Cuando Waid y Wieringo entraron en la serie de los 4 Fantásticos, los fans nos regocijamos con muy altas expectativas. Poco duró la alegría, el dibujante apenas realizó cuatro sagas y pocos números unitarios, entre invitados y polémicas varias con el editor, Quesada, que pretendía convertir la serie en algo más cotidiano y, en cierto modo, vulgar. Por suerte, aún pudimos disfrutar de unos cuantos números más de la serie con este equipo creativo, aunque ya no estuviera tan inspirado como lo estuvo en el clímax situado en la mitad de tan corta etapa. En otras palabras, la aportación de ambos autores no fue en absoluto despreciable, pero tampoco significó nada en la fascinante trayectoria del cuarteto.
Sin embargo, algo tendrán estos números para que puedan ser recomendados una y otra vez, ese algo es simpleza, una falta de pretensiones y un tratamiento entrañable de los personajes. Esto puede ser algo tan positivo como negativo en la práctica. Es decir, ver a Reed, a Sue, a Ben y a Johnny como siempre han sido denota cierta dejadez a la hora de enfrentarse a la idea de que estos personajes han vivido experiencias que deberían haberles dejado huella. Pero los cambios de madurez y personalidad (muy destacables, sobre todo en el caso de la Antorcha Humana) hace tiempo que ya fueron extirpados u obviados por otros autores. Los 4 Fantásticos, como franquicia que son, no pueden permitirse cambiar. Al menos Waid se molesta en retratarlos de forma que puedan resultar característicos para todo el mundo, tanto para el neófito de la serie como el que acaba de llegar.
Lo dicho, eso puede ser algo tan positivo como negativo, y esta saga es una muestra de ello: Empieza con una presentación muy adecuada para la familia, continúa con el dilema de la Cosa como monstruo siempre vilipendiado por la gente del barrio donde vivió en su juventud y acaba con dos aventuras que no dejan huella en absoluto en la historia de los personajes (para ello tendríamos que leer las tres sagas siguientes, que son lo mejor de la etapa sin lugar a dudas) pero sí cierta satisfacción en el lector menos exigente, gracias a un buen ritmo, grandes dosis de acción bien plasmada y un villano ocurrente. Por todo esto, no es de extrañar que estos números de Waid fueran seleccionados para este coleccionable. Esto es un cómic de superhéroes ligero, clásico y agradable, no reinventa la rueda pero divierte, que al fin y al cabo es lo mínimo que hay que exigir en una publicación de este tipo.
Además, el dibujo del fallecido Mike Wieringo (en paz descanse) es todo un ejemplo de simplicidad a favor del encuadre más adecuado, la narrativa más dinámica y la expresividad más divertida. Y por si fuera poco, si hay algo que llame especialmente la atención en este artista es el acertado estudio de la personalidad de los personajes que es capaz de reflejar. En todo momento es fácil adivinar qué piensan y que sienten. En fondos, por otro lado, también es muy acertado, a veces los disimula, pero cuando han de tener protagonismo, ahí están para demostrar la versatilidad del dibujante. Mark Buckingham, que se encarga de la última saga del tomo, suple adecuadamente al artista de la colección y aunque no cuenta con la misma destreza sí es capaz de mantener el tono.
Si a todo esto le sumamos un buen número unitario de Kesel e Immonen, no cabe duda de que nos encontramos ante un tomo recomendable para todos los públicos.
2 comentarios:
No soy gran fan de estos personajes pero este tomo lo devore hasta acabarlo :D me encantó el dibujo, la caracterización, como avanzaban varias tramas en el mismo comic sin aburrir o usar la descompresión narrativa tan de moda ahora. Simplemente genial.
Pues el resto es todavía mejor, te invito a leerlo. :D
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