Hay ocasiones en las que una fórmula no parece dar mucho más de sí, o que al menos no es del todo interesante una vez la novedad se esfuma y se da el caso en que se insiste en los puntos fuertes, olvidándose de otros que equilibraban la balanza. Dicho de otra manera, Misfits en su primera temporada sorprendió, impactó y enamoró a muchos, por su apuesta desenfadada, por lo políticamente incorrecta que es desde el primer minuto y lo carismáticos que resultan sus personajes. Por ello, superarse en una segunda temporada resultaba algo realmente difícil, por lo que había que cambiar el tono sin perder el espíritu, para ofrecer algo diferente e incomparable, que pueda gustar más o menos pero que sea igualmente efectivo. Es así como vemos un enfoque todavía más gamberro que el que pudimos ver anteriormente, con los personajes un poco más pasados de vueltas, secundarios de usar y tirar, enemigos más mortales y, sobre todo, menos ambiguos. En esta ocasión, estos siete capítulos parecen exactamente un cómic de Garth Ennis llevado a la pequeña pantalla, solo que con menos gore.
Decir esto es como ofrecer una de cal y otra de arena, ya que el guionista de cómics irlandés no siempre es tan interesante, algunas veces se deja llevar demasiado por lo banal y obsceno olvidándose de todo lo demás que lo ha hecho grande en sus obras más reconocidas. Con Misfits ocurre más o menos lo mismo: el nivel de gamberrismo ha subido, pero dejan bastante más de lado la crítica social y el desarrollo de personajes. No los principales, ojo, que siguen siendo el mejor reclamo de la serie, sino en los secundarios. Y es que a lo largo de estos episodios aparecen un buen montón, pero ninguno se aprovecha como es debido y todos, antes o después, acaban criando malvas, como si fuera una regla no escrita obligatoria. Ahora, todo se toma más a cachondeo, nada se respeta y rara vez nos emocionamos con algo porque todo puede ocurrir, incluso de un capítulo a otro. Jamás he visto en ninguna parte un status quo tan vulnerable como este, las relaciones entre personajes cambian en un parpadeo y las muertes se suceden por doquier, aparte de que abusan demasiado de los retrocesos temporales, convirtiendo el poder de Curtis en un deux machina perfecto para mostrar cualquier escena que al director o guionista le satisfaga. El caso más flagrante lo encontramos en uno de los capítulos, donde todo lo que ocurre, simplemente, es borrado para siempre.
Eso sí, pedir un poco más de mesura a esta serie sería como pedir peras al olmo, o una hipocresía por nuestra parte. Al fin y al cabo, lo mínimo que puede hacer es ser fiel a su propio espíritu camorrista y despreocupado, aunque eso atente contra un espectador que cada vez menos paciente con las sobradas e idas de tono, que por sí solas no consiguen gran cosa. Pero que nadie se espante, pese a todo este bajón la serie sigue siendo bastante recomendable y además en esta ocasión tenemos una trama central que resulta ser de lo mejor que podemos ver en el transcurso de la misma, dotando de renovado interés a Simon y a Alisha, que amenazan con robarle todo el protagonismo a un Nathan cada vez más detestable y agobiante. De hecho, por mucho que insistan en convertirlo en el alma de la fiesta, al final resulta incapaz de protagonizar ningún momento memorable como los que encontramos en la temporada anterior. Además, alguna que otra crítica social sí que hay, sobre todo en los dos últimos capítulos, atreviéndose a meterse con el morbo televisivo y la religión cristiana. De una forma un tanto superficial e inofensiva, eso sí.
Resumiendo, sigue siendo una serie condenadamente divertida, pero esta vez que no resulta tan fascinante como lo era en la temporada anterior. Deja cierto sabor agridulce, por lo que fue y lo que ha acabado siendo, aunque sigue enganchando y deja con ganas de más, que no es poco.
2 comentarios:
Esta segunda baja mucho, no solo por volverse mucho más génerica y dejar atrás todo el "discurso" que tenía la primera, si no porque tira por el cámino más fácil y trillado y lejos de ser tan subersiva y politicamente incorrecta es simplemente divertida, lo cual no esta mal, pero veniamos de mucho más.
Es que si Misfits hubiese empezado de esta manera, lo mismo el bajón no nos lo parecería tanto. Pero claro, parecía que tenía más pretensiones más allá de provocar y soltar burradas a diestro y siniestro.
Lo que sí agradezco es que el poder de Curtis haya "cambiado", que vaya excusa para hacer lo que le den la gana.
Publicar un comentario