viernes, 7 de noviembre de 2008

Camino o... Déjadme vivir... dejadme morir

Pues eso, toca hablar de Camino así que... Ahí va un tochazo, y sin spoilers de la película, así que calma. :p

Para hablar de la película, primero deberíamos separar realidad de ficción. Es decir, está basada en hechos reales, pero por varios documentos que he podido leer por internet, de la propia familia y de alguna gente del Opus, parece ser que Fesser, director y escritor de esta película, ha exagerado algunas cosas. No sé hasta qué punto, pero no creo que tanto, a juzgar por algunas cosas que sé de primera mano del Opus. De todas maneras, preferiría hablar de esta película como obra de ficción INSPIRADA (que es lo primero que se lee nada más empezar el film, por lo que le excusa) en hechos reales.

Podría decirse que es una película que va sobre la vida y sobre cómo las imposiciones pueden llegar a ser verdaderamente crueles. Camino es una niña alegre, con mucha vitalidad y ganas de comerse el mundo, todo un encanto que nos fascina desde el primer momento en que aparece en pantalla, cosa que hace aún más sentida su enfermedad, sobre todo cuando vemos el transcurso de la misma. Todo se debe gracias al buen hacer y la gran actuación de Nerea Camacho (a esta niña hay que seguirla de cerca, tiene futuro), pero aparte hay un ambiente y una manera de contar las cosas hechizante, que impide que quieras quitar los ojos de la pantalla. Ignoro si es el apabullante realismo cotidiano o el desarrollo de la historia. El caso es que en todo momento hay interés por seguir la vida de Camino y sufres cuando ella lo hace, te alegras cuando ella sonríe y te asustas cuando ella tiene pesadillas. En otras palabras, la película logra una gran implicación emocional con la protagonista.

Quizá por eso la crítica contra el fanatismo religioso más cruento cobra gran fuerza. Y es que la impotencia aflora en cualquier momento de la película donde la madre de Camino hace caso a los curas o los obispos con los que habla, forzando a la chiquilla a sentir y pensar cosas que en ese momento no quiere siquiera ni imaginar. De hecho, lo más impactante es que acaba siendo algo terrorífico, algo impensable para cualquier creyente o cualquier ateo que no sigue los pasos de la Iglesia a rajatabla. La angustia se abre paso a medida que avanza la película y cada vez es más fuerte ese sentimiento de "por favor, déjame vivir y déjame morir en paz".

Paradójicamente, la historia, a pesar de ser un drama, no llega a ser tan asfixiante gracias a algunos relatos paralelos donde podemos ver a los niños ser niños y a Camino con sus fantasías, sustentadas por un personaje de cuento infantil con el que habla en sueños. Momentos líricos y tan bien representados que llegan a ser cautivadores.

No quiero acabar la crítica sin mencionar muy especialmente al personaje del padre de Camino, interpretado por un fantástico Mariano Venancio (el Superintendente Vicente de las películas de Mortadelo, totalmente irreconocible) que llena la pantalla cada vez que hace acto de presencia. Su personaje será de los más fascinantes y cautivadores: el hombre de familia que hará todo lo posible para que su hija lleve su enfermedad de una forma más llevadera, todo mientras debe contemplar en silencio cómo el Opus utiliza la enfermedad para su provecho. Y en verdad, el tipo de personaje perfecto para que Fesser juegue con nosotros y queramos meternos en su piel, puesto que en todo momento querremos que él lleve las riendas del asunto.

En definitiva, una película que deja muy mal cuerpo en el buen sentido. Cautivadora y que no puede dejar indiferente a nadie. Sería muy injusto que no se llevara nada en la gala de los Goya, del mismo modo que me sorprende la poca repercusión mediática que está teniendo.

¡Saludos!

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