Me encantan las historias de mafia, por eso pensaba que esta serie iba a colmar todas mis expectativas. Pero debo reconocer que, hasta la temporada que nos ocupa, no estaba demasiado sorprendido, no porque lo visto hasta ahora esté mal o no lo considere digno de tan generosas críticas, sino porque la cadena HBO ya me había sorprendido tanto en el pasado con series como The Wire o Roma que esperaba mucho más. Una apreciación algo injusta, pues es muy difícil alcanzar el nivel de las obras mencionadas y lo cierto es que se ha dicho de todo, especialmente en el cine, sobre este tema, así que destacar en ello era, cuanto menos, un trabajo de magos. Ahora, en esta tercera temporada, veo que los juegos de prestidigitación se les da muy bien. Es en ella cuando la serie parece tomar forma, no es que antes fuera un desastre anodino, ni mucho menos, pero ahora es cuando se empieza a vislumbrar ese nivel tan excelso con el que nos tiene malacostumbrados el canal. ¿A qué se debe todo esto? ¿Cuál es la diferencia con respecto a los capítulos anteriores? En realidad no es un santo cualitativo muy notorio, pero el gusto está en los magníficos detalles y, sobre todo, en la solidez de un argumento que esta vez sí es capaz de llenar los trece capítulos de todo tipo de temas sugerentes.
Aunque, para ser sinceros, lo primero que se aprecia es una subida considerable en cuanto a violencia y temas escabrosos. La sordidez de la serie aumenta, no es que antes fuera precisamente para niños, pero es que ha llegado a un punto en el que es fácil acostumbrarse a ella. Es más, es muy posible no darse cuenta y empezar a ver muy normal los temas de adulterio, venganza, arrebatos pasionales, racismo, parricidio... Todo en la mente de unos personajes que deberían ser detestables, pero la serie se preocupa por hacer que nos resulten no ya simpáticos, sino entrañables, lo cual llega a ser alarmante e incluso contradictorio en ocasiones. Estamos hablando de unos asesinos sin contemplaciones, pero como los vemos en situaciones como en las sesiones de terapia y vemos siempre su punto de vista hasta con el propio FBI (con sus agujeros legales y su doble moral) uno no sabe muy bien con qué carta quedarse, ya que consiguen que se desee la victoria el supuesto "villano". Eso sí, el aumento de calidad puede deberse también a personajes tan interesantes y tan pasados de rosca como Ralphie (¿dónde estuviste hasta ahora, Joe Pantoliano?) o Gloria, que serían las adiciones más interesantes si no fuera porque todo gira, realmente, alrededor de Jackie Aprile Jr., el joven que dirige el principal tema de esta temporada: la hipocresía.
La más profunda que uno pueda imaginar, los personajes la llevan con absoluta despreocupación, algunos siendo conscientes de ello en todo momento. No hay quien se salve, quizá solo los jóvenes de la serie, pero por su inocencia. Los adultos, los que manejan el cotarro, los que se creen dueños y señores de todo, que están por encima de la ley y solo siguen sus propias normas, ellos solo aspiran a seguir su propio instinto, lo único que llegan a respetar es la cadena de mando, y a veces ni eso. Resulta muy curioso ver a Tony Soprano, por ejemplo, juzgando a gente que aspira a hacer lo mismo que él, buscando la forma de evitar que sus hijos y los de sus amigos más allegados sigan su mismo camino, hablando de lealtad, honor y respeto sin comulgar con ello la mayoría de las veces. Lo peor es que sus secuaces tienen conocimiento de ese carácter que ni siquiera la terapeuta es capaz de aplacar y no es que por ello sean precisamente mucho mejores. Como ya decía, nadie se salva de ello, la moral es muy relajada y la frialdad de los sentimientos de algunos es incluso terrorífica, producto de otra época, de otro tiempo, de un tipo de educación que el ciudadano medio no es capaz de empezar siquiera a entender. Pese a todo, hay quienes están atrapados en ese mundo y ni siquiera luchan por salir de él, abrazándolo y buscando la excusa perfecta para estar a gusto con ellos mismos. Y de este análisis radica, principalmente, la grandeza de esta serie y de esta temporada en concreto, que es capaz de representar todo esto con una profundidad pasmosa e incluso elegante, pese a la comentada sordidez.
Por lo tanto, estamos ante un gran análisis sobre la vida en la mafia italoamericana que poco tiene que envidiar a las grandes obras maestras de Coppola y Scorsese. Un imprescindible del que todavía queda mucho por ver en futuras temporadas.
3 comentarios:
Creo que es en esta temporada donde están dos de mis capítulos favoritos de toda la serie: uno indaga en la vida de una de las bailarinas del Bada Bing! El otro se titula "Empleado del mes" y está centrado en la Dra. Melfi. Son sendas pedradas al estómago del espectador, y sus imágenes se te quedan grabadas en la retina de forma indeleble...
Sí, estoy de acuerdo contigo. Y no son los únicos capítulos buenos, que a la memoria me viene el último, con ese Junior de repente cantante y el arrebato de la pequeña de los Soprano, que tanto me recordó a las buenas escenas del Padrino, no me preguntes por qué.
Pero vamos, desde luego el que se lleva la palma es el de "Empleado del mes", recuerdo que lo vi con la boca abierta. Casi me dio pena que no ahondaran mucho más ahí, o mejor dicho, que Melfi no hiciera algo más al respecto. Pero aún así, el resultado es acorde a la personalidad de los personajes, como debe ser.
Extraño que muchos sientan curiosidad y admiración por los mafiosos, quizá porque su vida abarca muchos matices extremos. Matthew Weiner de igual forma escribió tanto MAd Men como las últimas temporadas de los sopranos, se nota que es un genio ese tipo.
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