde sus cimientos que, como una enmarañada red, nos cubre y arrastra a todos, incluso aunque estamos drogándonos por las calles. Sin que pretendamos estar dentro, seguimos formando parte de él, tal es su poder y tal es su función. Por ello, lo más destacable de la serie acaba siendo su capacidad para mostrar los entresijos de la realidad de nuestro día a día. En la primera temporada se centraron en el cuerpo de policía, en la segunda en el FBI y los sindicatos portuarios, la tercera se centraba más en los senadores y el dinero negro, la cuarta dedicó su tiempo al sistema educativo y las elecciones. ¿Qué quedaba entonces por tratar después de haber utilizado figuras tan ilustres como senadores, alcaldes, agentes del FBI, sindicalistas, comisarios, tenientes, profesores, tutores, detectives, traficantes, capos y demás? Pues la respuesta es obvia, y sorprende que tardaran tanto en mostrarlos: los periodistas.
Y, curiosamente, en ellos tenemos el tratamiento más superficial y menos potente, por así decirlo, de la serie, en lo que se refiere a un aspecto antropológico de la misma. No es porque estén mal tratados, ni mucho menos, ya que al menos su día a día se muestra sin moralina de ningún tipo, ni maniqueos y con cierto interés. Pero tras unas miradas tan sesudas en lo que a política y sistema educativo se refiere, queda muy por debajo de los análisis mostrados anteriormente y eso se nota, las expectativas son demasiado grandes como para hacer simplemente algo correcto. Además, esta vez no muestran a nuevos secundarios que estén a la altura de los de siempre, aunque aquí también habría que hacer hincapié en que, honestamente, los de siempre nunca habían estado mejor. Es decir, se nota el paso del tiempo, la evolución dentro de sus propios estatus, los enfrentamientos entre ellos, el nivel implicación de todos ellos cuando se encuentran en otra situación económica bastante precaria dentro del mismo departamento de policía de Baltimore. En definitiva, aunque esta temporada se muestre más tímida en lo que al nuevo escenario se refiere, al menos en las investigaciones policiales y los entresijos del ayuntamiento nos sorprende, y mucho.
De hecho, si cogieran la trama principal y le dieran un desarrollo similar al mostrado a lo largo de estos vertiginosos capítulos, sin centrarse tanto en el periódico The Sun y en el resto de los personajes para realizar una película sólida, sería una verdadera joya de las que no se ven en cartelera. Lástima que el conjunto no sea tan redondo, aunque sea un final más que digno para sus personajes, ya que es casi imposible no emocionarse ante las que pueden ser sus últimas correrías dentro de sus respectivos papeles. Son demasiados como para olvidarse de cada uno de ellos: Kima, Jimmy McNulty, Bunk, Lester Freamon, el carismático Bubbles, Omar, Marlo, Cedric Daniels, Rawls, Colvin, Carcetti, Scoop, Michael, Pretz... Basta con que cualquiera de todos ellos aparezca unos segundos en pantalla tras no haber aparecido durante ocho capítulos para emocionarnos. Y esa es la verdadera grandeza de la serie, no sólo es un excelente retrato de una sociedad manipulada y manipuladora hasta el punto en que los más nobles deben mentir para intentar hacer las cosas bien, sino que también contiene un inigualable plantel de secundarios y protagonistas del que es imposible desatenderse. Además, resulta impresionante la forma en que se cierra el círculo: Todo cambia, para seguir igual. Los papeles continúan, sólo los rostros varían.
Esta es la historia de Baltimore, esto es The Wire. Ahora a ver cuánto tardo en ahorrar un viaje para visitar esas calles cuando pueda. Eso sí, evitando las esquinas y con la supervisión de la policía, y sólo si Carcetti me promete su excelente programa de protección de testigos.
5 comentarios:
La idea de que la última temporada esté ambientada en el mundo del periodismo (local) me parece muy inteligente, más teniendo en cuenta que David Simon trabajó en el Baltimore Sun, así que sabe de lo que habla.
Aún así, a mí esta 5ªT me produjo cierta decepción por dos puntos:
-toda la trama del psychokiller me resulta poco creíble, e introduce un elemento de ficción algo retorcido que va en contra del realismo de la serie.
-la trama de periodismo sí me parece algo maniquea, con la diferenciación clarísima del periodista trepa y el auténtico y puro periodista.
Con todo, claro, hay grandes momentos y el final es genial (como bien dices, todo tiene que cambiar para que siga igual). En cierto modo, la insatisfacción que produce esta temporada (que, con todo, es notable) no hace más que confirmar lo alto que hasta ese momento ha volado "The Wire".
En verdad yo veo otros fallos en lugar de los que dices, ya que a mí no me pareció tan maniquea la trama del periodista trepa (tengamos en cuenta que le allanan el paso a la mentira y hasta llega a creérsela, es cómplice y víctima del propio McNulty casi sin desearlo, y realmente este tipo de gente existe) ni me pareció tan poco creíble la compleja trama del falso psychokiller. De hecho, me encantaría que me dijeras qué tiene de falso cuando es de lo más elaborado dentro de la temporada, incluso su conclusión es poco complaciente.
Por otro lado, creo que lo más falso de la temporada está precisamente en Omar. Su escapada de los matones de Marlo por el balcón es de lo más forzado que he visto en toda la serie.
Y aún siendo bastante superficial en lo de la trama periodística (que podría haber sido mejor), sigue siendo una temporada más que notable, como tú mismo dices: eso ya dice mucho de la calidad que ha sostenido la serie.
Totalmente de acuerdo con lo de Omar, de hecho estuve apunto de hacerlo.
No es que me parezca que la trama del psychokiller sea falsa o inverosímil, pero sí me pareció demasiado retorcida. Durante todas las temporadas "The Wire" ha eludido los lugares comunes del género, y aquí es como que construyen una ficción demasiado elaborada. De todas formas, la resolución es genial.
Y creo que el gran protagonistas de está última temporada es Bubbles, el auténtico héroe de toda la serie.
Bubbles es que obtiene su final digno y emotivo. Casi lloro en su monólogo final, qué bien escrito y qué maravilla de evolución.
Por lo demás, qué cojones, aún con sus pegas, es una temporada muy buena, cuanto más hablo de ella y más la recuerdo, más me gusta.
Una lástima lo de Omar, eso sí.
Cuando terminó el último capítulo (con la duración de una película) eché en falta una escena donde Bunk y McNulty tuvieran una conversación de las suyas; borrachos, apoyados en un coche, al lado de las vías del tren o en la puerta del bar de los policías, que cerrara el círculo al igual que lo abrió una de estas conversaciones al final del primer episodio de la serie. De hecho me parecía lógico y lo esperaba, cuando ambos salen del bar y saludan a Kima.
Pero bueno, eso no es realmente una pega que le pongo a la temporada, sino más bien una fantasía insatisfecha. Lo que más desentona es, como dice Ovidio, la escena donde Omar escapa de los matones de Marlo por el balcón. Y creo que se nota la falta de, al menos, dos o tres episodios más (creo que ésta es la más corta) para redondear el final, pues algunas cosas resultan algo atropelladas.
Lo mejor es la sensación que deja el final (a pesar de la impotencia que le hace a uno sentir) donde la policía gana en cierto modo, pero la justicia no, y te quedas un poco desolado viendo que hay cosas que no se pueden cambiar aunque auténticos policías de raza (y políticos más o menos bienintencionados, y fiscales honrados, etc.) hagan todo lo que puedan para evitarlo. La corrupción abarca demasiados aspectos de la sociedad, es una máquina imparable, casi parece el final de El planeta de los Simios.
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