miércoles, 2 de marzo de 2011

Cisne Negro - La inhibición estalla

Que Darren Aronofsky es un director que se basa especialmente en las emociones y sentimientos no pilla a nadie por sorpresa. De hecho, es un autor que confía más en una mirada cercana y absolutamente subjetiva de sus personajes más allá de lo que simplemente se puede ver en sus situaciones cotidianas. No está hecho para la "vista de pájaro", por así decirlo, es más fervoroso que narrativo, por eso sorprendió a muchos con la película El Luchador, en la cual mostraba una tónica más "realista", pausada y sosegada, sin demasiado barroquismo o experimentación, con un tono bastante más clásico y de documental. Por eso, cuando los admiradores de este filme intuimos que el director regresaba de nueva a su vena más intimista y desatada con Cisne Negro, nos temíamos que la presunta evolución mostrada con el filme protagonizado por Rourke iba a quedar en una muestra de intención más que otra cosa. Nos equivocamos.

Cisne Negro es la culminación de un estilo, una mezcla coherente y sólida de lo que nos ha mostrado su autor en su filmografía. Es, en otras palabras, la evolución de una sensibilidad que se acopla a la perfección con lo que pretende contarnos este peculiar cuento de hadas adulto. Antes que nada, siento cierta afinidad hacia los relatos sobre superación personal (de carácter, no de torneos y cosas similares) en donde el protagonista cambia a lo largo de toda una aventura en donde se pone a prueba a sí mismo para conseguir sus objetivos. Esta película, que parte de una trama muy sencilla, trata de algo parecido a esto: Nina es una chica inocente y delicada que resulta ser perfecta para interpretar al Cisne Blanco del Lago de los Cisnes. Sin embargo, también debe ser el Cisne Negro en la representación, cosa que la obliga a cambiar un poco su personalidad para amoldarse en el papel, estando presionada por su madre, su director y por ella misma, que quiere ser simplemente perfecta.

Esta especie de Perfect Blue (no es para menos, Aronofsky es fan de Satoshi Kon, aunque la trama también tiene reminiscencias de Carrie y en realidad el director ya declaró que sus fuentes de inspiración para este filme eran otras) en donde la pasión se mezcla con la obsesión es un maremágnum de emociones como pocas veces se ha visto en una sala de cine. Me permitiréis ponerme un poco pedante y poético, pero la mejor forma de describir este filme es de esta manera: es como un río, primero se muestra tranquilo y sinuoso, placentero y agradable, pero más tarde empieza a hacerse cada vez más y más caudaloso, hasta el punto en que te golpea contra los bordes, te sobrecoge y finalmente te lanza por una cascada. Puede sonar un poco exagerado, pero tiene uno de los mejores clímax que he podido ver en una sala de cine. Es casi mágico, una excentridad maravillosa que más sorprende cuanto más conectas con la película. Puro espectáculo en donde su intérprete principal, Natalie Portman, no es que esté fantástica, es que realmente se transforma en su propio personaje, resulta perfectamente creíble el hecho de que logre la perfección y triunfe. No interpreta a Nina, ES Nina.

Por eso es la culminación del estilo de su director, es un guión que en otras manos no sorprendería tanto, es pura pasión, virtuosismo creativo y, por lo que a mí respecta, consigue al 100% su cometido, consigue transmitir todo lo que intenta desde el principio, de forma gradual, pausada pero emocionante al final. En otras palabras, y me dejo de metáforas, es una montaña rusa pasional. Antes mencioné a Portman, que demuestra una vez más que es una actriz impresionante, de las mejores de su generación. Pero eso no es todo, ya que la suma de un Vincent Cassell pletórico y una sensual y atractiva Mila Kunis demuestra que Aronofsky no solo es un director excepcionalmente emocionante, sino que también sabe llevar a sus actores por donde quiere, aprovechando todas sus virtudes al máximo. Y me parece injusto que por culpa de una interpretación sobresaliente de la actriz principal no se mencione al resto, cuando están todos a un nivel más que notable.

Por esto y por su puesta en escena, su endiablado ritmo, esos increíbles enfoques de cámara y unos efectos especiales calculadísimos... Cisne Negro es una gran película. De las mejores que he tenido la oportunidad de ver, la culminación del estilo de su director. Ya lo dice el propio filme: "la perfección no se trata solo de control, también se trata de dejarlo de lado."

4 comentarios:

Román dijo...

Tengo esa pelicula como pendiente, siempre me interesó cisne negro cuando vi por primera vez su trailer,me han dicho que la pelicula es de terror psicologico y tambien es posible que sea una de las mejores peliculas del año. La pelicula me atrapa y no me aguanto las ganas de ver esa pelicula. Si llego a tiempo y todavia no la quitan la semana que viene la voy a ver.

itikichi dijo...

Mira que hace mucho vi la de perfectu blue, y no habia caido, pero si, tienen su parecido... Y ah, una peli genial al igual que su bso

Ovi-One dijo...

Román, te la recomiendo mucho, espero que conectes con ella porque es la clase de película que admiras o sientes que te ha hecho perder el tiempo. Pero dudo que vayas a ser de los segundos. ;)

Itikichi, a mí todo me pareció muy bueno. Me la compraré en cuanto salga. XD

José M. García dijo...

Lo de la banda sonora vuelve a dejar en evidencia las absurdas normas de las academia a la hora de las nominaciones de los Oscar, puesto que, entre ellas, como mínimo un tanto por ciento de la composición tiene que ser original. Claro, como para Cisne Negro Clint Mansell ha utilizado como base El lago de los cisnes de Tchaikovsky pues le han apeado. Y es una injusticia.

En Black Swan no se ha limitado a utilizar fragmentos del ballet original y después ha rellenado el resto con sus propias composiciones, sino que ha hecho su propia versión del ballet, fundiéndola con el score original. Un ejemplo es el comienzo del film: el sueño de Nina es acompañado de la Introducción original de Tchaikovsky, pero Clint Mansell ha introducido unos arreglos electrónicos que le han cambiado el sentido, aproximándolo al terror.

En resumen, un trabajo portentoso.