Han sido tantas las adaptaciones de cómics de superhéroes que han pasado ya por la gran pantalla que nuestros niveles de exigencia y nuestras expectativas se han elevado de un modo que nunca imaginamos. Esto es mucho peor cuando nos encontramos ante un proyecto fílmico con un director y unos actores que prometían en exceso, como ha sido el caso del dios nórdico, cuya versión en cines ha caído en manos de Kenneth Branagh, un director muy apreciado, pese a no haber sido nunca un revienta-taquillas. No obstante, estamos hablando de alguien acostumbrado a adaptar relatos de Shakespeare, cual Orson Welles moderno (salvando las distancias, claro), por lo que todo el mundo lo encontraba acertadísimo para llevar a cabo las andanzas del hijo de Odín, portador de Mjolnir, el dios del trueno, que con tanta verborrea nos ha embelesado gracias a gran parte de los guionistas que han escrito sus historias en la editorial Marvel. Muchos nos mostramos expectantes con tal de ver un filme del género que resultara atípico y con personalidad. Debo decir que, en esto último, podemos quedar un tanto decepcionados.
Y es que nadie podrá decir que es el filme más personal de Branagh, su firma se ve indudablemente en las partes que transcurren en la ostentosísima (en ocasiones demasiado) Asgard, en donde los dioses tratan temas de gran relevancia, al menos los de mayor importancia: padre, hijo y ahijado; Odín, Thor y Loki respectivamente. El trío más importante e interesante de la historia, los que dirigen la trama principal. Pero el resto de las escenas del largometraje, especialmente las que transcurren en la Tierra, casi podrían estar dirigidas por un director cualquiera, especialmente alguna que otra batalla, pese a la solidez de lo rodado. Lo que más sorprende es que en una sola película se atrevan a trasladar a gran parte de los asgardianos, con cierto inesperado protagonismo, especialmente los cuatro compañeros de Thor: Hogun, Volstagg, Frandal y Lady Sif. Con Heimdall por otro lado, interpretado por un imponente Idris Elba, con el porte con el que ya nos tiene más que acostumbrados. Solo se echa un poco en falta a Balder el Bravo, pero la verdad es que más personajes habría sido excesivo, y más cuando todos tienen sus pequeños momentos de gloria en la pantalla. A destacar especialmente el simpático Frandal, cuyo arrojo y alegría en la batalla es de los que sorprenden. Una genial interpretación.
Sin embargo, Thor no queda tan redondo. Chris Hemsworth realiza un papel más que correcto, y tras verle con el Mjolnir realizando las piruetas características del personaje es difícil imaginar a otro interpretándolo. Es realmente el Christopher Reeve que necesitaba el dios nórdico del trueno, da el pego físicamente y posee más de un registro. El problema, por tanto, no está en el actor, sino más bien en el guión, ya que su historia con Jane Foster y su evolución quedan demasiado forzadas, como gran parte de lo que ocurre en la Tierra. En otras palabras, el guión es más que correcto, completísimo y con todos los elementos de Asgard que podríamos esperar en una adaptación de este calibre. Pero por desgracia naufraga a la hora de mostrar un desarrollo que nos haga creíbles tanto la relación del dios con la humana (una Natalie Portman desaprovechadísima), que queda muy forzada, como el paso hacia la humildad del vanidoso futuro gobernante de Asgard. No transcurre un tiempo que deje margen a una experiencia que deje mella en el protagonista, siendo esta la mayor lacra de esta película. Además, el tono constante de humor de comedieta americana en muchas de las escenas con los humanos llega a molestar, aunque en otras ocasiones funcione con cierta soltura.
Así pues, es una obra imperfecta que merece la pena ver solo por una cosa: Loki. Su intérprete, Tom Hiddleston, podría manejar él solo la película. De hecho, me atrevo a decir que en ocasiones llega a comerse la pantalla aún compartiéndola con un peso pesado del calibre de Anthony Hopkins, que tampoco lo hace nada mal como Odín. Se trata de uno de los mejores villanos del género que hemos podido ver en la gran pantalla. No es una exageración, pues se encuentra a un nivel muy similar al de Ian McKellen como Magneto en la trilogía de X-men, de unas características muy similares. Ambos no se consideran villanos a sí mismos, son víctimas de las circunstancias y de enormes desengaños, poseen ambición y no consideran más importantes los métodos que el resultado en sí. Se podría decir que son buenas personas forzadas a ser malvados porque las circunstancias los han hecho así. Pero es que además, Hiddleston otorga credibilidad a su personaje, no parece un villano cualquiera, no tiene gestos típicos ni se porta como si quisiera dominar el mundo. Es un hijo rechazado, un hombre inseguro que fue burlado constantemente por los suyos. Es un mentiroso de lengua pérfida cuyos actos, pese a ser engaños y manipulaciones, se pueden llegar a comprender. En resumen, Thor es una película interesante gracias a su antítesis. Lo cual no es poco.
Es una pena que, sin embargo, no sea todo lo redonda que pudo haber sido. Su CGI es demasiado cantoso, posee momentos demasiado cómicos o demasiado típicos y, sobre todo, falla en mitad del desarrollo pese a tener un enorme comienzo y un emocionante final. Menos mal que todo queda compensado con una historia que merece la pena, un villano genial y un diseño de producción sólido. No está a la altura de las mejores del género, pero se disfruta, que ya es más de lo que se puede decir de muchos largometrajes que pueden verse en nuestras carteleras.
1 comentario:
Coincido con todo lo que dices punto por punto. Vamos, veo que nuestra impresión de la película es prácticamente la misma.
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