sábado, 12 de febrero de 2011

127 horas

Ocurre que cuando alguien está en lo más alto de la cúspide de su carrera, le salen retractores por todos lados. Sea justificadamente o no, es como una ley no-escrita que se debe cumplir a la rajatabla. Digo esto porque no cabe duda de que si hay un director afortunado en Hollywood en estos momentos ese es Danny Boyle. Desde Trainspotting, todo el mundo se fija en él. Dio la campanada varias veces cambiando de género como quien cambia de calcetines, da igual si toca la ciencia ficción, el tono documental o el terror, el director se las apaña para hacer que la historia sea suya y su estilo se adapte como un guante a ella. Lo que ocurre es que desde Slumdog Millionaire, Boyle está dando más rienda suelta a su estilo videoclipero, abusa un poco más de la cámara partida, de la secuencia rápida, el movimiento ágil de cámara o de la música alta en algún momento del filme. 127 horas hereda algunas de las virtudes y defectos de su anterior película. Pero, ¿es malo de por sí un estilo de dirección menos clásico? ¿no rodar de forma sobria ya es algo negativo?

Por mi parte, me atrevo a desmentir tal cuestión por completo. Es decir, tenemos una historia de supervivencia basada en un hecho real al que se han ceñido fielmente en todos los detalles que consiste en, simple y llanamente, un tipo atrapado en una pared de roca. Sí, es lo que parece: Una hora y media sobre un tipo que no se puede mover de un sitio. ¿A que suena realmente aburrido?

Pues en manos de Boyle no lo ha sido. El director se muestra hábil y asombrosamente entretenido, con muchos recursos a su disposición, empleándolos con suma maestría: flashbacks, delirios, grabaciones, sueños, anhelos, momentos de angustia... Todo vale, nada falta y nada sobra. Un ritmo perfecto en donde James Franco asombra como uno de los actores más creíbles que se han visto en la gran pantalla estos últimos años. En un solo papel ya ha demostrado que es uno de los mejores de su generación y más le vale no quedarse ahí porque potencial tiene para rato. Ha interpretado a Aaron con una credibilidad absoluta, realmente es fácil ponerse en su lugar y consigue que en todo momento estemos deseando que escape de tan espantosa situación. Nos emocionamos con él, sufrimos con él y nos alegramos por él. No se podía pedir más en una película de estas características.

Lo dicho, Boyle ha vuelto a dar lo mejor de sí con una película muy injustamente criticada en muchos sitios. No concibo una forma mejor de rodar un filme de hora y media sobre un tipo atrapado en un desfiladero. A mí me ha convencido.

2 comentarios:

José M. García dijo...

No he visto 127 horas y Danny Boyle me inspira poca confianza. El problema no está en rodar de manera sobria o videoclipera, sino atenerse a lo que la historia necesita, y Boyle pasa bastante del asunto.

Ahí tenemos como ejemplo a su premiada Slumdog Millionaire, que hace gala de una de las puestas en escena más inmorales que recuerdo: mostrar la pobreza y miserias de los barrios degradados de los que surge el protagonista desde un punto de vista esteticista y cool, glamourosa y molona; perfecto empaque MTV para mentes bienpensantes.

Ovi-One dijo...

Yo encuentro un poco exagerado criticar a Boyle por lo que considero su propia impronta personal. De hecho, yo creo que no tiene sentido echarle en cara que Slumdog posea un toque cool y molón (nunca glaumuroso, sinceramente) en las escenas de los barrios pobres que rueda, sobre todo cuando la intención es en realidad captar el tono desenfadado de Bollywood. A mí me parece un retrato como cualquier otro, que además ofrece un contraste muy agradecido, porque no todo es tan molón y guay en esa película, ya que se vuelve cruda y dura cuando lo necesita. Siendo así, entonces... ¿cuál es realmente el problema?

Yo no le encuentro ninguno, a mí me gustan los contrastes, y Boyle sabe manejarlos con soltura y cuando la historia lo necesita. Otro director intenta imitar su estilo y estoy seguro de que fracasa estrepitosamente.