Con esta serie ocurre algo muy problemático a la hora de intentar reseñar cada una de las temporadas que la conforman, y es que no posee una estructura diferente para cada una de ellas, por lo que se hace cada vez más difícil no repetirse. De hecho, podría decirse que los clímax, aunque normalmente procuran que aparezcan durante los últimos capítulos, pueden suceder en cualquier momento, cuando menos lo esperemos. En otras palabras, los sucesos simplemente se suceden, válgame la redundancia, en un obstinado empeño por hacer mucho más realista a la familia mafiosa que nos ocupa, ya que la vida transcurre con toda naturalidad, y lo que parece una sucesión de diálogos sin demasiada importancia, al final todo tiene sentido y cualquier cosa puede tener una importancia impredecible.
En el caso que nos ocupa, esta cuarta temporada, ha sido notoria la lentitud en la que transcurren los acontecimientos. Es un desarrollo lento y aparentemente vacuo, ya que en los primeros episodios hay pocos sucesos de aparente gran relevancia. Esto es porque todo gira, nuevamente, alrededor de Tony Soprano. No es que antes permaneciera en un segundo plano precisamente, pero no cabe duda de que posee aún más protagonismo que antes, especialmente porque la crisis se extiende a su vida personal y privada con gran fuerza, estallando justo en el momento menos adecuado, cuando los negocios no van del todo bien y caen algunos de sus aliados más supuestamente seguros. Son golpes que provienen de varios frentes, con nuestro protagonista intentando solventar la papeleta sin perder en absoluto su intocable orgullo. Resulta curioso ver cómo este personaje imperfecto, a veces cruel y en otros casos inesperadamente tierno, busca siempre lo mejor para todos sin perder su naturaleza despreocupada y avariciosa, casi hipócrita. Saliendo airoso a corto plazo, pero buscándose enemistades a la larga, con consecuencias que ni siquiera podemos vislumbrar a estas alturas, pero que no cabe duda de que van a ser poco halagüeñas.
Lo que más llama la atención es que en un principio todo parece igual que siempre: los negocios van bien, lo más peligroso es lo que se dice y no lo que se hace, la psicóloga aparece de vez en cuando para analizar al cabeza de familia para nosotros, los asuntos de cuernos siguen adelante, las drogas causan estragos, hay algún que otro asesinato y sobre todo mucha hipocresía y poco sentido común por parte de muchos. A veces ocurren cosas porque sí, como en la vida misma, especialmente accidentes inesperados que truncan muchos planes bien elaborados. Es como ver la vida pasar, en toda su sordidez y sin recursos fáciles de ningún tipo. Esto, por un lado, es su mayor virtud como también puede convertirse en su mayor defecto para aquellos espectadores que busquen algo más "animado" y típico. Es decir, la acción viene a cuentagotas, y a veces da la impresión de que no pasa nada, pero a medida que transcurren los episodios es indudable que el efecto mariposa está siempre presente: hasta la caída de una pistola en el lugar menos indicado puede crear una serie de sucesos que no parecen tener nada que ver entre sí pero que siempre acaban desembocando en algo. Incluso a veces hay que recordar temporadas anteriores para ver cómo aquel diálogo dejó secuelas en la relación entre dos personajes.
Por todo esto, la serie es altamente recomendable, y a la vez justo lo contrario. Depende de lo que busque quien esté dispuesto a verla. Lo que sí es cierto, es que esta temporada es de transición, ya que se rompe el status quo al que estábamos acostumbrados, lo que hace mucho más interesante lo que venga a continuación. Habrá que seguirla hasta el final.
1 comentario:
Me encantó esta serie, muy interesante en todos los puntos de vista. Matthew Weiner logró cerrar muy bien las últimas temporadas para después crear Mad Men.
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