Lo de esta serie empieza a ser un "quiero y no puedo" constantes. Cosa que molesta en grado sumo, porque realmente tiene momentos tan brillantes que la hacen magnífica, única y más que memorable. Pero por desgracia, en todas las temporadas siempre hay algo que impide que brille con toda la intensidad que podría. Por ejemplo, en la temporada anterior hay capítulos que se podrían tildar de auténticas obras maestras de la televisión, con actuaciones maravillosas, unos efectos impresionantes, un guión a prueba de balas y una tensión admirable. Montones de adjetivos altisonantes que no hacen justicia a unos episodios, en serio, asombrosos. Y sin embargo, si se analiza la temporada en su totalidad, podemos encontrar que no todos mantienen el nivel, de hecho muchos ni se acercan, por no decir que los hay que incluso sobran por completo. Lo comenté antes y lo repito ahora: Fringe tiene el grave problema de poseer demasiados episodios por temporada, veintidós son una barbaridad para lo que se avanza en la trama principal, y se nota que los guionistas hacen carambolas para poder rellenar espacio, haciéndolo muy bien algunas veces y molestando en otras. En esta tercera temporada, sin embargo, el ritmo es el mejor de todos los mostrados hasta el momento.
De hecho, se podría decir que en esta ocasión la trama avanza con mucha menos torpeza, tiene mucho más que contar y además da la impresión de que no hay apenas relleno, o al menos no ofrece esa incomodidad de estar viendo algo para "salir del paso" mientras lo bueno se pospone. Además, al no haber ya tanto que desvelar, la cosa está mucho más interesante, y el status quo de los personajes ha variado muchísimo, con sorprendentes giros y un excelente tratamiento en cuanto a la personalidad de estos. Digo más, Tanto Walter como Olivia están brillantes en esta temporada, el primero porque debe afrontar la supuesta muerte de un viejo amigo (y sus regresos, aunque esta es la clase de spoiler en la que el "cómo" importa mucho más que el "qué" pasa) y la segunda porque debe superar la terrible suplantación que acomete su sosias del "otro lado". Por ello, los primeros doce capítulos son de lo mejor, alternando universos y ahondando en la personalidad de los protagonistas, avanzando en la trama central y profundizando en lo que todavía está por llegar. Si tuviéramos que basarnos solo en ellos, sin duda podríamos decir que son de lo mejor que ha dado la serie hasta el momento: vibrantes, tensos, dinámicos, emocionantes... Lo tienen todo.
Pero a partir de ahí, la cosa se diluye. De repente la serie parece ir por otros derroteros y se vuelve demasiado fantástica, sobre todo porque pierde la mesura con la que trataba la ciencia ficción, siempre con explicaciones muy sesudas e ingeniosas (por no decir muy divertidas cuando las expone el viejo Walter), que aquí brillan por su ausencia, sacándose de la manga conceptos que suenan más a magia que a la "fringe science" que da nombre a la serie. Dicho de otra manera: la supresión de incredulidad se vuelve más frágil, habiendo momentos en los que parece que estemos viendo una serie distinta. Nada de esto sería tan grave si se tratara de un caso puntual, pero por desgracia afecta al final de la temporada, en donde los guionistas se sacan de la manga un "deux ex machina" literal con el que se permiten explicar y solucionarlo todo dejando además otros cabos sueltos bastante menos interesantes que los que teníamos hasta el momento. En otras palabras, era el momento de mirar hacia delante y no preocuparse por marear aún más la perdiz, pero parece que no pudieron resistirse a la hora de tirar por lo segundo.
Pese a todo, sigue siendo una serie muy recomendable, sobre todo porque todavía cuenta con algunos capítulos magníficos y unos muy buenos personajes y efectos especiales. Lástima que, habiendo arreglado los problemas de ritmo, fracase precisamente a la hora de desarrollar la trama principal. Un error que acaba siendo peor que el otro y que espero que sepan solventar para la continuación. Porque... ¿continuará, verdad?
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